lunes, 31 de diciembre de 2018

2018 llega a su destino


En este año que acaba hemos celebrado muchos acontecimientos. El centenario del fin de la Gran Guerra, (Que al poco pasaría a llamarse Primera Guerra Mundial), de la Gripe Española, de la huelga de la Cros, etc. En una escala de tiempo más pequeña, celebramos las bodas de oro de la revolución del mayo francés del 68, el cuarenta aniversario de la Constitución española de 1978 y las bodas de plata de Windows 95, el primer sistema operativo como hoy los conocemos, es decir, nuestra más familiar puerta de entrada al mundo exterior. Antes esa puerta de entrada, o de salida, era de madera, tenia unas bisagras y una cerradura, una mirilla y un pestillo para mayor seguridad. Estas puertas de origen vegetal siguen existiendo, pero ya no tienen tanta utilidad, ahora se usan solo para los asuntos materiales, como ir a comprar el pan  o coger el autobús para ir a trabajar. Para los asuntos espirituales, controlar nuestras cuentas, comprar billetes de avión o lencería roja para fin de año, usamos estas otras puertas enmarcadas en pantallas de cristal.


El agonizante 2018 también nos ha dejado progresos en computación cuántica, el lanzamiento de la sonda china Chang’e que se propone alunizar el próximo enero, el uso de técnicas de secuenciación de ARN en células individuales y a Dickinsonia, un ser del período Ediacara que vivió hace 500 millones de años.

En otro orden de cosas nos queda una abrumadora cantidad de postverdad, de fake news, de Me Too, de nuevas evidencias del cambio climático, de pruebas inconfesables e irreconocibles de la injerencia de hackers orientales en diversos procesos electorales europeos y norteamericanos, de efectos de la bomba demográfica africana, de microplásticos, de corrupción política y de solidaridad internacional.

Nuestros medios de comunicación nos proporcionan los necesarios ángeles y demonios para mantener un conveniente equilibrio en nuestro ecosistema moral. Desde su púlpito virtual estos nuevos y viejos predicadores nos ofrecen el tejido neuronal en el que vamos insertando sus perlas de sabiduría. Sin pruebas ni argumentación, sin contexto, sin evolución histórica ni proyección hacia el futuro. Esa es la verdad y si ellos lo dicen no ha de caber la duda. El ser racional que supuestamente existió ya no es necesario...

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