lunes, 4 de noviembre de 2019

La sublevación de Jaca


La Sublevación de Jaca del 12 de diciembre de 1930 fue un pronunciamiento militar contra la Monarquía de Alfonso XIII, siendo presidente del gobierno el general Berenguer.

Las fotografías y los pies de foto son de la revista "Nuevo Mundo" del 19 de diciembre de 1930, una semana después de los hechos.


Del fracasado movimiento revolucionario. La mañana del domingo en Ayerbe, tras el combate que determinó el fracaso de la tentativa revolucionaria. De la casa cuartel de la Guardia Civil - donde estuvo detenido el capitán Galán, alma del movimiento - van entregando a los soldados de la brigada automovilista el armamento recogido a los sublevados en el combate de la carretera de Huesca a Jaca. (Véase en el interior del número la extensísima información que NUEVO MUNDO dedica a este palpitante tema.) FOT. DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL DIAZ CASARIEGO.


La entrada a la ciudadela de Jaca. En esta ciudadela, los oficiales rebeldes, secundados por soldados y paisanos, lograron sorprender, en la noche del viernes al sábado, al jefe de la fortaleza y a los jefes y oficiales que prestaban servicio. FOT. DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL DIAZ CASARIEGO.



LOS CUARTELES EN QUE SE ALOJABAN LAS TROPAS REBELDES. El cuartel en que se alojaba el Batallón de La Palma, que se unió al Regimiento de Galicia en la sublevación. FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ.

El cuartel de la Victoria en que se alojaban las fuerzas del regimiento de Galicia que iniciaron el movimiento.


Los lugares en que el movimiento revolucionario tuvo su origen. El fuerte de la ciudadela de Jaca. De aquí salieron sublevadas las fuerzas de artillería, que con las de infantería de los regimientos de Galicia y La Palma emprendieron el camino de Huesca con el propósito de sublevar también a esta guarnición.

En esta plaza de Los Portales, en Jaca, los sublevados dieron muerte al sargento de la Guardia civil que quiso oponerse a la rebelión, en los primeros momentos de iniciada esta... FOTS. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ



Una destacada figura de las fuerzas leales. La primera columna que llegó a Jaca después de los sucesos, fué la organizada en Pamplona a las ordenes del general gallego (x), a quien se ve en nuestra fotografía, con sus ayudantes, después de hacerse cargo del mando de la ciudadela sublevada. FOT. DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL DIAZ CASARIEGO


Las horas que siguieron al decisivo combate del domingo. Los sublevados, al verse cañoneados por las fuerzas adictas, se refugiaron en este santuario de Cilla, donde el cura y la santera atendieron a los heridos... FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


Las armas y las prendas abandonadas por los rebeldes en la carretera de Jaca a Huesca. Las tropas del gobierno custodiando armas y prendas cogidas a las fuerzas rebeldes en su rendición. FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


Las tropas leales en Ayerbe la tarde del domingo.


Plaza Mayor de Ayerbe, llena de acento regional, graciosa y típica como un escenario de zarzuela clásica. Un palacio, un campanario muy de tierra aragonesa. Al fondo, la majestad de las montañas de Huesca, hoscas y frías. En la noche del sábado, los revolucionarios proclamaban en Ayerbe la República y muy pocas horas después abandonaban el pueblo camino de Huesca. En el siguiente día —domingo, lleno de inquietudes, de ecos, de alarmas— las tropas leales llegaban á Ayerbe y formaban en su pintoresca Plaza Mayor, sobre un escenario de zarzuela clásica.


La llegada de los rebeldes prisioneros a Huesca.


Mediodía del domingo en Huesca. Horas antes, el encuentro entre los sublevados y los leales ha determinado el fracaso de la tentativa revolucionaria. Centenares de soldados se han entregado a las tropas adictas en la misma carretera. Y a aquella hora de mediodía van llegando a Huesca, conducidos por tropas de la columna Dolla, los heridos y los prisioneros. El público los ve pasar, en silencio, emocionadamente. Los prisioneros forman ante el cuartel. Sus rostros bajos, su paso vencido, tienen una dramática elocuencia. FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


Rebeldes por la mañana, prisioneros por la tarde.



