miércoles, 12 de octubre de 2022

No será sólo la edad...

Ayer tarde el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, dictó la XVII lección conmemorativa en el auditorio de la fundación madrileña Carlos de Amberes, con el título “Cómo la guerra de Ucrania ha cambiado Europa”.

El acto estuvo presentado por Enrico Letta, ex primer ministro de Italia y al mismo asistieron el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares y Javier Solana, ex secretario general de la OTAN.

Previamente tanto Josep Borrell como el patronato de la fundación Carlos de Amberes, de la que es presidente el periodista Miguel Angel Aguilar, fueron recibidos en audiencia por el rey Felipe VI. 


Un acto organizado por un periodista significativo dentro del grupo de comunicación EL PAIS-SER, en el que el máximo responsable de la política exterior de la Unión Europea habla ante el ex secretario general de la OTAN y el ministro de Asuntos exteriores español, y que además previamente ha sido recibido por el rey, parece tener un respaldo suficiente del poder político español y europeo. Claro que el poder con mayúsculas ha de ser mucho más complejo y opaco, pero de eso los simples mortales no tenemos ni idea. 

La lección me ha parecido muy esclarecedora. Me he quedado con alguna idea, pero por supuesto es mucho mejor escuchar la conferencia completa. 

Por boca de Josep Borrell y de Javier Solana se ha explicitado que estamos asistiendo al fin de la época que se alumbró con la desaparición de la Unión Soviética. En aquel momento Francis Fukuyama creyó que la historia, como lucha de ideologías, había terminado. En estos momentos quizás otro teórico de éxito decrete el fin del futuro, como lucha entre imperios. 

Josep Borrell identificó como causas del nivel de bienestar europeo además de otras más, la utilización de los combustibles rusos más baratos, el traslado de la producción industrial a China para aprovechar su baratísima mano de obra y la confianza en la protección frente a terceros del ejército americano. Lo curioso es que insinúa que fue algo parecido a un error, una mala estrategia. No es extraño que su etapa de participación en el consejo de administración de Abengoa coincidiera con su final en quiebra. En todos los procesos productivos se trata de procurarse recursos y mano de obra barata para crear productos competitivos que puedan salir al mercado. 

Otra afirmación fue la de que sin la ayuda militar occidental la guerra se acabaría. Cabe pensar que con la derrota ucraniana. Pero claro que dado que los ucranianos aún quieren combatir se les ha de seguir proporcionando armas. 

Yo no pienso comentar nada. En el turno de preguntas lo intentó Clemente Polo, catedrático de economía, al que se intentó boicotear con los supuestos problemas de sonido y ante sus afirmaciones de que le parecía inmoral que los países occidentales enviasen armas pero no soldados, dejando las explosiones de las bombas para las ciudades y los soldados ucranianos y rusos, Josep Borrell le acusó diplomáticamente de desear una tercera guerra mundial. A su afirmación de que la diplomacia europea hacía un gran seguidismo de los intereses norteamericanos se respondió con aquellas miradas gestos y comentarios que le hacen sentir a uno como marciano candidato a plaza en el psiquiátrico. 

Vean el video de la conferencia y valoren por su cuenta. 

Los europeos vivimos en Europa, que por cierto no es la potencia que sugiere Josep Borrell, como mucho region subsidiaria del bloque político-económico que lidera Estados Unidos, ciertamente no se trata ahora de cambiar de bando y acogerse bajo el paraguas chino que no sabemos cuanto tapa. Pero todo este follón del gas, el petróleo, el cereal, la electricidad, la inflación y todo lo demás ha de tener que ver con esa lucha entre potencias una hegemónica y otra emergente, y no tanto con la invasión de Ucrania. La guerra de Ucrania como mucho tiene que ver con una cuestión de patios traseros entre Rusia y la Unión Europea y por estas cosas no se ha de afectar tanto la economía mundial. Si esto pasa, o más bien, si esto sigue pasando, es que la cosa es mucho más grave que lo que ocurre en Ucrania. 

En Rusia a los contestatarios les encarcelan y a veces muere alguien. En Europa no hace falta, al que se atreve se le condena al ostracismo y se le envía a alguno de los gulags sociales para ultraderechistas, negacionistas, terraplanistas, ilusos, etc. 








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