martes, 1 de mayo de 2012

Algo habrá que hacer

En este país la economía (A todos nos suena a "el futuro") no va bien. Yo no soy economista, pero para lo que han demostrado saber los economistas, que han resultado ser como aquellos adivinos que se enteran de las cosas después de que pasan... Por eso me permitiré escribir sobre que algo habrá que hacer. Mis posibilidades de errar en el juicio son enormes, pero no he visto nunca, y menos en tiempos recientes, mayores dosis de certeza.

Yo nací entre hierros, tornillos, grasa negra y frío. Lo que se comía en casa salía de eso y de muchas horas y de malos ratos y de cometer errores y de acertar en algo. Quizás por eso de pequeño soñaba con diseñar centros siderúrgicos y fábricas automatizadas y crecí construyendo un montón de cosas que no funcionaban o que quedaban a medias, pero se fijó en mi la idea de que uno valía lo que era capaz de hacer con sus manos y con las herramientas de que disponía.

Fui y sigo siendo un enamorado del sector secundario, de la industria. Me encantan las máquinas modernas y antiguas. He leído algo sobre nuestra industria y su historia y he meditado sobre los qués y los porqués de su evolución, intentando entender la manera en la que se formaban, se fusionaban y, a veces, desaparecían las empresas industriales.

Creo que debemos, en la medida de lo posible, pero de alguna forma, crear las condiciones necesarias para llevar el curso de la historia hacia un mayor grado de industrialización de nuestro país. He dicho creo, pues de una cuestión de fe se trata. Racionalmente no pienso que eso vaya a suceder.

Nuestras empresas industriales han sido generalmente débiles, tecnológicamente hablando, eran y son deudoras de tecnologías extranjeras (Si, ya se que hoy es todo globalización y no debería importar demasiado el término extranjero, o eso dicen algunos...).

Las fábricas militares de los reinados borbónicos se nutrieron de técnicos centroeuropeos y facturaron gracias a contratos militares generados por las mil y una guerras externas e internas en las que nuestro país hacia de moneda de cambio o representaba una riña de gallos interna. No soy pacifista en un sentido estricto, las armas existen y "algunas" se necesitan y bien está que alguien las produzca y las cobre, pero de toda esta actividad no han quedado empresas con historia dentro del sector, salvo en el caso de Navantia, que algún iluminado estará pensando en malvender, como tantas otras lo han sido.

Es muy probable que si preguntamos a un ciudadano cualquiera conozca la leyenda urbana que nos atribuye la invención de objetos tan complejos como el "Chupa Chups" y la "Fregona" (Por cierto marcas registradas o patentes, pero no invenciones.), pero desconozca el nombre de Juan de la Cierva, Narcís Monturiol, Leonardo Torres Quevedo, Isaac peral, Agustín de Betancourt, Juanelo Turriano, Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, Marc Birkigt, la Hispano Suiza, etc.

La idea sería: "Que se puede hacer hoy (Y ayer y los cercanos días de gloria del ladrillo y hace medio siglo y de aquí a 10 años.) para hacer que la industria nacional (Nada me ofendería más que se me tachase de nacionalista.) adquiriese cuerpo y fortaleza frente a las situaciones cambiantes de los tiempos y los mercados".

Las empresas necesitan capital, medios productivos, algo que producir, los conocimientos para hacerlo y una organización flexible para poner todo en marcha y sacar un producto, venderlo y poder ofrecer un balance económico que permita ganar dinero a los inversores.

Existen varias diferencias, que se me ocurren, entre nuestras empresas industriales y las de "otros" países desarrollados (Hasta el momento, España continua siendo la cuarta economía más importante de la Eurozona). Unas son propias de las empresas y otras del entorno en el que se mueven. Por lo que hace a las empresas se trata de empresas de pequeñas dimensiones, con poca capacidad tecnológica, y a veces también productiva, salvo honorables excepciones. Las condiciones relativas al entorno son las de un país con un alto índice de paro, una administración pública altamente endeudada, unos gestores políticos y económicos que no aceptan fácilmente los riesgos y que no planifican más allá de los famosos cuatro años. En el platillo de la balanza también se ha de situar que por nuestra dimensión demográfica tenemos un considerable mercado de consumidores no demasiado empobrecidos, una mano de obra medianamente cualificada y unas infraestructuras que han mejorado mucho en los últimos tiempos.

¿Que es lo que sobra y que es lo que falta? Nos sobra mentalidad especuladora, de hecho muchas empresas (No transformadoras generalmente.) se han montado con un interés puramente especulativo (Mineras, agrícolas, etc.) y nos falta espíritu de empresa. Nos sobra espíritu mediterráneo (Que no quiere decir que no lo hayamos de tener.) y nos falta el empuje que debería tener la investigación y el desarrollo de productos (Aquello famoso de "que inventen ellos" que dijo un filósofo hace ya muchos años.) y la generación de patentes. Nos sobran amigos, primos, familiares varios, a quienes situar en algún "carguillo" para que se ganen la vida y nos faltan ayudas no especulativas para la creación de trabajo estable. Somos así y posiblemente no cambiaremos, y no sería fácil ni aunque hubiese voluntad.

Nuestra industria naval privada se hunde, de hecho lleva ya años hundida. Se trata de pequeñas empresas que viven de cortar y soldar chapas de hierro o trabajar con fibra de vidrio. En eso consiste fabricar un barco, ya que los componentes auxiliares, motores incluidos, los fabrican otras empresas. A esto se le añade lo que se puede cobrar por el diseño, tanto estético como funcional: resistencia estructural, ligereza, maniobrabilidad, estabilidad, poca resistencia al avance, etc. Por lo que hace al diseño no pretenderemos estar a la cabeza de las empresas mundiales, por lo que con las diferentes ayudas públicas en metálico, se han ido cuadrando las cuentas de la construcción de unos pocos barcos (Con una contabilidad muchas veces falseada.), es decir de unos cuantos kilómetros de corte, soldadura y transporte de las diferentes piezas por dentro de la fábrica.

Lo mismo podría decirse de otras muchas industrias que se hundieron hace ya muchos años, automovilística, ferroviaria, maquinaria pesada, etc. ¿Que hacer?

Con una analogía biológica se ha de crear tejido conjuntivo industrial. Una serie de condiciones (Servicios e infraestructuras) que permitan adherirse a la economía productiva a toda una serie de pequeñas industrias. No se trata de financiar con dinero para cuadrar la caja (Igual esto también se ha de hacer, pero de forma cuatelosa y puntual.) la producción de bienes, del tipo que sea, sino proporcionar servicios e infraestructuras que permitan a las empresas bajar costes, pero que puedan ser aprovechados por otras empresas y repetidas veces.

Dejando de lado los costes financieros y salariales y la rentabilidad de los diferentes medios de producción (Maquinaria y edificaciones) lo que nos queda es el diseño del producto y el del proceso productivo, que tiene tanta importancia, y más, que el del producto.

La idea sería crear una empresa mixta de servicios de diseño y desarrollo del proceso productivo que ofreciese la ayuda puntual a las empresas para la fabricación de productos concretos a precios razonables (El precio se refiere al del servicio prestado). Como a todo hay que ponerle un poco de humor, la empresa podría llamarse Centro de Ingeniería Aplicada.

1 comentario:

Cebollino dijo...

Gracias por el blog.
Subscribo de principio a fin tu texto.
Aquí, desde hace años, apenas se produce nada. La legislación ampara al especulador. El industrial que trata de sacar adelante su empresa cada vez está mas ahogado en impuestos y termina arrojando la toalla.
En esta sociedad, cada vez son más los "administradores" y menos los bienes "administrados".