viernes, 13 de octubre de 2023

El crimen cometido en el correo de Galicia

En el diario La Tribuna del lunes 7 de noviembre de 1921 apareció una entrevista a Marcelino Balbuena, cuñado de la víctima y sospechoso de ser el inductor del crimen.

El crimen cometido en el correo de Galicia 

EN BUSCA DE LA VERDAD 

¿Es culpable Balbuena? La hipótesis del suceso. La inocencia de “El Feo de Veguellina”. Lo que dice “El Rabia”. Habla Balbuena

Terminamos nuestra última información afirmando que la mejor defensa de D. Marcelino Balbuena podría encontrarse en la propia denuncia formulada por José Alonso (a) "el Feo de Veguellina", sin que ello quiera decir, y nos interesa salir al paso del equívoco a que pudiera prestarse nuestro juicio, que hoy día, por la denuncia en sí, pueda llegarse a la conclusión de la inculpabilidad. 

Es decir, que la manera de formularse la denuncia que ha abierto el paso al nuevo sumario y su contenido, tienen tal precisión de detalle que bastarán determinadas diligencias para dejar evidenciado si se trata de una denuncia verdad o de una fábula. Y como quiera que el digno juez instructor trabaja con singular empeño por el descubrimiento de la verdad, sea cual fuere, no se le deben regatear medios y elementos para el desempeño de su cometido, que en la presente ocasión lleva a cabo de tal modo que honra a la carrera a que pertenece. 

En una palabra; no puede responderse a la pregunta de si es o no culpable Balbuena, pero creemos finalmente que pueden ponerse los medios, tanto por las acusaciones como por la defensa, para que, rápidamente, la curiosidad pública quede satisfecha y el nombre del Sr. Balbuena quede libre de toda acusación o definitivamente envuelto en ella por pruebas que no ofrezcan género alguno de duda.

LA APOTEOSIS DEL SUCESO 

El cronista ha procurado en su visita a la ciudad de Santa Teresa escuchar a unos y otros la impresión que han producido las nuevas actuaciones, obligado comentario en tertulias y centros de reunión; e inútil creemos decir que hay opiniones para todos los gustos y que se observa la falta de una orientación fija respecto a la supuesta inducción por parte del Sr. Balbuena en la comisión del delito; en cambio, en lo que parece que va haciéndose más luz y las pruebas indiciarias denotan más persistencia es en señalar los nombres de los que tuvieron intervención material. Algunas personas con quienes hemos hablado de este asunto, que vienen, siguiendo paso a paso, suponer que el elemento director del concierto fue «Agustín Cabezón Vilorta», cuyo verdadero nombre, conforme ya hemos dicho, es el de Agustín Rodríguez Moreno; que éste en unión de «José Amor González (a) Bocarrota», fueron los que, penetrando en el departamento en que se hallaba durmiendo el Sr. Miranda, le produjeron la muerte mientras vigilaban las entradas al vagón «Francisco, el del Berrón», y «Pedro Ortega Rafael (a) el Rabia». Esta es la creencia de muchos, y no sería difícil suponer que la actuación del Juzgado se orientase en tal sentido. 

De todos ellos, en la cárcel de Ávila únicamente vimos a «el Rabia», teniendo que lamentarse para bien de la justicia que aún no hayan sido encontrados los restante. ¡Habrá que esperar a que los policías alemanes los detengan!

Los cuatro estuvieron ausentes y regresaron a León la misma noche en que el crimen se cometió.

¿LA INOCENCIA DE «EL FEO DE VEGUELLINA»? 

La conferencia que tuvimos con José Alonso nos produjo una impresión que no tenemos inconveniente en reflejar: la de que «El Feo» no debió intervenir en la ejecución del crimen. Pudo estar enterado y callar mientras el dinero le permitió una vida de relativo desahogo; pero parece hallarse comprobado documentalmente en el .sumario, según noticias que pudimos adquirir, que cuando se daba muerte a D. Remigio Miranda, José Alonso se encontraba en determinado sitio; y si esto es así, si se llega a probarse plenamente ese extremo, toda la labor que realiza el Juzgado instructor de la nueva causa se podrá dar por bien empleada si se consigue declarar la inocencia de un injustamente condenado. Y, naturalmente que, declarado que fuese que «el Feo de Veguellina» no tuvo intervención en la muerte de D. Remigio Miranda, las sospechas sobre «Bocarrota», «Vilorta», «el de el Berrón» y «el Rabia» adquirirían más consistencia. De ahí, tal vez, el porqué la acción judicial se encamine preferentemente a evidenciar la inculpabilidad de José Alonso, como punto de partida para descubrir a los verdaderos autores y ejecutores del monstruoso crimen.

LO QUE DICE «EL RABIA» 

En cambio, la impresión que «el Rabia» produjo al cronista no es la que «El Feo» permite formar. «El Rabia» elude las respuestas, y sus palabras se encaminan fijamente a lamentarse de que se le confunda con «los otros», como él dice.

Si nuestros informes no mienten, «el Rabia» ha incurrido en contradicciones de bulto al declarar, detalle bastante significativo, si se tiene en cuenta que en el Penal donde se hallaba extinguiendo condena cuando se celebró el juicio oral, parece ser que no se recató de tildar de «primo» al «Feo de Veguellina», agregando que él sabía perfectamente los nombres de los verdaderos autores, lo que no tenía inconveniente en manifestar, porque «a él ya nada podía ocurrirle». Sin embargo, cuando ha empezado a ver las orejas al lobo y a darse cuenta de lo que aún puede ocurrirle, ha cambiado de táctica, y su locuacidad se ha transformado en una reserva tal que la impresión que produce no es de las más favorables. 

