miércoles, 20 de junio de 2018

Migraciones mediterráneas


Del prólogo del "INFORME 2018:Las personas refugiadas en España y Europa" de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) mostramos el siguiente párrafo:

"La agudización de los conflictos en Siria, Sudán del Sur, República Centroafricana, Afganistán o República Democrática del Congo, así como de la represión contra la minoría rohingya en Myanmar, que no deja de crecer, y el largo exilio del pueblo palestino, agravado por la reciente espiral de violencia, configuran un escenario mundial que exige un compromiso mayor y más decidido con la defensa del derecho de asilo y con la protección de las personas refugiadas. Sobre todo, cuando, un año más, sabemos que son los países más empobrecidos los que acogen a la inmensa mayoría de estas personas, de las que, por cierto, el 51% son niñas y niños menores de 18 años. Solo Turquía ha recibido a más personas refugiadas que el conjunto de los 28 Estados miembros de la Unión Europea.


Columna de refugiados atravesando Croacia.

Y, sin embargo, a lo largo de estas páginas exponemos cómo la UE sigue cerrando sus puertas a los condenados de la Tierra, como seguramente Frantz Fanon los denominaría hoy, hasta el punto de convertir la travesía del Mediterráneo en la ruta migratoria más letal, mucho más arriesgada que, por ejemplo, la frontera entre México y Estados Unidos. En 2017, más de tres mil personas perecieron en sus aguas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), y en los cuatro primeros meses de este año han continuado produciéndose centenares de muertes en el mar, con un incremento muy preocupante en la travesía hacia las costas españolas, una ruta que nunca se cerró, pero que con lo que acontece en Libia se ha reactivado mucho más intensamente.

La progresiva impermeabilización de las fronteras del Mediterráneo oriental, desde el controvertido Acuerdo UE-Turquía de marzo de 2016, el cierre de la ruta terrestre y la ausencia de vías legales y seguras, y del Mediterráneo central, con los recientes convenios entre Italia y Libia, ha reducido de manera muy acusada las llegadas a Grecia e Italia, aunque esta sigue siendo el principal punto de llegada. En cambio, se han triplicado hasta España a través de la ruta del Mediterráneo occidental.

La incapacidad y la desidia de los líderes europeos para consensuar una política de migración y asilo común tras años de esfuerzos, debates y propuestas, el preocupante ascenso de las fuerzas políticas de ultraderecha en los países centrales del continente y también la difusión masiva de noticias falsas contra las personas refugiadas y de un discurso xenófobo y racista a través de Internet perfilan un futuro inmediato sombrío para el derecho de asilo en la UE. Muy lejos quedan ya la retórica y los compromisos asumidos (y finalmente incumplidos en 2017) cuando la mal llamada crisis de los refugiados estremeció las conciencias en 2015, con imágenes tan representativas y desoladoras como la del pequeño Aylan.

En 2017, 31.120 personas solicitaron protección internacional en España. Es, con mucha diferencia, la cifra más elevada alcanzada en un año. Por primera vez, estuvimos entre los seis países de la Unión Europea que atendieron más solicitudes y, aunque el Gobierno concedió el estatuto de refugiado a 595 personas (el dato más elevado desde 1994, en plena guerra de la ex Yugoslavia), nos preocupa mucho la sensible disminución del porcentaje de resoluciones positivas: si en 2016 el 67% de las personas cuyo expediente se resolvió lograron o bien el estatuto o bien la protección subsidiaria, el año pasado este porcentaje se redujo casi a la mitad, al 35%.

La situación en Ceuta y Melilla, en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y de los polizones que llegaron a los puertos españoles ofreció también motivos de seria inquietud a nuestra organización, pero también al Defensor del Pueblo e incluso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que por primera vez, en una sentencia de octubre de 2017, estableció que las llamadas “devoluciones en caliente” en los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla son ilegales."

" MÁS DE SETENTA MILLONES DE PERSONAS DESPLAZADAS DE MANERA FORZADA.

Según los datos globales del ACNUR más recientes al cierre de este informe, a finales de 2016, 65,6 millones de personas habían tenido que abandonar sus hogares a causa de la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones de los derechos humanos. De ellas, 22,5 millones eran personas refugiadas: 17,2 millones estaban bajo el mandato del ACNUR y 5,3 millones eran personas refugiadas palestinas registradas por la UNRWA. Otros 40,3 millones eran personas desplazadas dentro de las fronteras de sus países de origen y 2,8 millones eran solicitantes de protección internacional. Además, según los datos recabados y transmitidos por los gobiernos, 3,2 millones de apátridas vivían en 75 países, aunque el ACNUR estima que podría haber hasta 10 millones.