Después del combate. Ayerbe. Quietud. Llegada de tropas leales al Gobierno. Noticias de que la rebelión ha sido sofocada. La Caballería de la columna Dolla custodia la Central de Teléfonos, restablecidas ya las comunicaciones. FOT. DE NUESTRO ENVIADO ESPECIAL DIAZ CASARIEGO.


Los paisanos en el movimiento revolucionario de Jaca. A los soldados se unieron en la rebelión muchos paisanos, al parecer obreros y estudiantes. Fueron apresados en la carretera de Jaca a Huesca, tras el combate que determinó la rendición de los rebeldes. Ved aquí el primer grupo de paisanos prisioneros que entró en Huesca... FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


La llegada de los sublevados prisioneros a Huesca. Calles de Huesca. Tarde del domingo. Prisioneros que dejan de llegar, custodiados por las fuerzas adictas...

Entre la silenciosa curiosidad popular desfilan, a lo largo de ese domingo que trajo el fracaso de la tentativa revolucionaria, los sublevados prisioneros... FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


La llegada de los paisanos prisioneros a Huesca. Después de las fuerzas sublevadas y rendidas, hicieron su entrada el el cuartel de Huesca los paisanos que se habían unido al movimiento. Ved un grupo de obreros, custodiados por las fuerzas adictas, al ingresar, la tarde del domingo, al cuartel en que quedaron detenidos. FOT. DE NUESTRO CORRESPONSAL EN ZARAGOZA SEÑOR MARTINEZ


Las fuerzas del Gobierno en el escenario en que se inició el movimiento de rebeldía.




En cuanto el general Las Heras, gobernador militar de Huesca, Tuvo noticia del movimiento de Jaca, salió en automóvil camino de esta localidad, acompañado del teniente coronel de Estado Mayor Martínez Cajén, un capitán, un teniente de la Guardia civil y un número de ésta. Dieron frente á los rebeldes, cerca del sitio llamado de la Peña. En el encuentro resultó herido el general Las Heras, y muerto el capitán de la Guardia civil. El señor Martínez Cajén —que es el que está en la moto la fotografía— fué hecho prisionero; pero logró escaparse muy poco tiempo después.



Las fuerzas que guarnecían Huesca, al tener noticia de la sublevación, salieron de la plaza y ocuparon en la carretera y sus cercanías posiciones defensivas, en las que permanecieron toda la noche del sábado para detener el avance de los sediciosos.



Carretera de Jaca á Huesca. Al amanecer, la lucha entre los sublevados y los adictos al Gobierno. Rendición y huida de los rebeldes. En la carretera, abandonados por los fugitivos, los camiones en que los revolucionarios se dirigían á Huesca.



Los sublevados abandonaron en su huida, tras el combate del amanecer del domingo, camiones, ametralladoras, municiones, armas, vestuario... Sobre esta camioneta que utilizaron en su avance hacia Huesca las tropas rebeldes, se ve una ametralladora que no llegó á disparar...



El periodista madrileño señor Quílez, examinando en la carretera el armamento que un sublevado abandonó en su huida.



Plaza Mayor de Ayerbe, llena de acento regional, graciosa y típica como un escenario de zarzuela clásica. Un palacio, un campanario muy de tierra aragonesa. Al fondo, la majestad de las montañas de Huesca, hoscas y frías. En la noche del sábado, los revolucionarios proclamaban en Ayerbe la República y muy pocas horas después abandonaban el pueblo camino de Huesca. En el siguiente día —domingo, lleno de inquietudes, de ecos, de alarmas— las tropas leales llegaban á Ayerbe y formaban en su pintoresca Plaza Mayor, sobre un escenario de zarzuela clásica.



Las fuerzas del Gobierno en el escenario en que se inició el movimiento de rebeldía.



El epilogo triste del domingo: después del encuentro de por la mañana, en la carretera, los sublevados que no se rindieron entonces marcharon á Ayerbe, donde se entrejaron á las fuerzas del general Dolla. Ya han desarmado á los rebeldes. Ya los suben á los camiones para su traslado á Huesca. Comienza la rígida actuación de la Justicia militar...



