jueves, 29 de agosto de 2019

Museo Torres Quevedo


El primer juego de ordenador de la historia no está expuesto en un importante museo de Silicon Valley, sino almacenado en un sótano de un edificio apartado en la Ciudad Universitaria de Madrid. El juguete, desarrollado entre 1912 y 1920, impresiona, porque es infinitamente más que un juguete. Se trata de una máquina —con sistemas electromecánicos hoy inservibles— que planteaba un final agónico de una partida de ajedrez. El humano, con el rey negro como única pieza, se enfrentaba al autómata, con torre y rey blancos. Hiciera lo que hiciera su rival, el aparato siempre ganaba, como mucho en 63 movimientos. Y, entonces, un gramófono incorporado proclamaba: “¡Jaque mate!”.


La máquina, conocida como El Ajedrecista, fue concebida por el inventor español Leonardo Torres Quevedo, posiblemente uno de los genios más desconocidos de la humanidad. Nació en 1852 en la aldea cántabra de Santa Cruz de Iguña, estudió ingeniería de caminos y apenas consagró unos meses a trabajos ferroviarios antes de abandonarlos para “dedicarse a pensar” en sus “cosas”. La primera “cosa” fue la invención en 1887 de un transbordador, un “vehículo que surca los aires, suspendido de cables, entre dos puntos elevados del terreno”. Todavía hoy sigue funcionando el que diseñó para sobrevolar las cataratas del Niágara, entre Canadá y EE UU.


El Ajedrecista también fue revolucionario, pero hoy solo puede contemplarse pidiendo cita previa en una recóndita sala de la Escuela de Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid. “Se le llama cariñosamente Museo Torres Quevedo, pero en realidad es un almacén”, lamenta Francisco A. González, un historiador de la ciencia especializado en el inventor. A partir de hoy, sin embargo, este pequeño y desconocido museo se abrirá al mundo, gracias a un acuerdo con la multinacional estadounidense Google que permitirá realizar una visita virtual desde cualquier parte del planeta dentro de una apabullante exposición interactiva sobre los inventos humanos.

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