Todas estas cifras, en su conjunto, describen la magnitud del mayor éxodo registrado jamás y que no deja de crecer: según el Alto Comisionado, entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2017 el número de personas refugiadas en el mundo aumentó en 1,9 millones y el de desplazadas internas en 4,6 millones.

A fines de 2016, tres países sumaban el 55% de las personas refugiadas: Siria (5,5 millones), Afganistán (2,5 millones) y Sudán del Sur (1,4 millones).

Por su parte, Colombia (7,4 millones), Siria (6,3 millones) e Irak (3,6 millones) eran los más afectados por el desplazamiento interno. Turquía era el país que acogía a un mayor número de personas refugiadas, 2,9 millones, seguido de Pakistán (1,4 millones), Líbano (1 millón), Irán (979.400), Uganda (940.800) y Etiopía (791.600). Líbano, con alrededor de una persona refugiada por cada seis autóctonas, era el que atendía a un mayor número en comparación con su población, junto con Jordania (1 por cada 11) y Turquía (1 por cada 28).

Las regiones más empobrecidas siguieron asumiendo, un año más, una responsabilidad desproporcionada en la acogida de las personas refugiadas: el 84% del total. Nueve de los primeros diez países de acogida estaban en regiones empobrecidas, según la clasificación de la División de Estadística de la ONU.

El 51% de las personas refugiadas eran menores de 18 años. Los niños y niñas no acompañados (en su mayoría originarios de Siria y Afganistán) presentaron alrededor de 75.000 solicitudes de asilo en 70 países, casi la mitad de ellas solo en Alemania (35.900). Los países considerados menos desarrollados daban asilo a una proporción creciente: el 28% del total mundial (4,9 millones).

El ACNUR estima que a lo largo de 2016 unas 552.200 personas refugiadas retornaron a sus países, la mayoría (384.000) a Afganistán. Este regreso se produjo en condiciones que distan de ser las ideales. Además, 189.300 personas refugiadas fueron reasentadas en 37 naciones, casi la mitad en Estados Unidos (96.900).

El desplazamiento forzado en el mundo no cesa de crecer. Según los datos provisionales del ACNUR para el primer semestre de 2017, a fecha de 30 de junio la población bajo su mandato alcanzaba ya las 18.473.900 personas y, además, 4,6 millones de personas se convirtieron en nuevos desplazados internos, aunque las cifras fiables para este fenómeno solo se conocen al cierre del año.

A 30 de junio de 2017, Siria ya sumaba 6 millones de personas refugiadas, mientras que Turquía acogía a 3,2 millones, el 98,5% originarias de ese país.

Entonces, 995.800 personas refugiadas sirias vivían en Líbano, 654.600 en Jordania, 458.900 en Alemania, 242.600 en Irak y 122.800 en Egipto.

El segundo país de origen de un mayor número de personas refugiadas era Afganistán, con 2,6 millones, la mayoría asentadas en Pakistán (1,4 millones) e Irán (950.400). Y, en tercer lugar, figuraba Sudán del Sur, que en los seis primeros meses del pasado año originó 520.900 nuevas personas refugiadas; la mayoría (341.800) se desplazaron a Uganda, donde ya suman 981.200. También llegaron 407.000 a Sudán, 380.800 a Etiopía y 105.800 a Kenia. A 30 de junio de 2017, Sudán del Sur tenía 1,9 millones de personas refugiadas.

En cuanto al desplazamiento interno, en el primer semestre de 2017 la República Democrática del Congo fue el país que reportó un mayor número de nuevas personas desplazadas (1.765.700), seguida de Irak (984.600), Filipinas (420.600), Sudán del Sur (413.300), Yemen (352.000) y Afganistán (194.600). El ACNUR precisa que desconocía los datos de nuevo desplazamiento interno en Siria y mantenía los 6,3 millones de diciembre de 2016.

Colombia continuó registrando las mayores cifras en términos absolutos (7,5 millones), con un leve incremento de 13.100 desde enero. En tercer lugar, Irak, alcanzaba ya los 4 millones de personas desplazadas internas y después figuraba República Democrática del Congo, con 3,8 millones de personas.

Estos desplazamientos se realizan habitualmente en condiciones de grave riesgo para la vida e integridad de quienes se ven obligados a huir. Un año más, a lo largo de 2017 miles de personas fallecieron en las rutas migratorias, principalmente por vía marítima (6.163). De ellas, al menos 3.139  murieron en el Mediterráneo. Aunque estas cifras son inferiores a las de 2016 (5.143 personas fallecidas en el Mediterráneo) y 2015 (3.784), describen una tragedia inadmisible y que aún no tiene fin. Según la OIM, entre el 1 de enero y el 11 de mayo de 2018, 619 personas han fallecido en las rutas del Mediterráneo, principalmente hacia España, Italia y Grecia."

