lunes, 22 de febrero de 2021

La consolidación del proyecto empresarial de la Vasco-Leonesa en Ciñera-Matallana

El verdadero despertar de la hulla leonesa (1894-1913) 

En este período operaron numerosos productores en la cuenca de Ciñera-Matallana, pero los más destacados fueron cuatro: Valle y Díez, la Sociedad Carbonífera de Matallana, Hulleras de Ciñera y, especialmente, la Sociedad Anónima Hullera Vasco-Leonesa. 

La primera, que se asentó en la parte oriental de la cuenca con el nombre inicial de Compañía Minera Anglo-Hispana, estaba llamada a desempeñar un papel destacado. No sólo porque su camino y el de la Vasco-Leonesa confluirían en 1944, también porque sus promotores, Emilio del Valle Egocheaga y Francisco Díez Rodríguez, fueron dos personajes clave en la historia de la cuenca minera. 

De su balance de estado de situación a 31 de diciembre de 1911 se deduce que tenía agencias en Londres (ciudad en la que presumiblemente se encontraría la sede, pues es donde la junta general de accionistas aprobó el balance) y Matallana. Su capital ascendía a 950.000 pesetas, y en su activo figuraban como partidas más significativas las minas de Matallana (163.820 pesetas), unos lavaderos (48.000 pesetas), unos hornos de cok (75.000 pesetas) y un taller de aglomerados (163.500 pesetas). 

La Sociedad Carbonífera de Matallana, creada en 1890 en Bilbao con un capital de un millón de pesetas, explotó las concesiones Collín, Chimbo, Nuestra Señora del Rosario, Milagro de Guadalupe, Pilar y Presentación (Revilla, 1906), ubicadas en las proximidades de Matallana de Torío. 

Esta compañía reunía una serie de características que ya hemos encontrado en Hulleras de Sabero y con las que nos volveremos a encontrar al analizar la trayectoria de la Vasco-Leonesa: participación mayoritaria de accionistas vascos en su capital, estrechos vínculos con el ferrocarril (la mayoría de los accionistas de la empresa carbonera fueron miembros del primer consejo de administración de Ferrocarriles de La Robla), y presencia en ella de los intereses siderúrgicos vascos, esta vez representados por la fábrica La Vizcaya, de la que los hermanos Salazar, accionistas de la empresa minera, eran consejeros fundadores (Fernández Díaz Sarabia, 2003). 

Al igual que Hulleras de Sabero, firmó con la compañía ferroviaria un contrato de transporte muy favorable que la convirtió en el segundo cliente del ferrocarril. Las difíciles condiciones de las explotaciones ocasionaron el cese de su actividad entre 1903 y 1904148 . Hulleras de Ciñera se constituyó, con un capital de dos millones de francos, el 29 de mayo de 1900 en Bruselas. 

Su principal accionista fue Fabián Alonso López, vecino de Buiza (La Pola de Gordón), que aportó a la sociedad las concesiones de su propiedad ubicadas en el valle de La Vid y Ciñera (Bernesga, Emilia, Ramona, Blanca y Anita), recibiendo a cambio el 80 por 100 de las acciones. El objeto social de la compañía consistía en la explotación de las minas citadas, negocio que completaba con la aglomeración del carbón en una fábrica instalada en Ciñera. 

En 1903 absorbió a Hulleras del Bernesga, y siete años más tarde sería ella la que correría igual suerte a manos de la Vasco-Leonesa, la compañía en la que necesariamente debemos centrar nuestra atención por su trascendencia en la historia de la cuenca minera. 

El antecedente más inmediato de la que se convertiría en una de las principales compañías mineras españolas hay que buscarlo en Bilbao el 12 de agosto de 1889, fecha en la que se constituyó, con capital íntegramente vasco de 250.000 pesetas, la sociedad colectiva José Amézola y Compañía151. Su objeto consistía en llevar a cabo los trabajos de explotación de un grupo de minas de carbón ubicadas en la cuenca de Ciñera-Matallana, algunas propias y otras pertenecientes a diversos propietarios representados por Vicente Dotzaner Hamm (alemán residente en Bilbao). 

Sólo cuatro años más tarde, el 19 de octubre de 1893, el ánimo de ampliar el negocio y la necesidad de nuevos socios desembocaron en la creación, también en Bilbao, de la SociedadHullera Vasco-Leonesa. Únicamente el 33 por 100 de su capital se aportó en efectivo (tabla 16), el resto fue la contrapartida de las minas cedidas por el grupo representado por Dotzaner Hamm, y de las labores y concesiones entregadas por José Amézola y Compañía. Los trabajos de la Vasco-Leonesa se centraron, como los de Hulleras de Ciñera, en la zona occidental de la cuenca.

1 comentario:

Unknown dijo...

Es increíble ver la evolución que ha tenido este sector y lo duros que fueron los orígenes. Ver cómo crecen en la actualidad empresas como INKO21, dedicadas a mejorar las condiciones y las prestaciones de la maquinaria para que la tradición no se pierda, es un verdadero lujo. Gracias por este tipo de post, son muy necesarios para no olvidar de dónde venimos y saber hacia dónde vamos.