viernes, 4 de enero de 2019

Antonio de Villafranca, relojero


En Santa Marina del Rey, la Torre del Reloj alberga el reloj con la maquinaria más antigua de España.

Su ‘piel’ no muestra arrugas, aunque es el más antiguo de España. Encaramado a su torre de 17 metros, marca el ritmo cotidiano de los habitantes de Santa Marina del Rey desde hace más de cuatro siglos. Es el reloj de la villa, un artilugio de extraordinaria sencillez, que ha sabido sortear las averías desde 1599.


Para mostrar en todo su esplendor esta curiosa maquinaria sin tornillos, ideada por el cerrajero leonés Antonio de Villafranca, el Ayuntamiento ha culminado la iluminación interior de la Torre «con proyectores colocados sobre carriles electrificados y otra serie de elementos que completan la dotación deficiente que existía», asegura el alcalde, Francisco Javier Álvarez. Se trata de potenciar turísticamente esta joya incrustada en una torre de tapial con paredes de un metro de espesor y una base de seis metros que permite acceder con comodidad a los secretos mejor guardados del reloj, tras una ascensión de 64 peldaños. La obra es el colofón a la reforma acometida en el edificio para restaurarlo y habilitar el centro de interpretación de relojes, según el regidor. Unos trabajos presupuestados en más de 45.000 euros, de los cuales el grupo de acción local Poeda aportó 30.000.



Visita a la Historia

Entre las curiosidades que desvela una visita a la Torre del Reloj destaca la inscripción que se puede leer a lo largo de la barra frontal de hierro de su caja, que indica que «el reloj (torre y campana) se acabaron en el infelicísimo año de 1599 y costaron 1.500 ducados. Hubo ese año, peste general en España y costó la libra de pan un real». También se sabe que para poder acometer esa costosa obra, la villa contrajo una deuda con Juan de Mansilla, que perpetuó el Convento de Frailes Carmelitas de La Bañeza, a razón de 550 reales anuales. La devolución del crédito se prolongó durante más de dos siglos y medio. De ahí el refrán: «el reloj da las horas en Santa Marina y los cuartos en La Bañeza». El primer ‘cuidador’ del reloj del que se tiene constancia fue Pedro Pequeño. A partir de él, miles de manos amigas han mimado su precisa maquinaria engrasándola, dándole cuerda y sustituyendo piezas desgastadas. Posee dos pesas que antes eran cestas con piedras que se subían cada 24 horas o menos, mediante una manivela, y dos trenes, uno para el movimiento y otro para la sonería. Para dar regularidad al reloj se instaló un foliot que consiste en un balancín dotado de contrapesos. Es el antecesor del péndulo, inventado en 1656 por Huygens. Está construido en hierro y contenido en un armazón o jaula del mismo metal. Los encajes de la jaula se aseguran mediante chavetas, por eso carece de tornillos. Lo más reciente es la esfera del reloj, colocada como protección en el siglo XX.

Los relojes públicos mecánicos surgieron entre 1280 y 1300. El más antiguo que se conserva pertenece a la catedral de Salisbury (Inglaterra) y fue modelado en 1386. Los crearon congregaciones monásticas para regular las distintas horas de los rezos. Consistían en una maquinaria sencilla sin esfera. En el siglo XIV llegaron a las iglesias y catedrales, aunque la leonesa conserva actualmente el realizado en 1788 por Ramón Durán y no el antiguo.

El período entre 1576 y 1630 fue el de mayor población y prosperidad de Santa Marina del Rey, cuando se produjo la compra del señorío de la villa y residían 237 vecinos, todos hidalgos. En esa época el Concejo financió la Torre del reloj, una panera para almacén y venta de grano y también un almacén para la sal.

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