Del informe de 2016 "Movimientos migratorios en España y Europa" de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) mostramos el siguiente párrafo:

"Las migraciones se han convertido en un proceso demográfico natural que no es ajeno a ninguna región del planeta, a ningún momento histórico ni al propio ser humano desde sus orígenes y, sin embargo, la cifra de personas migrantes ha ido creciendo progresivamente, de forma más destacada en los últimos quince años, y las características del proyecto migratorio también han ido adaptándose a un nuevo contexto que, por otro lado, se encuentra en un cambio constante.

El incremento de personas migrantes en el mundo no tiene como única causa la progresiva globalización e interconexión de las diferentes regiones del planeta; se trata de una dinámica que responde a diferentes causas, entre las cuales:conflictos armados, violencia, desigualdad o pobreza entre otros motivos que empujan a las personas a buscar una nueva vida más allá de su país natal. Según datos de la Organización Internacional de Migraciones (OIM),en el mundo hay 232 millones de migrantes internacionales y 740 millones de migrantes internos. Los movimientos de población en todo el planeta, desde el campo a la ciudad, han marcado la tendencia en 2015 y hoy, en general, estos movimientos de población se convierten en un factor determinante que condiciona la estructura etaria de los países, su tasa de población activa o las de mortalidad y fecundidad.

En lo que se refiere a desplazamiento forzado, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha destacado que la cifra actual de personas desplazadas de manera forzada es la más elevada desde la segunda guerra mundial. A finales de 2015, más de 65,3 millones de personas  vivía fuera de sus hogares a causa de la persecución, la violencia, los conflictos armados y la violación de Derechos Humanos. De esa cifra general, 21,3 millones de personas eran refugiadas, 40,8 desplazadas y 3,2 se encontraban solicitando asilo. El 54% de refugiados y refugiadas procedía de 3 países: Siria (4,9 millones), Afganistán (2,7 millones) y Somalia (1,1 millones)."

"Rutas migratorias: principales vías de llegada

Durante el último año, la pérdida de vidas humanas relacionadas con los movimientos migratorios en el mundo, y más concretamente en las fronteras europeas, alcanzaron cifras muy elevadas que suponen un hito sin precedentes.

Según el último dato registrado en 2016, más de 7495 personas han perdido la vida en el mar. 5079 de ellas en el mar Mediterráneo. Estos escalofriantes datos lejos de responder a una situación puntual no han dejado de incrementarse en los últimos años. En 2015 fueron 3.777 las fallecidas y en 2014, 3.2796. Todo ello es una muestra de que las medidas puestas en marcha hasta la fecha no han funcionado. La puesta en marcha de vías legales y seguras de llegada a personas migrantes y refugiadas y el refuerzo de las operaciones de rescateson fundamentales para evitar que miles de personas pierdan su vida en el mar.

A todo ello, se unen las dificultades que viven las personas refugiadas y migrantes a lo largo de su trayecto migratorio: violencia en países de tránsito y en las fronteras exteriores de la Unión europea, explotación, devoluciones ilegales, criminalización, políticas restrictivas de asilo.

La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) afirma que, hasta el 6 de noviembre de 2016, un total de 339.783 personas migrantes y refugiadas han llegado por vía marítima a Europa, especialmente a través de Grecia e Italia (170.160 y 163.989 respectivamente). El total es muy inferior a la cifra de 728.926 migrantes y refugiados, registrada hace justo un año.No obstante, aunque la vía marítima constituye una de las mayoritarias no es la única utilizada por personas migrantes y refugiadas, existiendo otras como la aérea de acceso a territorio europeo. A continuación, se hace un análisis de las principales rutas de acceso a Europa:


"

El siguiente gráfico está extraído de la infografía "Flujos migratorios: rutas del Mediterráneo central y oriental".


Del informe "Refugiados e inmigrantes en el Mediterráneo" del IEMed (Instituto europeo del mediterráneo) extraemos estos párrafos:

"De esta manera, el Mediterráneo se ha convertido un punto de articulación de movimientos migratorios al compartir zonas de emisión de emigración, zonas de recepción y zonas de tránsito de estos flujos. Determinados enclaves de la geografía mediterránea se convierten en centros de transbordo (Malta), salas de espera (Tánger, Ceuta, Melilla) centros de tránsito (Tamanrasset en Argelia) o áreas de recepción ( costa de Almería, Sicilia, Lampedusa, islas orientales de Grecia) requiriendo cada caso una actuación política distinta.

La cuestión de fondo es que la frontera mediterránea es un área de encuentro entre dos mundos, y si bien no es la única zona de intersección del mundo entre norte y sur, sí es donde más cerca están dos realidades opuestas, sobre todo a nivel de expectativas de futuro de sus ciudadanos, uno de los principales motivos para emprender un proceso de emigración. Además, se trata de la frontera exterior de la UE, y por este motivo se ha aplicado hasta ahora una lógica de control mediante el sistema europeo de vigilancia fronteriza e intercepción de flujos migratorios irregulares, que ha resultado infructuosa.

