Los restos que podemos contemplar en Olaberri se alzaron en el año 1766 sobre otros talleres más antiguos. Dentro de la línea reformista de los ministros de Carlos III, aparece un nuevo concepto de industria, las “Fábricas”, conjunto de diferentes dependencias destinadas a un único tipo de producción, cuya propiedad pasa en muchos casos de manos de particulares a las del propio rey. En este sentido, la Real Fábrica de Municiones de Eugi fue pionera en su género y experimentó nuevos modelos de trabajo. En sus 10.000 m2 de superficie reunía carboneras, hornos, moldería, talleres de calibrado, limpieza de municiones y otras actividades, articuladas en tres líneas paralelas de construcciones a distinto nivel, además de canalizaciones, puentes y una zona destinada a viviendas para los operarios.
Llegaron a vivir en ella unas 500 personas, que contaban con escuela, médico e iglesia propia. Los primeros operarios fueron franceses, a los que se envía protección militar con objeto “de que ni por vino, ni por otro motivo ninguno puedan alborotar ni reñir entre ellos ni con los del país”. Más adelante se incorporaron vecinos de la zona. De este periodo se conservan listados de sanciones económicas aplicadas por negligencia, mal uso de instalaciones, juegos, escándalos y apuestas a horas nocturnas. Tal vez las jaranas trataban de compensar las duras condiciones de vida de los trabajadores, que sufrían las carencias provocadas por un sueldo bajo y un suministro de alimentos y bienes encarecido por la dificultad del transporte.
El problema que suponía su aislamiento, afectaba especialmente al transporte de la producción. Llegó a plantearse hacer el Arga navegable, proyecto rechazado por complejo y caro. Finalmente se creó un camino que enlazaba la fábrica de armas de Orbaiceta con la de Eugi, y continuaba desde aquí hasta Irurita, donde el material se embarcaba en gabarras que seguían el cauce del Bidasoa hasta el Cantábrico.
La fábrica de Armas de Eugi funcionaría a pleno rendimiento hasta finales del XVIII, realizando principalmente fundición de bombas y balerío de diferentes calibres. En octubre de 1794, la Guerra de la Convención trajo a estas tierras las tropas de la Francia revolucionaria. Tras una dura batalla, más de 200 muertos y 700 prisioneros, la fábrica de Eugi fue desmantelada. También la de Orbaizeta sufrió daños. Pero así como ésta reanudó su actividad al finalizar la guerra, la de Eugi ya nunca recuperó totalmente su producción. Un informe redactado en 1843 constataba su estado ruinoso y fue abandonada definitivamente.
Las balas de cañón, también llamadas pelotas, se hacían en la fábrica de armas de esta localidad. Eran bolas redondas de hierro, de diferentes diámetros y calibres, muchas de ellas con un orificio en donde se alojaba pólvora prensada.
En la actualidad son varios los vecinos que guardan balas de cañón en sus casas; buena parte de ellas están recogidas en el río, pues las iba arrastrando el agua. Se sabe que los lugareños antiguamente las empleaban a la hora de calentar la leche, para precipitar su calentamiento introduciendo estas bolas dentro de la leche después de haberlas puesto rusientes previamente en el fuego. Esto se hacía a la hora de hacer la cuajada.
Una de las ofertas turísticas para este verano es la visita guiada a Olondo, el Centro de Refencia de Eugi.
Este centro, en el que se mezclan belleza arquitectónica, naturaleza e historia, busca poner en valor y mostrar al visitante los recursos y las tradiciones más significativas de la localidad.
Cuenta con una exposición permanente que permite al visitante adentrarse en la historia de Eugi, sorprenderse con la antigua fábrica de armas o disfrutar del entorno natural, las costumbres y tradiciones que alberga esta pequeña localidad.
Con el objeto de acercar esta realidad al visitante, durante el mes de septiembre se han organizado diversas visitas guiadas a las ruinas de la Real Fábrica de Municiones de Egui.
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