lunes, 20 de febrero de 2023

La Guerra Civil: Una historia total

Fernando Calvo González-Regueral (Madrid, 1971) publica el libro 'La Guerra Civil: Una historia total' (Arzalia Ediciones) para responder a esta y otras preguntas sobre un conflicto donde «no gana o pierde quien mejor emplee sus ejércitos, sino quien sepa reunir a su favor todos los recursos disponibles para alzarse con la victoria», en palabras de este autor. Las guerras ni las ganan los grandes actos de valentía, ni las batallas decisivas, ni siquiera el contar con tecnologías revolucionarias… un largo conflicto de tres años como fue la Guerra Civil lo decide el factor logístico y la capacidad de los combatientes de levantarse más rápido que su rival.


«La victoria en una guerra industrial, moderna, larga y de hondas repercusiones internacionales como fue la de España no se debe a un solo factor, sino a un sumatorio de ellos. Y, aunque los recursos militares son los más importantes, no son los únicos que deciden las guerras, pues también hay que tener en cuenta otros factores: políticos, económicos, sociales, diplomáticos, culturales, etc. Por ello, se podría afirmar que ganó la Guerra Civil el bando que mejor supo potenciar todos los recursos a su disposición, y este fue el nacional. Si en el aspecto castrense los rebeldes supieron maximizar el potencial de la mitad del Ejército que quedó de su lado, también supieron aprovechar mejor el flujo de ayudas extranjeras», defiende este especialista en historia militar.

Uno de los capítulos de la obra, que ya va por su segunda edición, está centrado en la pregunta de '¿Quién paga todo esto?'. Mientras el franquismo quería implementar un modelo socioeconómico donde primaba el beneficio empresarial como factor preponderante, el frentepopulista, luchaba por un modelo donde la fuerza de trabajo fuera el recurso privilegiado. Hacer política en medio de la contienda fue un lastre...

«Desde una posición de partida francamente endeble, la economía del bando nacional fue más eficiente que la de su rival, aprovechando al máximo sus recursos agrícolas y poniendo a plena producción las zonas industriales que iba conquistando. Y esta guerra económica, junto al bloqueo de las costas republicanas, resultó decisiva, pues la guerra se decidió en el Norte, en la industriosa cornisa cantábrica, en poder de Franco desde octubre de 1937 tras una dura campaña en Vizcaya-Santander-Asturias», asegura el autor.

La revolución como obstáculo

Con el 80% de la industria, la totalidad de las cuartas reservas de oro más importantes del mundo y las estructuras de un estado moderno, lo más probable es que en cuestión de meses la república recuperara el orden, pero justo ocurrió lo contrario por culpa de las tensiones políticas, tanto a nivel de las distintas partes del país como en las facciones del Frente Popular. «La República perdió la guerra por culpa de la Revolución», asegura el escritor.

En cuestión de medio año, la República saltó por los aires, «incapaz de contener una revolución agotadora e ineficiente, e incapaz de contener un proceso separatista que dividió sus recursos. Un ejemplo: en el bando gubernamental llegaron a convivir seis administraciones diferentes y llegaron a circular dos mil tipos de billetes y monedas, buena muestra de la fragmentación habida en su seno. Mientras la peseta nacional fue acreciendo su valor en los mercados exteriores, la de la república se hundió hasta llegar a la nulidad total», explica Calvo.

El síntoma más evidente de esta crisis es que en la zona de los sublevados, cuya mayor baza eran sus recursos agrícolas, no se pasó hambre en ningún momento, mientras en la España leal hubo casi desde el primer momento penurias debido al agotador esfuerzo interno.

Mientras los nacionales mantuvieras siempre la iniciativa y no dudaron en emplear «todos los medios, justos e injustos, legales o ilegales, para alzarse con el triunfo», su rival echó por tierra sus ventajas, incapaz de sacar rendimiento a las unidades y jefes y oficiales que quedaron de su lado. Entre estas se encontraba aproximadamente la mitad de las Fuerzas Armadas previas a julio de 1936 y, lo que es muy representativo, la mayor parte de la Armada. «La República no sólo no bloqueo las costas rivales, teniendo una supremacía naval indudable de inicio, sino que cedieron la iniciativa a los buques enemigos, que se enseñorearon de los mares para establecer un bloqueo cerrado. Dilapidaron, sobre todo, tiempo, ese recurso vital en las guerras y que jamás puede ser recuperado o reemplazado», recuerda.

Visto con la perspectiva que da el tiempo, las posibilidades de victoria para la República pasaban por hacerlo en la primera fase del conflicto, rematando con toda fuerza republicana lo que había sido un golpe de estado fallido. Podían, en opinión del autor de 'La Guerra Civil: Una historia total', haberlo hecho por ejemplo bloqueando el Estrecho para impedir el paso de las tropas africanistas a la Península o atacando sin dilación la base logística que levantaron entre las cuatro capitales andaluzas en sus manos, Cádiz-Sevilla-Córdoba-Granada, que serían el foco de sus futuras acometidas.

Pasado el primer año de guerra, sin embargo, las esperanzas republicanas se concentraron en salvar Madrid y en mantener una posición defensiva (con la excepción de ofensivas como la del Ebro que acabaron en desastre). «Su única baza era prolongar la guerra hasta enlazarla con la Segunda Guerra Mundial, que ya se intuía en el horizonte cercano. Por eso los últimos esfuerzos del más expeditivo presidente del Gobierno en Guerra, Negrín, fueron dirigidos a este objetivo, ejemplarizado en un lema. 'Resistir es vencer'. Pero en las guerras no vale con resistir, hay que avanzar, so pena de ceder toda la ventaja al enemigo», señala el especialista, autor también de 'Homo Bellicus'.











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