En un análisis más detallado de estas rutas migratorias, se identifican cuatro vías para cruzar el Mediterráneo. La ruta de África occidental, la del Mediterráneo occidental, la ruta central del Mediterráneo y la ruta del Este del Mediterráneo. La evolución de estas cuatro vías durante los últimos quince años, muestra una tendencia muy clara. Las rutas central y este van aumentando de manera constante hasta crecer muy significativamente a partir de 2011 año de inicio de las revueltas árabes. Por su lado, las rutas occidentales se mantienen estables y van disminuyendo, e incluso para el caso de la ruta del África occidental se reduce drásticamente a partir de 2009.

La ruta conocida como la de África occidental tuvo su máxima actividad en 2005-2006 con la salida de cayucos de las costas senegalesas y mauritanas hacia las islas Canarias, con cerca de 30.000 llegadas a las costas canarias. Los acuerdos de vigilancia fronteriza y de repatriación firmados entre los estados implicados, Senegal, Mauritania, Marruecos y España añadidos a la puesta en marcha a mediados de 2013 del Asociación para la movilidad (Mobility Partnership) entre la UE y Marruecos, tuvieron como impacto una destacada disminución del flujo migratorio, y por consecuencia de detenciones, de esta ruta. La Asociación para la movilidad es una medida que forma parte de las iniciativas que desde la UE se han promovido para implementar una gestión integral y ordenada de la migraciones y están pensadas para complementar la actuación de vigilancia de frontera a partir de introducir programas que permitan la movilidad de trabajadores inmigrantes por canales estables y regulares. No obstante, es el bloqueo fronterizo condicionado a una agenda de negociación con Marruecos los principales determinantes de la evolución de estos flujos.

En la ruta occidental por su parte, el flujo de migraciones irregulares ha ido reduciéndose de forma paulatina en la última década. Se trata de la ruta que cruza el estrecho de Gibraltar, donde como en el caso de Senegal y Mauritania, pequeñas embarcaciones de pesca tradicional, conocidas como pateras, parten de las costas de Marruecos en destino a las costas de Huelva en España. Tras el punto álgido entre 2004 y 2005 (cerca de 15.000 personas cruzan ese año el mar) la colaboración bilateral entre los gobiernos Español y Marroquí, tuvo como consecuencia una importante reducción, estabilizándose la cifra de personas en una media por debajo de las 10.000. En este punto las ciudades de Ceuta y Melilla, en tanto que territorio de la UE en el continente africano, se convertirán en el paradigma de la securitización, con la construcción de una valla para evitar la entrada de personas, y el reforzamiento de los centros de internamiento de extranjeros, como puntos de retención de las personas que se dirigen hacia el norte. A partir de 2012 la tendencia vuelve a ser de incremento paulatino de este flujo de personas, como consecuencia también del impacto de las revueltas árabes. Actualmente durante los primeros seis meses de 2015, cerca de 8.000 personas han sido interceptadas, una cifra que iguala el total de 2014.

La ruta central del Mediterráneo era utilizada por inmigrantes procedentes del cuerno de África, Túnez y Libia y que llegan a las costas de Sicilia y la isla de Lampedusa, así como a Malta. Esta ruta ha ido creciendo en número de personas que la cruzan, una evolución que va en paralelo a la disminución de las rutas occidentales. Una media de alrededor de 20.000 personas cruzando el Mediterráneo por esta ruta central. El año 2005, tras llegar a una cifra cercana a las 40.000 la colaboración bilateral entre Italia y Libia hará disminuir esta cifra hasta menos de 10.000. Sin embargo, en 2011, con el inicio de la inestabilización de la región, la cifra aumentará hasta más de 60.000 personas, 170.000 en 2014, y 100.000 durante la primera mitad de 2015. Siria y Eritrea son los dos países de origen de la mayoría de estos flujos, a los que hay que añadir un importante número de personas procedentes de países subsaharianos, de los que destaca Nigeria. Más adelante se detalla como afectaran los cambios regionales sobre esta ruta, que acabara concentrando el flujo proveniente del continente africano y los refugiados de las guerras cercanas.

