lunes, 24 de septiembre de 2018

El claxón


La incorporación de las populares bocinas en los automóviles, con forma de pequeña tuba y una pera de goma para suministrar aire,  se remonta a 1865, cuando se aprobó en el Reino Unido una curiosa ley, The Locomotice Act, que obligaba, entre otras cosas, a que todos los automóviles a motor deberían circular precedidos de un hombre a pie avisando con una bandera roja, si era de día, y con una linterna, si era de noche. Pronto surgió la necesidad de advertir de otra manera más práctica y más cercana al conductor, como es el caso de la bocina.


Después, en 1900, el empresario y músico aficionado al trombón Claude H. Foster, inventor también del primer amortiguador, el Snubber, pensó en la manera de poder avisar a otros vehículos con un sonido que subiera por encima del ruido propio del tráfico, que por entonces ya empezaba a ser molesto, e inventó una bocina mecánica basada en el su instrumento favorito y a la que llamó Gabriel Horn o bocina de Gabriel.

Por supuesto, gracias a este invento el ruido del tráfico aumentó mucho más, pero también se convirtió en un elemento de seguridad activa del automóvil. Aquel primer claxon mecánico iba fijado a la carrocería y sonaba gracias a los gases del escape de la combustión del motor. Más tarde, en 1914, Robert Bosch, presentó en Alemania la patente de la primera bocina eléctrica de coche, que finalmente salió al mercado en 1921. Por su parte, el inventor estadounidense Miller Reese Hutchison, que llegó a ser ingeniero jefe de Thomas Edison, patentó su propia bocina eléctrica en 1908 y que años más tarde se convertiría en el modelo implantado en los autos de General Motors.

Cabe señalar que el nombre de claxon procede del nombre de la empresa inglesa Klaxon Signals Ltd. (voz tomada del griego y que significa ‘grito’), que comercializaba una bocina electromecánica para todo tipo de transportes, incluidos los automóviles.

No hay comentarios: