El cielo de Barcelona se iluminará con haces de luz durante las noches del 16, el 17 y el 18 de marzo, las tres fechas en que se conmemorará el 80º aniversario de los 'tres días de marzo' en que la aviación fascista italiana machacó incesantemente la ciudad, lanzando 44 toneladas de bombas que acabaron con la vida de un millar de personas.
1938 fue el año de los grandes bombardeos de Barcelona. Capital de la República desde noviembre de 1937, cada vez más cercana a los escenarios de las grandes batallas de la guerra civil, la ciudad se convirtió en objetivo aún más prioritario de la aviación italiana y alemana al servicio de Franco. Ese año se produjeron la mayoría de las 385 incursiones aéreas acabaron con las vidas de casi 3.000 barceloneses durante la guerra, pero algunos de esos bombardeos alcanzaron por su crueldad la categoría de míticos, como la devastadora explosión frente al Coliseum en los tres días sangrientos de marzo (16, 17 y 18). Otros deberían ser igualmente recordados, como la destrucción de la Escola del Mar que se acaba de conmemorar. Y sin duda, en la memoria queda la bomba que dejó sus marcas de metralla en la fachada de la iglesia de Sant Felip Neri y acabó con la vida de 42 niños que se habían intentado proteger en el refugio bajo la iglesia. De la matanza de inocentes de Sant Felip Neri se cumple este martes, 30 de enero, el 80º aniversario. Aunque las conmemoraciones públicas, las de todo aquel año de las bombas, empezarán en marzo, con varias actividades agrupadas en el ciclo ‘Memòria de la destrucció’ del Comissionat de Programes de la Memòria del Ayuntamiento de Barcelona.
¿Qué sucedió aquel 30 de enero? "No solo fue Sant Felip Neri", recuerda el profesor de la UB David Íñiguez, coautor de ‘Sota les bombes’ (Angle Editorial) y ‘La guerra aèria a Catalunya’ (Rafael Dalmau Editor). Fueron dos oleadas de bombarderos italianos Savoia 79, a las 8.55 y a las 11.25, y se martilleó el centro de la ciudad, el puerto y la Barceloneta, que quedó arrasada. La segunda insistió en los mismos puntos, llegando a alcanzar a las brigadas de salvamento que rescataban a los heridos. En total, 216 muertos y 87 edificios derrumbados en las calles Sant Domènech del Call, Pi, Duc de laVictòria, Capellans, Avinyó, Escudellers Blancs, Casp, Gran Via, paseo de Sant Joan y las plazas Nova y de Sant Felip Neri. Se utilizaron bombas de 250 kilos, altas como una persona adulta, pensadas para demoler estructuras: una de ellas abrió un cráter de cinco metros de ancho y dos de hondo en medio de la plaza de Sant Felip Neri. Otra hundió el refugio del subterráneo matando a 42 ocupantes, la mayoría niños.
Desde los diarios de vuelo de las escuadrillas italianas que lanzan los ataques, frialdad. Así resume resume el diario del Ala Número 8 de la aviación fascista italiana la mortífera acción: "Dos formaciones de seis aparatos cada una, a intervalos de dos horas, con el puerto de Barcelona y sus cercanías como objetivo, efectúan acción de bombardeo. Comandantes de las formaciones: capitán De Prato y mayor Lamanna. Total de horas de vuelo: 26.20’. Total del explosivo utilizado: 36 bombas de 250 kilos y 24 bombas de 20 kilos. Resultados obtenidos: objetivos alcanzados. Reacción antiaérea: precisa e intensa –intervención de la caza enemiga sin eficacia-". Y punto final.
Era la hora del recreo en la escuela Milà i Fontanals y un ruido ensordecedor cruzó Ciutat Vella. La onda expansiva hizo saltar de la cama a Roser Ponsatí (Barcelona, 1930) e hizo añicos los cristales. Se acercó al balcón de su casa y supo qué era el horror al ver una imagen que debería estar prohibida sobre todo para un niño. Roser rondaba entonces los 7 años y sus ojos vieron un camión lleno de cadáveres, muchos infantiles. Eran las 10.30 de la mañana del 18 de marzo de 1938 cuando las bombas cayeron en el patio escolar lleno de niños.
Un camión descubierto aparcado en la calle se convirtió en un gran ataúd, "todo lleno de cuerpecitos tiesos. ¡'Pobrets'!, aún los veo", afirma. La familia Ponsatí corrió espantada para retirar a la pequeña que estaba petrificada en el balcón. "En aquel momento yo era insensible", explica echando la vista atrás. La aviación fascista fue inmisericorde y durante tres jornadas, los 16, 17 y 18 de marzo de 1938, convirtió Barcelona en una diana a la que se disparaba sin apenas descanso.
Roser tiene ahora 88 años y desgrana sus recuerdos de los sonidos de las bombas, los destrozos de las casas, el olor a muerte en las calles del Raval y los cristales de las ventanas tapados con cinta de embalar para que no se rompieran... El suyo es uno de los cada vez más escasos testimonios de aquellos tres salvajes días de la guerra civil en Barcelona, de los que se acerca el 80º aniversario.
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