Finalmente la ruta este cruza Turquía para entrar a la UE por Grecia, llegando tanto a través de la frontera terrestre, como por vía marítima a las islas más cercanas a la costa turca. También Chipre era un puerto de llegada, así como la frontera terrestre con el sur de Bulgaria. Esta ruta ha tenido un incremento constante también como efecto del refuerzo del resto de rutas y también por el hecho que el gobierno turco tenía una política de visados que permitía a muchos africanos llegar por vía aérea a Turquía para más tarde llegar a la UE por vía irregular. Esta ruta empieza a ser ser significativa a partir de 2006 donde refugiados somalís, afganos y también de Bangladesh se mezclan con inmigrantes sub-saharianos. Aquí los flujos tienen una marcada estacionalidad, siendo el verano la parte del año donde ocurren más cruces de frontera. En 2008 se llega a las 40.000 detenciones, y se inician operaciones del gobierno griego de vigilancia fronteriza, la entrada seguirá creciendo hasta que operaciones conjuntas con la UE empiezan a retenerlos y finalmente en 2012, se construye una valla en la frontera terrestre delimitada por el río Evros. Esto desviará los flujos migratorios hacia el mar Egeo, coincidiendo con el rápido y constante aumento en 2013 y 2014 (alrededor de 55.000 cada año) de llegadas de refugiados procedentes de Siria. En la primera mitad de 2015, el número de personas pasa a ser de 230.000 y son en su mayoría refugiados sirios y también afganos."

Del informe de 2017 "La protección a los refugiados en el mundo" del Real Instituto Elcano, extraemos estos párrafos:

"En el año 2015 los países de la UE recibieron 1.400.000 peticiones de asilo, más del doble que el año anterior y muy por encima de la media de solicitudes que llegaban a Europa antes de que comenzar la guerra en Siria, alrededor de un cuarto de millón de personas al año. Fue esta guerra la principal responsable del aumento de las cifras, pero no la única. Sólo una tercera parte de los llegados en 2015 al suelo de la UE eran sirios.

La canciller alemana pronunció el 31 de agosto del 2015 una frase que se hizo célebre, wir schaffen das (“podemos hacerlo”), seis días después de que la Oficina de Inmigración alemana anunciara vía twitter que dejaría de aplicar la norma de Dublín, según la cual debería devolver a los peticionarios de asilo al país por el que entraron en suelo europeo. Con ello se invitó de hecho a las autoridades húngaras a abrir sus fronteras a la salida hacia Alemania de los que se acumulaban en sus estaciones de tren y se negaban a ser registrados como peticionarios de asilo en ese país. El mismo 31 de agosto las autoridades húngaras permitieron la salida hacia Alemania. En respuesta a la generosa oferta alemana, no sólo Hungría sino todos los países intermedios entre Alemania y Grecia abrieron sus fronteras al paso de personas que llegaban a Grecia desde Turquía. Caminando o en autobuses fletados por las autoridades de cada uno de los países de paso, se les facilitó el tránsito a través de Macedonia y Serbia. Más adelante, cuando Hungría decidió impedir ese tránsito por su territorio, se abrió otra vía hacia Austria desde Serbia a través de Croacia y Eslovenia. Por estas vías entraron en el Espacio Schengen varios miles de personas a diario durante varias semanas.

Tras recibir a 60.000 personas en dos semanas, el gobierno alemán dio marcha atrás, anunció oficialmente que volvería a cumplir con la norma de Dublín y el 13 de septiembre impuso controles en su frontera con Austria para frenar las entradas. En las semanas y meses siguientes, tanto en Alemania como en Austria y Suecia, que constituyen los tres principales receptores de asilados en Europa y en el mundo entero, los gobiernos centrales y locales aseguraron que su capacidad de absorción se había sobrepasado. A la vez, el clima de apoyo entusiasta en Alemania a la recepción de refugiados se debilitó y las voces de los que se oponían a este proceso se hicieron oír con fuerza a través de Alternative für Deutschland (AFD) y de los ataques frecuentes a los centros de refugiados.

La llegada de refugiados procedentes en su mayoría de países musulmanes tuvo un impacto notable aunque muy desigual geográficamente en la opinión pública europea, cuya actitud hacia la recepción de estos refugiados se vio afectada por la oleada de atentados terroristas islamistas que se han sucedido con especial frecuencia desde 2015 y por los sucesos de la Nochevieja de Colonia de ese mismo año. En las encuestas la inmigración se convirtió en el segundo motivo principal de preocupación de los europeos, casi al mismo nivel que el paro. Y la mitad de los europeos relacionan el refugio con el riesgo terrorista, otros riesgos de seguridad y problemas económicos."

"Un panorama general: el refugio en el mundo y el papel de Europa

Todos los que hayan seguido en los medios de comunicación el desarrollo de esta llamada “crisis de los refugiados” habrán escuchado la acusación de egoísmo lanzada contra la UE por haber sufrido tal debacle ante la llegada de millón y medio de personas, apenas un 0,4% de su población total. Como comparación se señala el caso de los países africanos y asiáticos, en los que reside el grueso de los refugiados que, según la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, suman 22,5 millones de personas, de los que 5,3 millones son palestinos (en la cifra no se incluye a los desplazados dentro de su propio país). ¿Por qué Uganda, un país de 41 millones de habitantes, puede acoger con éxito un millón de refugiados mientras que la UE, con 500 millones de habitantes, sucumbe ante la llegada de 1,5 millones? Para contestar a esta pregunta hay que aclarar algunas nociones básicas que suelen confundirse en el lenguaje cotidiano. En primer lugar, la palabra “refugiado” tiene un significado diferente en la UE y en Jordania, Líbano, Uganda, Pakistán o Kenia, por citar algunos de los países que acogen más refugiados en el mundo.

