viernes, 13 de diciembre de 2019

Civilizaciones y cambios climáticos


Los cambios en el clima marcaron el destino de grandes civilizaciones como la asiria o la romana.  Una sequía que duró unos 60 años fue decisiva para que la ciudad de Nínive y con ella todo el imperio neoasirio colapsaran en el 612 antes de esta era.


La megasequía afectó al núcleo del imperio neoasirio, en lo que hoy es el norte de Irak y Siria. Las sequías actuales de varios años en esta región, como las de 1999-2001 o 2007-2010, ofrecen una visión de lo que pudo ser la neoasiria de mediados del siglo VII a.C. La suya era una agricultura cerealista de secano y no disponía de la irrigación artificial de las ciudades del sur levantadas entre los ríos Tigris y Éufrates. Debieron de sucederse frecuentes malas cosechas y masivas muertes de ganado, como las sucedidas en 2007-2010. La falta de cosechas durante la megasequía debió de exacerbar la inestabilidad política en Asiria, alimentando tensiones preexistentes dentro de la sociedad neoasiria y entre los neoasirios y los pueblos sojuzgados, como babilonios y medos. Fue precisamente una alianza entre babilonios y medos la que terminó por arrasar la mítica Nínive, actual Mosul.

Más al sur de Nínive y dos milenios antes, floreció en la baja Mesopotamia el imperio acadio, iniciado por Sargón I de Acad. Ahora, un análisis de corales fosilizados en el actual golfo Pérsico muestra que hace 4.100 años el patrón de los vientos cambió y el temido shamal, el viento del norte, se hizo tan persistente que las tormentas de arena y la falta de lluvias debieron de arruinar las cosechas año tras año.

También fue un cambio en el ciclo del monzón lo que pudo empujar a los habitantes de Harappa (en el actual Punjab) y otras ciudades de la cultura del valle del Indo a abandonarlas y refugiarse en las laderas de las montañas. Y cada vez hay más evidencias de que la sequía tuvo mucho que ver en el colapso de la civilización maya.

En el reverso de la moneda climática, el del frío, recientes investigaciones señalan que una miniedad de hielo entre los siglos V y VII, en la que la temperatura media bajó en 4º, impactó en el curso de la historia al inicio de la Edad Media. El clima, en este caso el enfriamiento global, tuvo mucho que ver incluso con el fin del imperio romano. Al menos esa es la tesis que mantiene el científico e historiador Kyle Harper en su obra El fatal destino de Roma (Editorial Crítica), publicada este año.

En la actualidad, según un estudio de Troy Sternberg, de la escuela de geografía y medioambiente de la Universidad de Oxford, de 2012, existe una relación entre la sequía en una de las principales zonas cerealistas de China en el invierno de 2011 y la Primavera Árabe. Los chinos tuvieron que comprar el trigo fuera y su demanda elevó los precios hasta el punto de que otros muchos países, como Egipto, no pudieron pagarlos.

En Chile, desde el año 2010 el territorio comprendido entre las regiones de Coquimbo y de La Araucanía ha experimentado un déficit de precipitaciones cercano al 30%. Esta pérdida de lluvias ha permanecido desde entonces en forma ininterrumpida y ocurre en la década más cálida de los últimos 100 años, exacerbando el déficit hídrico a través de la evaporación desde lagos, embalses y cultivos. La persistencia temporal y la extensión espacial de la actual sequía son extraordinarias en el registro histórico. Este evento, que hemos denominado “megasequía”, tampoco tiene análogos en el último milenio de acuerdo a las reconstrucciones climáticas en base al crecimiento de anillos de árboles.

Los datos de la Autoridad del Río Zambeze confirman que el flujo de agua está en su nivel más bajo desde 1995. La sequía ha provocado cortes de suministro en Zimbabwe y Zambia. Estos países dependen en buena medida de la energía hidroeléctrica que se produce en las centrales de la presa de Kariba, situada aguas arriba de las cataratas Victoria en el río Zambeze. El ingeniero Kling recuerda que los modelos ya habían predicho una mayor de frecuencia de años secos en la cuenca del Zambeze, pero que resulta "sorprendente que la sequía sea tan frecuente", dado que la última fue hace solo tres años. A medida que el río se calienta por las altas temperaturas, 437 millones de metros cúbicos de agua se evaporan cada segundo.

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