Ya han llegado á Jaca, tras del encuentro en la carretela, las fuerzas de Artillería de montaña que formaban parte de la columna del general Gallego. Los soldados descansan de la jornada en el patio del cuartel en que se alojaba el regimiento de Galicia, iniciador del fracasado movimiento...



La escuadrilla de carros de asalto pertenecientes a la Escuela de Tiro de Carabanchel, situados en la carretera de Cuatro Vientos, en espera de las órdenes del general Orgaz, que mandó la columna enviada por el Gobierno contra los rebeldes.



La entrada al aeródromo de Cuatro Vientos, en la tarde del lunes. Han pasado ya los sucesos de por la mañana. Las tropas de la columna enviada por el Gobierno han tomado el campo de Aviación. En los pabellones, oficiales, soldados y obreros detenidos. Durante la tarde y la noche, el Juzgado militar no cesa de tomar declaraciones para esclarecer la rebelión.

Artículo en el diario Público

La II República se declaró en Jaca (Huesca) cuando todavía faltaban cuatro meses para las elecciones de abril de 1931. La cosa duró poco, apenas ese viernes, un 12 de diciembre, y unas horas del sábado siguiente, aunque en el balcón de su ayuntamiento llegó a ondear por vez primera la tricolor, tejida por el sastre local Juan Borderas a petición del capitán Fermín Galán.

Este y los también capitales Ángel García Hernández y Salvador Sediles, entre otros, fueron los líderes militares de un fallido (y algo chapucero) levantamiento contra la monarquía alfonsina, frustrado, entre otras causas, por la descoordinación de un Comité Revolucionario estatal que retrasó la insurrección sin avisar a quienes debían iniciarla. Su represión, en la que participaron golpistas en ciernes como los generales Mola y Franco, junto con la persecución de los participantes en el Pacto de San Sebastián, terminaron de inclinar las posiciones políticas de la mayoría del país contra la monarquía de Alfonso XIII, apoyada en la ‘dictablanda’ del general Berenguer, y a favor del republicanismo.

Galán fue el protagonista central del levantamiento fallido de Jaca, ciudad del Pirineo oscense a la que había sido destinado ese verano como territorio de castigo, tras ser amnistiado de su condena por participar en los preparativos de ‘la sanjuanada’, el fallido golpe de junio de 1926 contra el dictador Primo de Rivera.

Fermín Galán dirigió el levantamiento de Jaca, donde fue desterrado tras ser amnistiado de su condena por participar en el fallido golpe de ‘la sanjuanada’. “Era, además de un militar veterano, un hombre muy leído que había publicado varios libros y con muchos contactos en el mundo del anarquismo”, explica el historiador Eloy Fernández Clemente, que destaca cómo Jaca se solidarizó con los militares.

Pio Díaz Pradas, que ocuparía la primera alcaldía republicana las escasas horas que esta duró, fue durante la Segunda República alcalde honorario de buena parte de los ayuntamientos de España.

Ya en Jaca, tras pasar tres años y medio en la prisión barcelonesa de Montjuïc, Galán contacta con el resto de capitanes, por un lado, y, gracias a Ramón Acín, con el Comité Revolucionario que, tras la detención de la mayoría de los líderes políticos que habían participado en la confluencia republicana conocida como el Pacto de San Sebastián, preparaba un levantamiento para implantar la república. Aunque este resultó un ejemplo de descoordinación.

Varios cientos de republicanos, muchos de ellos estudiantes aunque también se movilizaron activistas relevantes como el economista Jesús Prados Arrate, llegaban los días previos a Jaca en tren y en autocares, en lo que aparentaba ser una afluencia de esquiadores fuera de lo habitual, mientras los capitanes, con la vista puesta en el 12 de diciembre, ultimaban los preparativos para alzarse con los 700 soldados de los cuarteles jaqueses.

Sin embargo, los planes habían cambiado. El comité había decidido posponer al lunes 15 los planes, que ahora incluían una huelga general y el levantamiento, también, del aeródromo madrileño de Cuatro Vientos. Y había enviado a Jaca para avisar a Santiago Casares Quiroga, quien seis años después afrontaría como presidente del Gobierno la sublevación franquista que dio origen a la guerra civil.

