martes, 14 de junio de 2016

La Fábrica de Gas de Vigo


La instalación de un motor diésel de 600 caballos suponía un gran adelanto en la industrial local y aseguraba a la Fábrica de Gas el suministro de fluido a la ciudad. Y por ello su entrada en servicio fue noticia destacada el 15 de junio de 1913, hace cien años. El motor diésel se empleaba desde hacía años en Alemania, Francia y otros países, pero era novedad en España debido a la imposibilidad de producir los aceites de alquitrán que se usaban como combustible. Hasta entonces, la primera central de energía eléctrica instalada en Vigo contaba con tres motores de gas.


El 15 de junio de 1913 fue noticia la modernización de las instalaciones de la llamada Fábrica de Gas con la inauguración de un motor de 600 caballos que suponía un gran adelanto en la industria local.


La Fábrica de Gas se construyó en 1884, por iniciativa del ingeniero Francisco Saunier. Años después dio un gran paso constituyendo con 3 motores de gas de 150 caballos de fuerza, la primera central de energía eléctrica instalada en Vigo.

Pero Vigo era ya una población de desarrollo excepcional, y pronto resultó insuficiente la central original. La empresa tomó entonces el acuerdo de arreglar las cascadas del Lérez, situadas a unos 45 kilómetros de Vigo y constituir uno de los saltos más importantes de Galicia y el único que tenía agua suficiente en verano e invierno.

El arreglo costó un millón de pesetas y necesitó obras de importancia, como presa, acueducto y un canal de dos kilómetros y medio, que conducía las aguas al punto extremo donde principiaba el salto de 100 metros de altura, por medio de una tubería de acero de un metro de diámetro y 500 metros de largo, llevando una fuerza de 3.000 caballos a las turbinas que accionaban los alternadores productores de energía eléctrica que conducía hasta Vigo una línea de alta tensión de 15.000 voltios y 45 kilómetros de longitud.

Pero la red de alta tensión de la Fábrica de Gas quedaba todavía expuesta a averías repentinas y de arreglo penoso y largo, por consecuencia de las dificultades en los medios de comunicación propias de los países montañosos.

Era preciso, por lo tanto, buscar algún medio de evitar las interrupciones, aunque de poca frecuencia, y después de largo estudio, la empresa acordó adquirir el motor Diesel que acababa de instalar, que desarrollaba una fuerza de 600 caballos y funcionaba con los aceites, residuos de la destilación del alquitrán, de precio reducido, lo que permitía una explotación económica.

La instalación costó unas 300.000 pesetas, y demostraba una vez más que la empresa de la Fábrica de Gas se sometía a todos los sacrificios necesarios al mejoramiento de su servicio de alumbrado público y particular así como de fuerza motriz. Este sistema de motor Diesel se empleaba desde hacía muchos años en Alemania, Francia, etc. y era nueva su introducción en España, porque hasta entonces era imposible producir en este país los aceites de alquitrán.

La Fábrica de Gas daba trabajo a un ciento de empleados u operarios que cobraban mensualmente unas 15.000 pesetas, es decir, unas 180.000 pesetas al año.

Todo el material comprado en España o en el comercio local, representaba un valor de 100.000 pesetas anuales, próximamente.

La descarga de los carbones, por medio de gabarras y descargadores, costaba ella sola 20 o 25.000 pesetas anuales, que iban directamente a los operarios.

El carbón asturiano utilizado, representaba anualmente unas 150.000 pesetas.

Esas pocas cifras eran bastante elocuentes a ilustraban de manera evidente el sumo interés de favorecer la inversión del dinero en industrias como la Fábrica de Gas y Electricidad de Vigo.

La ciudad quedaba dotada ahora de una maquinaria productora de energía eléctrica, realmente notable pues estaban de una parte, la Sociedad Electra Popular, con sus saltos y su central de vapor, y de otra parte, la Fabrica de Gas y Electricidad, con su salto del Lérez, su anterior central por gas y su nuevo motor Diesel.

Además, las dos empresas vivían de perfecto acuerdo y se concertaron para suministrar a medias el fluido eléctrico a los tranvías eléctricos de Vigo. De manera que podían consagrar todos sus esfuerzos al mejoramiento de sus medios de producción y por consiguiente a servir mejor a los abonados.

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