lunes, 23 de enero de 2023

La diplomacia económica china

China despliega su diplomacia económica con la vista puesta en la nueva Ruta de la Seda, para ello se abre camino como una telaraña que se extiende sobre todo el globo, y que hace temer a Estados unidos y los países occidentales que de materializarse haría del gigante asiático un titán entre imperios en declive. 

La que fuera One Belt, One Road Initiative (OBOR) ahora llamada BRI (Belt and Road Initiative), y conocida en castellano como la Nueva Ruta de la Seda, es un gran proyecto internacional iniciado en 2013. Combina dos vertientes, una de infraestructuras marítimas y otra terrestres y seis corredores económicos. Así internacionaliza China su proyecto en el mundo. De esta forma, como indica Christina Müller-Markus, analista de Cidob, «la ruta une continentes, océanos, países, organizaciones internacionales y regionales, tratados multilaterales y bilaterales. Abarcando finanzas, I+D, ciencia y tecnología, así como el intercambio cultural y académico». Pasando por los países que son socios numerarios porque han firmado el memorándum de entendimiento del BRI, frente a los que solo tienen proyectos puntuales. Básicamente, el BRI es una iniciativa de un billón de dólares impulsada por China para conectarla con el resto del mundo.

Tal como afirma Fernando Cortiñas, profesor del IE Business School, «China lo que está haciendo es replicar exactamente el modelo colonial de las potencias europeas del siglo XIX. Reino Unido construía ferrocarriles, centrales eléctricas y canales en las colonias, y éstas pagaban exportando materias primas, que los británicos transformaban, y luego vendían. La idea es que China presta dinero a sus vecinos y si no pueden devolverlo, se lo cobra con materias primas a futuro o se queda con la infraestructura que ha levantado en tierras extranjeras y la gestionan técnicos chinos».

Fernando Moragón, analista de geopolítica especializado en Eurasia, explica que la operación consiste en que los chinos desarrollan las economías de cada país para venderles sus productos. Y un claro ejemplo es «Pakistán, a la que le están haciendo una economía nueva, invirtiendo 63.000 millones de dólares. Los chinos prefieren el dominio económico, más que el militar, que es el estilo anglosajón». Cortiñas apunta: «Rusia sería a China lo que es hoy Reino Unido a EE.UU., Reino Unido es una potencia militar de las más grandes de Europa, y EE.UU. la usa como caballo de Troya en Europa, para jugar sus cartas en el Viejo Continente».

Lo que queda patente es que China invierte mucho dinero en diversos frentes, en supercomputadores, en hacer sus propios microchips, en fusión nuclear. Tiene una clara apuesta de I+D, donde EE.UU. está perdiendo la batalla. Cortiña sentencia: «Cuando se invierte en educación y en innovación, tienes más productividad y más competitivo puede ser uno a nivel comercial y militar». Así China busca desarrollar el transporte, mejorar el control del clima y la producción agrícola e impulsar el desarrollo energético. Con China Railway Rolling Stock Corporation rompía los esquemas con su tren por levitación magnética a 600 km/h. También invierte en una revolución energética construyendo plantas solares en China y en Vietnam hasta plantas de energía térmica y de carbón en Madagascar. Además, tiene proyectos para mejorar la tecnología y el comercio digitalizado en Moscú.

«Rusia sigue siendo la segunda potencia nuclear del mundo. De tal manera que China pone la gente, las capacidades industriales y Rusia pondría las armas, en una alianza estratégica muy complementaria» , señala Cortiñas. Pero matiza que los países no tienen amigos permanentes, solo intereses permanentes, «por lo que China podría terminar comiéndose a Rusia, sobre todo en su parte oriental con grandes recursos minerales. Pero hoy, le es útil». Mientras, Europa y EE.UU. sigan aislando a Rusia, China le compra sus recursos a un tercio de su precio. Gana la guerra comercial, pero no la monetaria porque el principal obstáculo de China y su moneda es que los países comercian con ella, pero la temen y en el fondo no confían en su autocracia. Cosa que no ocurre con EE.UU y el dólar. Rusia, por su parte, tiene su propia iniciativa euroasiática que rivaliza con el BRI. Sin embargo, apoya los objetivos del gigante asiático.

Mientras, cada vez es más evidente para Occidente que la Ruta de la Seda es una amenaza para la cohesión de la UE. Así China se hizo con el 67% del puerto griego del Pireo, en el corazón del Mediterráneo, convirtiéndose en la zona de acceso de productos chinos. Asimismo, cuando más se debilita Rusia, más dependiente se vuelve de China, y eso es algo que se puede ver con la Ruta de la Seda polar. El oso y el dragón eran enemigos en este asunto, pero la necesidad ha cambiado las tornas. «Y las rutas árticas que se están abriendo representan la hucha de Putin, ya que en el Ártico se da más del 70% de la producción de gas natural de Rusia y el 17% de su petróleo». Y para China supone una enorme reserva de minerales y una forma de acortar tiempo en sus rutas. Para el resto del mundo, como explica Cortiñas, China quiere ser con el BRI «como el tío soltero que le regala dinero a los sobrinos». Pero sus préstamos «suponen un regalo envenenado, y así ‘compra’ pequeños países endeudados, como las Islas Maldivas, Sri Lanka, Yibuti o Pakistán. Y también los chinos han empezado a desplegar una serie de pactos en las islas del Pacífico, que antes han apoyado a Taiwán. 