Pero Casares no llegó a tiempo. O sí. Arribó a la ciudad pirenaica la noche del 11 al 12, pero optó por acostarse y dejar para el día siguiente el contacto con Galán. Sin embargo, a las cinco de la mañana, antes de que el emisario se levantara, comenzaba la sublevación.

“Era un asunto preparado desde Madrid, pero hubo unos fallos de información y de comunicación enormes”, señala Fernández Clemente, que recuerda como no hubo movimientos en Cuatro Vientos, donde algunas fuentes señalan a Ramón Franco y al general Queipo de Llano como los encargados de la movilización.

Pese a todo, esa tarde salieron hacia Huesca una columna dirigida por Galán en camiones y otra comandada por Sediles en tren. Antes de partir, por la mañana, el capitán había dictado un expeditivo bando en el que, “como Delegado del Comité Revolucionario Nacional”, establecía que “todo aquél que se oponga de palabra o por escrito, que conspire o haga armas contra la República naciente será fusilado sin formación de causa”.

Sin embargo, la mayoría de las tropas movilizadas para marchar hacia Huesca salieron en desbandada esa misma noche tras un enfrentamiento con el ejército en Ayerbe. Galán se entregaría la madrugada del sábado 13 en el cercano pueblo de Biscarrués, mientras el resto de oficiales y los colaboradores civiles iban siendo detenidos, en algunos casos por efectivos de la Dirección General de Seguridad que dirigía el general Emilio Mola.

Los oficiales eran condenados a muerte el sábado 14, en un consejo de guerra celebrado en Huesca y por un tribunal del que formaba parte el entonces director de la academia militar de Zaragoza, el general Franco. “No les dejaron ni siquiera defenderse”, apunta el historiador, quien señala a Galán y García Hernández “un poco como los protomártires de la república”.

Solo ellos dos llegaron a ser fusilados. El resto de condenados fueron indultados en los estertores de la monarquía alfonsina, como ocurrió con el capitán Sediles, o amnistiados al llegar la república, caso del economista.

La historia de Galán y García sería durante la II República el argumento de una película dirigida por Fernando Roldán y de una obra de teatro con libreto de Rafael Alberti. El drama comenzaba con estos versos de Antonio Machado: “La primavera ha venido / del brazo de un capitán. / Niñas, cantad a coro: / ¡Viva Fermín Galán!".

El enterramiento de los capitanes convirtió al cementerio de Huesca en un “lugar de peregrinación” entre 1931 y 1936, cuando “partidos políticos, organizaciones sindicales y entidades cívicas de distinta naturaleza, ayuntamientos en pleno de todo el país se daban cita a los pies de la tumba de Fermín Galán”, principalmente los 14 de abril y los primeros de mayo, señala el decreto.

Las tumbas quedaron abandonadas durante la dictadura, si bien “manos anónimas cuidaban la sepultura y repintaban los epígrafes”, narra la resolución, que también recuerda cómo la cara exterior de la tapia junto a la que se encuentran los restos de Galán fue lugar de fusilamientos en agosto de 1936 y entre octubre de 1938 hasta enero de 1945”.

Consejo de guerra

A media mañana del domingo 14 de diciembre de 1930, el Consejo de guerra sumarísimo, reunido en el cuartel de Pedro I, en Huesca, termina su breve deliberación. Sus seis miembros, presididos por el general Arturo Lezcano, deciden sobre la vida o la muerte de dos capitanes del Ejército que, 48 horas antes, se han sublevado en Jaca contra la monarquía. Y la decisión es la muerte ante el pelotón de fusilamiento. Firma luego la sentencia el capitán general de Aragón. Y de Madrid llega a continuación el “enterado” del Consejo de Ministros.

