miércoles, 18 de enero de 2017
Asalto al tren de Andalucía
En La ilustración europea y americana del 8 de abril de 1872 encontramos esta referencia al robo de un tren en Andalucía.
DESCARRILAMIENTO Y ROBO DEL TREN DE ANDALUCÍA.
Tan inaudito es el suceso á que se refiere el epígrafe anterior, á tantos comentarios se presta , y tan grande será el eco que produzca en todas las naciones civilizadas, que nosotros, cronistas imparciales, a fin de no incurrir en equivocaciones, nos vemos precisados á copiar la relación que publicó un periódico de esta corte, con informes de testigos presenciales.
«A las doce y cuarto de la noche del sábado 30 de Marzo — dice el periódico aludido — descarriló y ha sido robado el tren procedente de Andalucía, entre Valdepeñas y Manzanares. A las nueve de la nocbe varios hombres armados de trabucos y escopetas se apoderaron de los guardas del paso á nivel de la venta de Consolación, y los obligaron á ayudarles á arrancar varios rails y traviesas , que dejaron atravesados en la vía, con el propósito de detener el tren ó producir un descarrilamiento.
Apenas el tren anunció su llegada, los bandidos obligaron á los guardas á que hicieran señales de alto.
El tren, sin embargo , no pudo detenerse . y entró en el terreno removido, arrojando los coches con grandes sacudimientos fuera de la via.
Júzguese del terror de los viajeros cuando al mismo tiempo que veían en peligro su vida, porque el descarrilamiento tenia lugar en un terraplén colocado sobre profundos barrancos, oyeron tiros, maldiciones, juramentos y ayes, y se vieron amenazados por trabucos y escopetas que se asomaban por las ventanas de los coches.
Lo que pasaba era lo siguiente;
Viendo los ladrones que el tren seguía caminando, porque el maquinista no pudo detenerlo desde luego, dispararon á aquél dos tiros. El maquinista y el fogonero comprendieron entonces de lo que se trataba , y se arrojaron de la máquina. El fogonero se amparó en uno de los primeros coches, y el maquinista corrió pidiendo auxilio hacia un coche inmediato, donde sabía que venían dos guardias civiles, los cuales, por no traer cargo alguno, porque volvían de la comisión de custodiar caudales, estaban sentados entre los pasajeros.
Instantáneamente, sin embargo, los guardias civiles cumplieron con su deber. Uno de ellos , cabo, disparó su fusil, y se metió en el furgón inmediato á la máquina. El otro se arrojó á tierra por el lado opuesto, precedido de un joven teniente de infantería que , con el sable desnudo, dio el grito de « ¡á ellos! », y se lanzó sobre los bandidos. Estos le recibieron á tiros y le derribaron al suelo de un balazo en un hombro, echándose sobre él y sobre el guardia seis de los ladrones, que no dejaron de apuntarles con las escopetas hasta que consumaron el robo.
El cabo entretanto disparó su fusil dos ó tres veces, y los bandidos, que le veían encastillado en el furgón, subieron sobre éste y dispararon contra el guardia, por el agujero donde se coloca el farol. cuatro ó seis tiros, dos de los cuales le inutilizaron el fusil, y el tercero le hirió en el ojo derecho, derribándole en tierra.
Otra desgracia ocurría al mismo tiempo. Entre los pasajeros que se echaron fuera del tren, por temor á
las consecuencias del descarrilamiento, venia un joven actor cómico, procedente de Granada, y porque no obedeció pronto á los bandidos, que le mandaban volver al coche , ó porque dijo alguna palabra, lo cierto es que sufrió un tiro de escopeta á bocajarro, que lo atravesó por medio del cuerpo.
Habiendo cesado, pues, toda resistencia á los ladrones, empezaron éstos á tranquilizar á los viajeros, mezclando a sus juramentos y blasfemias palabras de seguridad, diciendo á gritos que los viajeros nada tenían que temer, pues ellos venían solo por dinero.
En virtud de esta intimación, todos y cada uno de los pasajeros se retiró al fondo del coche, esperando
el momento en que vinieran á desbalijarlo. Por media hora reinó en todo lo largo del tren silencio sepulcral, ligeramente turbado por el viento que silbaba y el murmullo de los ladrones que registraban
exclusivamente el furgón de equipajes.
Todavía se pasó otra medía hora en esta angustia, hasta qne se oyó un silbido y la voz de ¡Fuera! lo
que significaba que los ladrones se retiraban con su botín. De los que los vieron marchar, unos dicen que se alejaron á pié y otros á caballo, pero todos convienen en que fueron hacia Sierra-Morena.
Después que marcharon los ladrones, bajaron de los coches los pasajeros, y supieron que los salteadores se habían llevado unos cuarenta ó cincuenta mil reales que venían de trasporte, y los fondos de la compañía.
Un tren que llegó de Manzanares, con el ingeniero y el médico de la empresa, trasbordó los pasajeros y equipajes, que así continuaron, después de siete horas de detención, su camino.
De los heridos, el teniente de infantería y el cabo de la guardia civil fueron curados en la casilla del
guarda de la vía. La herida del oficial no ofrece peligro. Se teme que el guardia pierda el ojo, por haberle quedado un perdigón dentro. El infeliz actor ofrecía á la salida del tren pocas esperanzas de vida.
Se dice que los bandidos que han dado este golpe son los que vagan hace días por los montes de Toledo, auxiliados por alguna gente del país. Se observó que habían cortado los hilos telegráficos de la linea de Daimiel, por donde pensaban hacer su retirada.
Los pasajeros, que trasbordaron á las siete de la mañana, llegaron á Madrid después de las dos de la
tarde. »
He aquí el hecho, descrito por un testigo presencial, y cuya relación está conforme con otras, relativas
al mismo suceso, que hemos oído á. diferentes viajeros: tan escandaloso es, tan inaudito, que no hallamos palabras bastante enérgicas para condenarlo.
Nuestro grabado de la primera página representa el hecbo descrito en este suelto, según un cróquis y
minuciosos datos con que nos ha favorecido uno de los testigos oculares.
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