El programa Una hectárea en el Lejano Oriente tiene un territorio superior a más de tres veces España para repartir. Sé propietario en tu tierra. Con este lema, el Ministerio de Desarrollo del Lejano Oriente de Rusia (MDLO) ofrece a los ciudadanos terrenos gratuitos en las regiones más alejadas de Moscú. Más de 35.000 parcelas con 60.000 hectáreas de superficie en total se han adjudicado en el marco del programa Una hectárea en el Lejano Oriente que arrancó en junio de 2016, según afirma el viceministro Serguéi Kacháev. El presidente del país, Vladímir Putín, considera el desarrollo de esta zona como la prioridad nacional para el siglo XXI. La iniciativa para atraer a los rusos a los confines más orientales del país es la versión actualizada de la que lanzó a principios del siglo XX el primer ministro zarista Piotr Stolypin, una de las figuras históricas favoritas del líder ruso actual.
Dersú, una aldea de cabañas de madera cubiertas de nieve, ha sido el principal destino de los inmigrantes de origen ruso procedentes de Latinoamérica, que se han acogido a los planes de Moscú para la colonización del Lejano Oriente. En Dersú viven 74 Viejos Creyentes o miembros de la comunidad cristiana perseguida por oponerse a la reforma litúrgica del patriarca ortodoxo Nikon en el siglo XVII. Los raskolniki, como se les conoce, se dispersaron por la periferia de Rusia y en parte se exiliaron. Los que ahora vienen a Rusia, en su mayoría, completan un periplo alrededor del mundo que se inició en China, donde se refugiaron de la revolución bolchevique y la guerra civil, y siguió en los años sesenta en Uruguay, Brasil y Bolivia cuando las relaciones entre Moscú y Pekín se deterioraron.
El puente que une la ciudad de Vladivostok con la isla de Russki está sostenido por cables de tres colores diferentes. Son el rojo, el azul y el blanco de la bandera rusa, que se suceden a lo largo de esta obra de ingeniería de más de tres kilómetros de longitud inaugurada con ocasión del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (FCEAP) en 2012. El puente, como la isla, se llama Russki y es considerado como uno de los símbolos de la modernización de Vladivostok y de la proyección rusa hacia los espacios orientales.
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