En la UE un refugiado es la persona a la que se ha concedido un estatus legal que implica una serie de derechos. En Líbano un refugiado es alguien que está de hecho en el país procedente de otro en guerra pero que carece del derecho a la permanencia, aunque ésta se tolere. En muchos de los países africanos, un refugiado es el que recibe esa denominación por parte de ACNUR y vive en un campamento gestionado por esta organización o por ONG que colaboran con ella, con la aceptación de los Estados, pero sin derecho a vivir fuera del campamento. Es lo que sucede, por ejemplo, con los campamentos saharauis en Argelia. La media de estancia de un refugiado en esos campamentos es de 20 años, lo que implica una vida truncada y que muchos jóvenes hayan vivido toda su vida dentro de uno de ellos. Por otra parte, el Estado anfitrión puede dar marcha atrás en la aceptación de esos campamentos, como el gobierno de Kenia decidió hacer en 2016 respecto al segundo mayor campamento del mundo, que acoge a 245.000 personas.

El 90% de los refugiados (definidos por ACNUR como tal o como “desplazados externos”) vive en algún país asiático o africano vecino o cercano a su país original, donde encuentran una gran variedad de situaciones legales y de hecho. Algunos de estos países no recogen legalmente la figura del refugiado (no han firmado la convención de Ginebra), pero aceptan su presencia y a veces la regulan con normas específicas que pueden incluir o no el derecho al trabajo y a la escolaridad de los niños. En otros casos sólo una pequeña parte de los refugiados reciben ese estatus y algún tipo de ayuda mientras que la mayoría se integra en la población general y desaparece de las estadísticas como refugiados, gracias a los lazos de tipo étnico y familiar con la población del país (por ejemplo, refugiados sirios kurdos en Turquía). En general, los gobiernos africanos y asiáticos mantienen un gran margen de discrecionalidad respecto a la acogida de los refugiados y a qué tipo de derechos concederles, comenzando con el de la libertad de movimiento dentro del país. Muchos de esos países se rigen por sistemas abiertamente autoritarios (como Irán) o son democracias “defectivas” (como Pakistán), con Estados de Derecho débiles que no garantizan los derechos de sus ciudadanos, menos aún los de los refugiados. Sin embargo, la mayor parte de los países de acogida son economías en desarrollo, con una importante base rural y mercados de trabajo muy poco regulados con capacidad de absorber incrementos notables de mano de obra, lo que facilita la integración económica y social de los refugiados. Por último, en algunos países la fuerte diversidad cultural o étnica interna facilita la aceptación de los refugiados (es el caso de Uganda, por ejemplo, donde se hablan más de 40 idiomas) mientras que en otros, como Líbano, una división religiosa convertida en línea de fractura política entorpece la admisión de refugiados que puedan alterar el equilibrio de poder demográfico entre las diferentes facciones.


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Del informe "WORLD MIGRATION REPORT 2018: CHAPTER 3" del IOM (International Organization for Migration) extraemos estos párrafos, traducidos del inglés:

"Europa

Casi un tercio de los migrantes internacionales del mundo (75 millones) residían en Europa en 2015. Más de la mitad de estos (40 millones) nacieron en Europa (En 1990 eran 27 millones). En 2015, la migración de unos países europeos a otros fue la segunda migración regional más grande del mundo (después de la de América Latina y el Caribe hacia América del Norte).

La población de inmigrantes no europeos en Europa alcanzó a más de 35 millones en 2015. Los migrantes nacidos en Asia, África y América Latina y el Caribe experimentaron un crecimiento sostenido en los últimos 25 años. Cada uno creció constantemente en la década de 1990, más rápidamente durante la década de 2000 y finalmente disminuyendo a partir de entonces.

En 1990, había aproximadamente la misma cantidad de europeos que vivían fuera de Europa que de no europeos que vivían en Europa. Sin embargo, a diferencia del crecimiento en migración hacia Europa, la cantidad de europeos que viven fuera de Europa ha disminuido en los últimos 25 años, excepto en los últimos cinco años, cuando aumentó a poco menos de 20 millones (similar al nivel de 1990).

En 2015, los emigrantes nacidos en Europa que vivían fuera del continente se afincaban principalmente en América del Norte. También hubo un crecimiento gradual de los migrantes europeos en Asia y Oceanía entre 2010 y 2015.

