A simple vista, Marty no se diferencia mucho de un colorido juguete infantil. Es pequeño, simpático y se mueve con gracia. Esta imagen no es una casualidad, por supuesto, porque su creador, el escocés Alexander Enoch, pensaba en los niños desde la gestación del proyecto. Concretamente en una niña, su sobrina Juliet, para la que buscaba un regalo muy especial: un robot que pudiera caminar. Pero ninguno de los que encontró le convencía, así que pensó en diseñar uno. Aquel regalo frustrado se convirtió en un proyecto que, según The Scotsman (uno de los diarios más importantes de Escocia) “puede cambiar radicalmente cómo los niños aprenden mecánica y programación”.
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