Los condenados, capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, ambos de 30 años, aguardan en la sala de banderas, acompañados por el capitán Vallés, que ha ejercido su defensa y un par de capellanes castrenses. Reciben la sentencia con serenidad. García Hernández, católico practicante, se recoge en oración con uno de los clérigos. El otro exhorta a Galán, quien le responde: “No se canse. Como amigo, deme un abrazo y todos los que quiera; me hacen falta en estos momentos. Pero como sacerdote, pierde usted el tiempo conmigo”.

Poco antes de las dos de la tarde, los reos son conducidos al patio del acuartelamiento. Se despiden de su defensor, al que regalan, como recuerdo, un reloj y un encendedor. Luego, suben a un camión. Les acompaña una compañía con bandera, de la que se designan dos piquetes de fusilamiento, de ocho hombres cada uno.

Media hora después, todo ha terminado. De Galán, que ha gritado él mismo la orden de “¡Fuego!”, y de García Hernández quedan dos cadáveres acribillados junto al polvorín de Fornillos. En Madrid, donde el levantamiento republicano está también en vías de fracasar, Alfonso XIII y el presidente del Gobierno, general Dámaso Berenguer, están seguros de que se ha hecho justicia. “Palacio –declara el segundo– quedó plenamente convencido de la ejemplaridad de las ejecuciones de Galán y García Hernández, que evitarán la difusión de ideas revolucionarias en el Ejército”.

Pero es un optimismo suicida. La república tiene ya sus mártires, los Héroes de Jaca. También tiene sus dirigentes, por más que ahora estén huidos o esperen en la cárcel a ser juzgados. Y tiene a su favor a un considerable porcentaje de la opinión pública, que no dejará de crecer hasta que, cuatro meses después, se desborde en masivas manifestaciones populares que darán la puntilla al tambaleante régimen monárquico.

Nota oficiosa de Gobernación (La Vanguardia 13 de diciembre de 1930)

Madrid, 13, a las 2'50 madrugada, A las dos y media de la madrugada, en el Ministerio de la Gobernación, han facilitado a la Prensa una nota que dice así:

«Desea el Gobierno que el país tenga información exacta de los sucesos relacionados con la sedición de un grupo de militares y paisanos en Jaca; pero al propio tiempo quiere evitar que noticias exageradas produzcan alarma- ante la opinión, que agrave los daños producidos a la tranquilidad y crédito públicos por la descabellada intentona de los sublevados.

A esos propósitos responden conjuntamente esta noticia oficial y el acuerdo de implantar la previa censura para toda noticia referente al movimiento, a cualquier desorden público de todo género, a huelgas de carácter sindicalista, y ello con relación a prensa, telegramas, telefonemas, radio y conferencias.

La referencia que de los sucesos tiene el Gobierno es que en la mañana del día de ayer parte de la guarnición fronteriza de Jaca, unida a elementos extraños, adoptó una actitud de franca rebeldía. La negativa que para secundarles opusieron los jefes militares de mayor graduación, las autoridades, la guardia civil y los carabineros, originó una colisión que obligó al alcalde, con los carabineros y guardia civil, a replegarse al cuartel de éstos.

Los sublevados requisaron los automóviles y camiones que hallaron a mano, y por la tarde emprendieron por carretera, con los automóviles de que disponían, su marcha hacia Huesca, habiéndoles cerrado el paso en el camino fuerzas de la guardia civil y de carabineros concentradas en el desfiladero de Ayerbe.

La interrupción de comunicaciones no ha sido completa, a pesar de los esfuerzos de los sediciosos, aunque con las naturales dificultades el Gobierno fue informado por diferentes conductos, adoptando inmediatamente las disposiciones convenientes y disponiendo la concentración de fuerzas por el Sur y Oeste de Jaca y Huesca para marchar contra los revoltosos.

El Gobierno tiene la satisfacción de declarar que, localizada la criminal intentona, en ninguna provincia ni en capital ni pueblo alguno de España, se ha alterado el orden público, existiendo absoluta tranquilidad en ellas.

Confía en la serenidad de la opinión pública, a la cual desea, mediante esta información, prevenir de alarmantes exageraciones, requiriendo a todos los ciudadanos a depositar su confianza en el Gobierno, que atento ahora, como siempre, a sus deberes, será inexorable en el castigo de los culpables.»






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