viernes, 1 de septiembre de 2023

José Bosch Vicens

En la segunda mitad del siglo XIX la filoxera provocó la emigración de más de 500 begurenses que, pocos años después, volvieron a su tierra natal. El Baix Empordà fue una máquina de fabricar indianos y de casi todos ellos se sabe cuándo, dónde, cómo y por qué se fueron.

La gran excepción es un hijo de La Bisbal d’Empordà. Su nombre no aparece en ninguna lista de viajeros; tampoco en los cuatro volúmenes de los catalanes en América publicados por la Generalitat: se llamó José Bosch Vicens (1853-1930) y nadie le recuerda, aunque llegó a ser uno de los hombres más ricos de Cuba. Murió en Santiago y está enterrado junto a las tumbas del poeta José Martí, los fundadores de Bacardí venidos de Sitges, Tomás Estrada Palma (primer presidente republicano de Cuba, que hablaba catalán y estuvo desterrado en el castillo de Figueres) o Fidel Castro.

El misterio de Bosch Vicens empieza ahora a desvelarse noventa años después de su muerte. Los archivos comarcales de La Bisbal y Figueres (magníficamente gestionados) revelan datos sorprendentes de un indiano que no lo fue porque nunca volvió a La Bisbal.

La partida de bautismo de José Bosch Vicens se conserva en la iglesia de Santa Maria de La Bisbal. Nació en diciembre de 1853. Hijo de Jaime Bosch, modesto curtidor de Llers, y de Margarita Vicens, descendiente de una vieja saga de alfareros de La Bisbal. En el primer empadronamiento general de La Bisbal de 1836 el hogar de los Bosch Vicens estaba compuesto por ese matrimonio y tenían tres hijos, que habitaban en el número 9 de la calle Hospital, y que sus vecinos eran, en el número 10 de la misma calle, la familia de Tomás Quintana (tejedor) y en la del número 11 la de José Torroella (abogado).

A partir de entonces ya sólo se conocen detalles mínimos y confusos de la tradición oral familiar, según la cual, a los 14 años, rompe su hucha y se escapa de casa para, sólo y sin ayuda de nadie, embarcarse en Barcelona en un velero que lo condujo a Santiago de Cuba. Allí trabaja como mozo en “un catalán”, nombre genérico de los almacenes de víveres y bienes de primera necesidad, tiendas que nunca cerraban y donde el adolescente Bosch Vicens duerme debajo del mostrador.

Pese a estos humildes y precarios comienzos (llega tras el estallido de la primera guerra de independencia, la guerra larga (1868-1878), el bisbalense se gana la confianza de sus dueños y en muy pocos años progresa de empleado de mostrador o dependiente a encargado, factor, gerente y finalmente socio y propietario de distintas sociedades comerciales e industriales. 

En 1887 se casa con Josefa Lamarque, descendiente de una familia de cafeteros franceses, y sus mayores hitos serán traer la electricidad y los tranvías a Santiago (uno de los socios aprovechó esa experiencia para establecer nuevas líneas de tranvía en Barcelona), y promover y urbanizar la primera ciudad jardín de Cuba: el reparto de Vista Alegre, donde vivirán las familias más ricas de Santiago. Allí construye su casa, que todavía hoy es conocida como el palacio Bosch, un gigantesco edificio de tres plantas diseñado por el famoso arquitecto Carlos Segrera, que estudió en Barcelona y La Habana.

Discreto, poco dado a la publicidad, conduce sus negocios sin alardear: compra ingenios azucareros, consigna buques, gestiona seguros, fabrica lo mismo sombreros que barras de hielo, tiene panaderías y pastelerías, invierte su fortuna dentro y fuera de Cuba, y acaba siendo uno de los primeros comerciantes, industriales y banqueros del país.

Amigo del presidente Estrada Palma, le ayuda financieramente durante su campaña electoral y es elegido presidente de la Cámara de Comercio de Santiago, donde promueve el Centro y Hospital de la Colonia Española en Santiago.

Y por si todo esto no fuera poco, su único hijo varón, Pepín Bosch Lamarque, se casa con una de las herederas de la familia Bacardí, Enriqueta Schueg Bacardí. Pepín se pelea con su padre y no quiere continuar al frente de los negocios de la familia; entonces Bosch Vicens se los traspasa a su yerno Venancio Mercadé Papiol, otro emigrante catalán de Torredembarra, casado con María Bosch Lamarque.

A Pepín lo contrata un banco de Nueva York en La Habana y termina trabajando como gerente y vicepresidente de Bacardí. El gobierno liberal del presidente Carlos Prío Socarrás le nombra ministro de Hacienda. Acepta con dos condiciones: estar lo menos posible (menos de dos años) y no cobrar ni un peso. Cesa en 1950 para asumir la presidencia de Bacardí y deja el único superávit fiscal en la historia de Cuba. La revista Time le dedicará un artículo muy elogioso que se tituló “Un hombre honrado”.

Pepín Bosch, como muchos otros empresarios hastiados por la dictadura de Fulgencio Batista, marcha al exilio y Bacardí ayuda financieramente a la revolución de 1959. Fidel Castro lo incluye en la comitiva de su viaje a Washington DC en 1959, pero Bosch confirma el giro radical de la revolución y ordena que todas las marcas de Bacardí se registren fuera de Cuba. 

Cuando en 1960 se expropian cientos de empresas privadas, Bacardí se salva gracias al sentido de anticipación de un Pepín que ya se ha vuelto a exiliar y que ya nunca más volverá a Cuba. Muere en Nassau en 1994 tras convertir Bacardí en una multinacional con fábricas en todo el mundo, la primera de las cuales se construyó en Barcelona en 1910.

Esta historia de emigración y exilio, que ahora busca editor, servirá para reivindicar esta saga de los Bosch, cuyo patriarca ha vivido casi un siglo ignorado por su Catalunya natal. Un libro que será un acto de justicia y reconocimiento al adolescente que a los 14 años se fue para no volver y con el hijo que nunca regresó a Cuba.




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