La reacción retrasada de la UE al BRI, como señala Águeda Parra, analista de la Fundación Alternativas, ha sido el denominado ‘Global Gateway’, «el proyecto alternativo europeo a la Ruta de la Seda que pretende movilizar 300.000 millones de euros para 2027 para generar influencia en entornos asiáticos, con una visión europea». Pero el BRI también extiende sus tentáculos sobre Suramérica y el Caribe. Interesada, como explica Parra, en sus minerales tecnológicos. 

La Ruta de la Seda Digital se centra en los cables submarinos y, en menor medida, terrestres de fibra óptica. También incluye sistemas de navegación satelitales, ya que China tiene BeiDou (BDS ), un sistema de posicionamiento global, más preciso que el GPS estadounidense. Aparte del 5G, los centros de datos o la IA. Eduardo Tzili, experto geopolítico, explica que «en África y Suramérica el BRI se abre paso con esta infraestructura digital, a través de la empresa Huawei. Luego compra las tierras que pasan a ser propiedad privada de empresas chinas, y por extensión del Gobierno chino y eso es una amenaza para la soberanía de los países ».

Además, Cortiña apunta «la Ruta de la Seda digital tiene la ventaja de que es muy barato desplegar redes de comunicaciones móviles comparado con un ferrocarril. Y políticamente tiene buena propaganda decir, por ejemplo, que China le ha dado el 5G a Uganda». Pero una infraestructura digital china expone a los países a la gobernanza del ciberespacio por el gigante asiático. Pese a ello, en África ya representa el 70% de la banda ancha.

Lo que queda patente es que China invierte mucho dinero en diversos frentes: supercomputadores, microchips, fusión nuclear... Y el Covid no los ha detenido, «Donde hay un problema, China ve una oportunidad, así tienen una Ruta de la Seda de la salud que desplegaron con la pandemia», afirma Tzili. Como indica Cortiñas, «los chinos han aprendido de lo que hicieron los imperios coloniales de Europa en el XIX y de EE.UU. Sencillamente han sido buenos alumnos ». 


Libro China ha vuelto para quedarse de Marcelo Muñoz Álvarez.

En “China ha vuelto para quedarse” Marcelo Muñoz pretende mostrar lo que significa la reemergencia de China, cómo fue primera potencia durante dos milenios, cómo se hundió su Imperio y en qué medida ha reemergido o “vuelto”, en pocos decenios, hasta convertirse en la segunda potencia económica y tecnológica, muy cerca ya de llegar a ser la primera. En este nuevo relato intenta bucear en las claves de esa transformación, en su modelo político, en su modelo económico, tan distinto del occidental. Y, sobre todo, qué lugar quiere o le corresponde ocupar en este mundo globalizado y dominado, hasta ahora, por Estados Unidos y la Unión Europea. Intenta, también, analizar las debilidades de China y la lista de los enormes retos a los que se enfrenta en las próximas décadas, que son también retos para este mundo globalizado, como el cambio climático, la desigualdad creciente, la inteligencia artificial, la eliminación de los paraísos fiscales y de las armas nucleares, el narcotráfico...la defensa de todos los derechos humanos en una democracia participativa...Y, para ello, cómo contribuir a la construcción de una gobernanza global multilateral. Quizá lo más original de este relato es que lo escribe en diálogo continuado con algunos de sus amigos chinos empresarios, politólogos e historiadores. Y aspira a conseguir un dialogo interactivo con sus lectores.

Marcelo Muñoz (Jaraíz de la Vera, 1934) llegó a China en 1978, tras años como docente y ejecutivo, para establecer la primera empresa española en China, Consultora Comercial especializada en este mercado, lo que le convierte en el decano de los empresarios españoles en China. Ha asesorado y acompañado en el mercado chino a numerosas empresas de exportación, intercambios tecnológicos y proyectos industriales y de investigación y a diversas administraciones públicas, españolas y chinas. Ha residido en China largos períodos, en diferentes etapas a lo largo de años, y recorrido muchas de sus ciudades y aldeas, lo que le ha permitido observar de cerca y analizar las profundas transformaciones de su sociedad en los últimos decenios, y debatir sus claves con no pocos dirigentes de la sociedad civil chin. Ha recogido sus vivencias, en estudios, análisis y recorridos por toda China en conferencias y artículos y en sus libros “El enigma chino” (2008), “China 2050” (2011) y “La China del siglo XXI” (2018), y, ahora, en “China ha vuelto para quedarse”, con el contrapunto de sus conversaciones con dirigentes de la sociedad civil china, a lo largo de más de 40 años. Como politólogo y experto en China ha participado en múltiples conferencias, mesas redondas, artículos, entrevistas, con el bagaje de su formación económica, filosófica y empresarial.



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