sábado, 28 de enero de 2023

La leyenda del motor de agua

El motor de agua fue un presunto invento de Arturo Estévez Varela que nunca llegó a fabricarse comercialmente. Su pretendido creador nació en Valle de la Serena en 1914. En los años 70 hacia demostraciones de su motor que utilizaba agua a la que se añadía un misterioso producto nunca desvelado. 

Estévez Varela no llegó a comercializar este invento, pero alrededor del mismo surgieron diversas acusaciones de fraude, que ponían en duda que realmente se lograse hacer funcionar un motor con agua. Por otra parte, la leyenda habla también del complot que en la época pudieron tramar las empresas energéticas y petroleras, rumoreándose que podrían haber comprado la patente de este invento para silenciarlo e impedir que se hundiese su negocio y sus ganancias. Lo que sí es un hecho comprobado es que en la Oficina de Patentes y Marcas del Ministerio de Industria no existe referencia alguna al motor de agua de Arturo Estévez.

Pese a que se conocía en toda España como «el motor de agua», en realidad se trataba de un generador de hidrógeno a partir del agua que se suministraba junto con un reactivo cuya composición Estévez nunca reveló. Con dos litros y medio de agua y un kilo de su aditivo aseguraba que se conseguían tres metros cúbicos de hidrógeno, con los que era capaz, tal y como demostraba en algunas grabaciones del NO-DO, que podía hacer circular una motocicleta.

Según declaraba Estévez, la arena por él inventada, mezclada con un 20 por 100 de carbón de piedra y tratada en un horno especial a una temperatura de 1.800 grados, daba como resultante una pasta amorfa, que, introducida en el generador, con la debida proporción de agua, producía por electrólisis o descomposición, el hidrógeno, con el que se movía el motor. 

Además de su trabajo como ingeniero Estévez vivía de los beneficios generados por la venta de unas 73 patentes. La que más dinero le generó fue la de un arrancador automático para tubos fluorescentes, en 1951, que le valió 370.000 pesetas. La que menos, un condensador electrolítico para corregir el coseno de Fi, en 1953: 90.000 pesetas. También le sacó un pellizco, dos millones y medio de pesetas, a las quinielas y algún premio de la lotería.





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