Muchos países de Europa, como la Federación Rusa, Ucrania, Polonia y Rumania tienen una de las mayores poblaciones de emigrantes dentro de la región. Con más de 10 millones de emigrantes en 2015, la Federación de Rusia tenía la tercera población más grande de ciudadanos que viven en el extranjero en el mundo. La migración de personas de países de la antigua URSS, como Ucrania, Kazajstán, Uzbekistán, Azerbaiyán y Bielorrusia representaban los cuatro mejores corredores migratorios europeos. Después de la Federación de Rusia y Ucrania, el Reino Unido tenía la tercera población emigrante europea más grande (4,9 millones). Muchos de estos vivían fuera del continente, en Australia y los Estados Unidos de América.

Bosnia y Herzegovina tuvo la más alta proporción de emigrantes en comparación con la población residente en 2015, muchos de los cuales se fueron durante la separación de la ex Yugoslavia. Portugal e Irlanda, dos países que tienen una larga historia de emigración, también tenían alta participación de las poblaciones en el exterior en comparación con el tamaño de su población.

En 2015, Alemania tenía la mayor población nacida en el extranjero en Europa. De los 12 millones de inmigrantes de Alemania, los grupos más grandes vinieron de Polonia, la Federación de Rusia y Kazajstán, con cada uno excediendo el millón.

Las poblaciones de Francia y el Reino Unido incluyeron 7,5 millones de personas nacidas en el extranjero en 2015. En Francia, los inmigrantes nacidos en los países de habla francesa del norte de África formaban parte de los mayores poblaciones de nacidos en el extranjero. En el Reino Unido, las mayores poblaciones de inmigrantes provenían de India y Polonia.

Con poblaciones nacidas en el extranjero que superan los 5,5 millones, España e Italia fueron el cuarto y quinto país más popular para los destinos de migrantes en Europa en 2015.

Muchas de las poblaciones nacidas en el extranjero en estos países provienen de otros lugares de Europa, como Rumania, Alemania y el Reino Unido, o de países del norte de África como Marruecos.

De los 20 principales países de la región, Suiza tuvo la mayor proporción de migrantes en su población (29%), seguido de Austria, Suecia e Irlanda.

Más de uno de los principales corredores de migración que involucran a países europeos tienen en común que la mayoría son corredores intrarregionales. La Federación de Rusia se destaca fuertemente en los corredores principales. Las poblaciones nacidas en Rusia y en los antiguos Estados miembros de la URSS, como Ucrania, Kazajistán y Uzbekistán, forman algunos de los mayores corredores migratorios europeos en 2015.

La Federación Rusa fue también el segundo destino de inmigrantes en Europa después de Alemania.

En 2016, Alemania acogió la mayor población de refugiados y solicitantes de asilo en Europa, y cerca de la mitad eran solicitantes de asilo. Alemania recibió la mayor cantidad de solicitudes de asilo nuevas en Europa en 2016 (y a nivel mundial), con la mayoría de los reclamos hechos por personas de la República Árabe Siria, Irak y Afganistán.

Algunas de las mayores poblaciones de refugiados en Francia y Austria eran de la Federación Rusa.
En 2016, Francia también fue sede de considerables poblaciones de refugiados de Sri Lanka y la República Democrática del Congo.

Ucrania y la Federación de Rusia fueron los principales países de inmigrantes de origen europeo. Más de 220.000 refugiados ucranianos estaban en la Federación Rusa, muchos después del conflicto que comenzó en 2013.

ASIA

Asia, en donde viven 4.400 millones de personas, fue el origen de más del 40% de los migrantes internacionales en todo el mundo. En 2015, más de la mitad de los emigrantes asiáticos (59 millones) residían en otros países de Asia. La migración intrarregional dentro de Asia ha aumentado significativamente a lo largo del tiempo, pasando de los 35 millones en 1990, a los 59 millones de 2015.

También se ha producido un crecimiento considerable en las poblaciones migrantes de origen asiático en América del Norte (15,5 millones en 2015) y Europa (20 millones en 2015). La migración desde Asia a estas dos regiones impulsó gran parte del aumento en el número de emigrantes asiáticos fuera de la región, alcanzando los 40 millones en 2015.

En los países del Golfo Pérsico, los migrantes constituyen grandes proporciones del total de las poblaciones nacionales. Por ejemplo, en 2015, los migrantes representaban el 88% de la población de los Emiratos Árabes Unidos; alrededor del 74 por ciento en Kuwait; 76 por ciento en Qatar; y el 51 por ciento en Bahréin. Muchos inmigrantes provenían de África, el sur de Asia (por ejemplo, India, Pakistán, Bangladesh y Nepal) y Asia sudoriental (por ejemplo, Indonesia y Filipinas).
Los refugiados de Siria y Afganistán representan más de un tercio de los refugiados de todo el mundo a finales de 2016.

