lunes, 16 de diciembre de 2019

La pequeña edad de hielo


A finales del siglo XVI, el clima había enloquecido. El frío, las inundaciones, las malas cosechas y la guerra asolaban lo que hoy es Holanda. “Dios nos ha abandonado”, escribió en 1572, en uno de los escasos diarios que relatan aquel desastre, el monje Wouter Jacobszoon. El mundo se encontraba en la Pequeña Edad del Hielo que, según algunas estimaciones actuales, había empezado ya 200 años antes y que viviría su momento más intenso entre finales del siglo XVII y principios del siguiente. Aquella crisis climática provocó una transformación social, económica, política y cultural tan profunda que sus consecuencias han llegado hasta la actualidad.


La investigación sobre la Pequeña Edad del Hielo es relativamente reciente. Científicos del norte de Europa empezaron a estudiarla hace sólo unas décadas y constataron descensos de temperaturas generalizados. En lo relativo al sur del continente, Marc Oliva, geógrafo de la Universitat de Barcelona, lideró un equipo, en el que estaba también Barriendos, que estudió seis siglos de evolución del clima en la Península Ibérica . Según sus conclusiones, igual que sucedió en el resto del continente, aquí se produjo “un descenso térmico en torno a dos grados respecto a las temperaturas actuales durante la fase más intensa”.

Es el llamado Mínimo de Maunder, que empezó en la segunda mitad de siglo XVII y que se debió posiblemente a un descenso de la radiación solar. Pero mientras en Europa la característica fundamental de este desbarajuste climático fue el frío, en la Península se manifestó con inundaciones y largas sequías.

Los problemas, sin embargo, habían arrancado mucho antes. Estudios como el de Oliva sitúan el inicio de las anomalías en el siglo XIV y sus últimos coletazos, a mediados del XIX. Los efectos de estas alteraciones, pues, ya se habrían dejado notar antes de la gran epidemia de peste que se llevó por delante a decenas de millones de europeos en torno a 1350. Una población debilitada por el hambre, fruto de las malas cosechas anteriores, ofreció muy poca resistencia a una plaga tan dañina.

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