martes, 3 de noviembre de 2020

EL DESCARRILAMIENTO DE TORREBLANCA

De la revista ADELANTE del 15 de febrero de 1911 se ha extraído esta crónica.

Una lamentable catástrofe tenemos que registrar. Esta vez el siniestro ha ocurrido sobre la línea de Valencia á Barcelona, en su kilómetro 103 y en el término de Torreblanca, por descarrilamiento del tren correo, que marchaba durante la noche del día 1 de los corrientes hacia la capital de Cataluña.

Los bien informados atribuyen la causa de este descarrilamiento á la interposición de un vagón jaula que, empujado por el viento desde la estación de Oropesa, se deslizó por una pendiente hasta encontrar al tren correo, que avanzaba á gran velocidad en dirección contraria.

A consecuencia de esta colisión, la locomotora y varios vagones abandonaron los carriles recorriendo así unos 600 metros, mientras el maquinista accionaba vigorosamente sobre el freno hasta precipitarse con la máquina por un talud.

Este accidente habría tenido aterradoras consecuencias á no mediar la heroica serenidad de aquel empleado, que pagó con la vida su abnegación en el cumplimiento del deber. Sobre los restos del tren correo, destruido en las más impenetrables tinieblas, llovía torrencialmente, haciendo más angustiosa la situación de los heridos y aun de los otros viajeros que, presos del pánico, no podían apreciar la verdadera magnitud de la catástrofe. Un mozo del tren, José Rubio, marchó á Torreblanca para dar cuenta del suceso á las autoridades y demandar auxilios, tropezando en el camino con los postes del telégrafo derribados por el temporal. Una de las veces cayó y se hirió en la cabeza. 

A las cinco de la mañana llegaron al lugar de la catástrofe los primeros auxilios de los pueblos inmediatos; después, á medida que las averiadas líneas telegráficas hacían saber la noticia, fueron saliendo trenes con igual objeto de Castellón y Valencia.

Nuestras fotografías pueden dar una idea del aspecto que presentaba el convoy siniestrado. Sólo quedaron sobre los rieles, con desperfectos de consideración, un coche-cama, uno de primera, otro de segunda y el furgón de cola.

En su puesto de la máquina, junto á la palanca del freno, aparecía suspendido por la blusa el cadáver del infortunado maquinista José Furió, á cuya intervención atribuyen todos los informes técnicos la salvación de los viajeros.

Estos hacen unánimes elogios del inspector y de los mozos del tren, que prestaron los auxilios más inmediatos á los heridos. Como detalle curioso, merece consignarse que al maquinista José Furió no le tocaba salir en el tren correo donde encontró la muerte, sino en otro de la misma línea de Barcelona; quien debió salir en el descarrilado fué su compañero Mayendía, hermano de la popular tiple.

Pero éste se hallaba enfermo ó deseaba encontrarse libre para esperar á su hermana, que llegaba de Madrid en viaje de bodas, á las nueve de la noche, y cambió su servicio con su compañero José Furió.

Nuevamente se ha convertido en héroe un obscuro empleado que sacrificó su vida por salvar la de los viajeros encomendados á su pericia.

Esta vez los demás hombres han sabido hacerle justicia, y toda la opinión demanda para su viuda é hijos una protección eficaz, siquiera como recompensa que no ha podido recoger el infeliz maquinista. 

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