martes, 4 de enero de 2011

Aceite de agallas de rosal silvestre

El aceite de oliva tiene unas innatas propiedades beneficiosas para la piel, por esta razón, siempre se ha utilizado en ungüentos para tratar las enfermedades cutaneas. Con el aceite de oliva se puede hacer también el aceite de San Juan y otros a base de hojas de hiedra.

El remedio de que hablaremos ahora lo preparaba el abuelo materno de mi madre (Antonio Bello), que era molinero de profesión. Ella recuerda que, siendo pequeña, con unos ocho años de edad, se lo preparaba para unos primos que tenían problemas de abundante caspa. Parece ser que mi bisabuelo, ya mayor, pasaba algunas temporadas en casa de mi madre para recoger varas de mimbre, salguera y abedul y de otros arbustos para hacer cestos y escobas, para barrer las eras y las cuadras (Valeos). También hacía un ungüento con beleño para el reuma (Mantenía una cierta relación con un herbolario alemán).

Para hacer este ungüento se fríen las agallas del rosal silvestre (Sus frutos se conocen como escaramujos y se toman en infusión) y con un poco de este aceite utilizada como loción se dan ligeras friegas en el cuero cabelludo, dejando que actue durante la noche, pudiéndose uno lavarse el pelo por la mañana.

El culpable de las agallas del rosal silvestre es, como no, un insecto, la llamada avispa de las agallas del rosal silvestre. La avispa pone sus huevos en la hoja y el rosal reacciona produciendo estas bolas de filamentos verdes y rojizos.

Diplolepsis rosea (Avispa de las agallas del rosal).

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