Los refugiados y los solicitantes de asilo procedentes de Siria empequeñecen los números de los procedentes de Afganistán. Afganistán fue previamente el mayor país productor de refugiados en la región antes de la profundización del conflicto sirio. En 2016, la gran mayoría de los refugiados de los países asiáticos vivía en los países vecinos. Los refugiados sirios, por ejemplo, estaban alojados principalmente en Turquía, Líbano y Jordania, mientras que los refugiados de Afganistán estaban en Pakistán e Irán. Sin embargo, Irán e Irak también son ellos mismos anfitriones de refugiados.
Asia oriental se encuentra en medio de un cambio demográfico sin precedentes, con varios países que experimentan bajas tasas de fecundidad y envejecimiento de la población, lo que lleva a una reconsideración de las políticas de inmigración.

Países como Japón ya están experimentando un crecimiento negativo de la población, mientras que la República de Corea tiene la tasa de natalidad más baja y el perfil de población de más rápido envejecimiento entre los países de la OCDE.

Se espera que estos cambios tengan implicaciones significativas tanto para la política social como para el crecimiento económico a largo plazo, particularmente en relación con los crecientes costos de la atención médica y los menores niveles de productividad.

Estas realidades están impulsando a los legisladores a reevaluar los enfoques históricamente restrictivos de la inmigración, con un grado relativamente alto de homogeneidad cultural en algunos países, y con la relativa impopularidad de la inmigración en muchos países.  La República de Corea empleó a más de 500.000 trabajadores extranjeros bajo su Sistema General de Permiso de Empleo a fines de 2015.

La migración en Asia oriental se caracteriza cada vez más por una importante movilidad hacia el exterior y hacia adentro de los estudiantes. En el año académico 2015/2016, China, la República de Corea y Japón figuraron entre los 10 principales países de origen de estudiantes internacionales en los Estados Unidos, con más de 300,000 estudiantes de China solamente. En 2014, de la población mundial total de estudiantes que estudian en el extranjero, uno de cada seis era de China. Sin embargo, Asia oriental no es solo un destino importante para estudiantes extranjeros, sino también de la subregión. Más estudiantes de la República de Corea, por ejemplo, eligen estudiar en China, lo que representa el mayor número de estudiantes internacionales en China en 2015. Japón planea atraer a alrededor de 300.000 estudiantes internacionales para 2020.

La migración laboral externa, especialmente desde China, ha significado que la subregión es uno de los mayores receptores de remesas en el mundo. En 2015, la nacida en China fue la cuarta población extranjera más grande del mundo, después de indios, mexicanos y rusos, con casi 10 millones de inmigrantes chinos viviendo fuera de China. Las remesas mundiales fluyen en 2016 a USD 575 mil millones, y China recibe USD 61 mil millones, la segunda mayor proporción de remesas a nivel mundial después de India.

Si bien este capítulo se centra en la migración internacional, es una característica importante de los países asiáticos, que implica un movimiento sin precedentes de personas de las zonas rurales a los centros urbanos. Este no ha sido el caso en China, donde las reformas económicas y sociales de la década de 1980 iniciaron una de las migraciones humanas más grandes de la historia. Cientos de millones de campesinos subempleados abandonaron el campo por las ciudades, impulsados por la perspectiva de oportunidades de empleo y mayores ingresos. La mayoría de la gente ha emigrado de las provincias occidentales de China a sus provincias orientales. La dinámica socioeconómica entre China Occidental y Oriental, un excedente de trabajadores y menores ingresos, mientras que Oriente enfrenta una escasez de trabajadores en áreas metropolitanas.

La migración del sur de Asia a otras subregiones es una característica clave, con muchos trabajadores migrantes temporales en los países del Golfo originarios de esta subregión. Desde la década de 1970, los países ricos en petróleo han sido un importante destino para una gran cantidad de mano de obra temporal del sur de Asia. Mientras que India y Pakistán fueron los principales países de trabajo para los países del Golfo, el origen de los trabajadores migrantes se ha diversificado, atrayendo trabajadores de Sri Lanka, Nepal y Bangladesh. Los asiáticos del sur actualmente constituyen la fuerza de trabajo laboral migrante más grande en los países del Golfo.

Las perspectivas de mayores salarios y oportunidades de empleo accesibles han resultado en un aumento significativo en el número de personas que abandonaron la subregión en los últimos años.
Para los países de las subregiones con importantes excedentes de mano de obra, al tiempo que ayuda a relacionar la pobreza a través de las remesas. De hecho, el sur de Asia se encuentra entre los principales receptores de remesas en el mundo. En 2016, las entradas de remesas a la India ascendieron a USD 62,7 mil millones, el más grande del mundo; y en países como Pakistán, Sri Lanka y Bangladesh, las remesas superaron el 5 por ciento del PIB en el mismo año."

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