miércoles, 27 de septiembre de 2017

La épica de las científicas


En el otoño de 1940, mientras el antisemitismo daba dentelladas, Rita Levi-Montalcini (Turín, 1909-Roma, 2012) fabricaba instrumentos artesanales para rehacer en su habitación un laboratorio donde continuar con la investigación que las leyes raciales de Mussolini habían truncado. Ante cada bombardeo británico, protegía su vida tanto como la del microscopio binocu­lar Zeiss que se llevaba al refugio. En la montaña, donde se ocultó con su familia, peregrinó por granjas para conseguir huevos que le proporcionasen embriones para el experimento y tortillas para sus estómagos, por este orden. Y ni siquiera fueron las horas más angustiosas que vivió durante la guerra, cuando ejerció la medicina con tal impotencia ante la avalancha de muertos que renunció de por vida a la práctica clínica.


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