¿No será, pues, posible que la pista que se sigue sobre los supuestos verdaderos. autores tenga graves visos de certeza, aun cuando resulte una fábula la existencia del inductor?... Indudablemente, el. no hallarse aún capturados el «Bocarrota», «el del Berrón» y «Vilorta», ha de ser de una gran dificultad para el esclarecimiento de extremos de importancia. 

HABLA BALBUENA 

Comprendiendo el cronista que la figura más saliente del nuevo sumario es la del procesado, D. Marcelino Balbuena, por ser la que más se destaca y la que con mayor pasión provoca discusiones y comentarios, decidimos interviuvarle. 

Apenas tuvo noticia de nuestro deseo, se apresuró a complacernos, y bien pronto nos encontramos frente a frente. 

— Vengo — le dije — dispuesto a escucharle a usted, y como tiene fama de no querer cuentas con los periodistas... 

— ¿Yo? — nos respondió asombrado —. Usted me merece todo género de garantías. Puede disponer de mí, que me encuentro dispuesto a complacerle en todo. 

— ¿ En todo ? 

— En todo.

— ¿Hasta permitir que le retrate? 

— Sí, señor; y a publicar el retrato. 

— Pero si dicen que a otros compañeros no les dispensó tales favores. 

— Puede ser que así sea; pero a usted nada le negaré. 

— ¿ Y siendo la primera vez que nos vemos ?

— En efecto; es la primera vez; pero su nombre ya lo conocía. Venga, venga el fotógrafo y que tire todas las placas que usted guste.

Y uniendo la acción a la palabra, bien pronto obtuvimos la fotografía que ofrecemos a nuestros lectores.

— ¿ Cuáles fueron las primeras noticias que usted tuvo de que se le acusaba a usted de inductor en el crimen cometido en la persona de su cuñado ? 

— Verá usted; estando en Bilbao, y bajo el pesar que la desgracia nos produjo a todos, mi cuñado Bonifacio Miranda me dijo un día que se hablaba de mí. Pero, no di importancia a la especie; ¡ estaba tan tranquilo !.... Continué en Bilbao hasta el 11 de diciembre, y luego marché al Barco de Valdeorras .a pasar la Nochebuena.

— ¿Declaró usted en el sumario anterior? 

— Sí, señor, y .me presentaron delante del «Mellao» (Sánchez Navarro), de Sandalio y del «Feo», los tres que están condenados, a ver sí me conocían. 

— ¿ Y qué dijeron ? 

— La verdad: que nunca me habían visto ni me conocían. 

— ¿ De modo que eso lo afirmó «el Feo de Veguellina ? 

— Como usted lo oye. 

— ¿ Sospechó usted en los primeros momentos de quiénes pudieran ser los autores del crimen ? 

— No, señor; pero más tarde recayeron sospechas sobre Esteban Sánchez y Sandalio Villar, y entonces, yo mismo me dispuse a capturarlos, marchando en un automóvil a Cistierna, en unión de D. Nicanor Miranda, hermano de mi cuñado y del Sr. Bustos, capitán de la Guardia civil. 

— ¿ Y se los detuvo entonces ? 

— Sí, señor; los capturó el Sr. Bustos. 

— ¿ Qué dijeron ellos ? 

— declaró que se había encontrado al «Feo de Veguellina», manifestándole que venía huyendo porque le perseguían de cerca, y era el autor de la muerte de mi cuñado. Por eso siguieron las diligencias hasta dar con José Alonso.

— Supongo que usted no ignorará el cargo principal que se le hace.

— Sí, dicen que yo di dinero porque asesinaran a mi cuñado. ¿ Que finalidad iba yo a perseguir con eso ?

— Se habla de cuestiones económicas entre la familia. 

— ¡ Si no podían existir ! Mi hermana, es cierto que había fallecido sin testar; pero nosotros habíamos llegado a una inteligencia con mi cuñado, y sobre todo, no se trataba de ningún caudal fabuloso que pudiera llevarle a ningún hombre a perder la razón del modo que sería necesario perderla pará idear semejante monstruosidad. 

— ¿ De modo que no es cierto que usted estuviera el día 4 de noviembre en la taberna de «la Concha la de Trobajo» a hacer entrega de 15.000 pesetas a los autores del crimen? 

— ¡ Falso ! ¡ Completamente falso ! En esos días yo no me moví de Bilbao. ¡ Ya deseaba yo encontrar en mi calvario una persona a quien poderla contar todo para que el público lo sepa ! 

— Pues aquí me tiene usted a mí dispuesto a no suprimir ni una tilde, ni una coma. Siga, siga usted.

— Pues verá usted: cuando en este sumario me trajeron a mí a declarar, fui presentado, en unión de mi cuñado Alfredo Barthe, delante de «el Rabia», a fin de ver si éste reconocía entre los dos al que dicen que fue a llevarles el dinero el día 4 de noviembre a la taberna de Concha. 

— ¿ Y qué resultado dio la diligencia ? 

— Que «el Rabia» dudaba o aparentaba dudar, pues a ninguno de los dos nos había visto nunca, y, por fin, a insinuaciones que se le hicieron de que tenía el pelo algo blanco el que estuvo en la taberna, se encaró conmigo.

— ¿ Luego le reconoció a usted ? 

— ¡ Naturalmente ! ¡ Si de los dos, yo sólo soy el que tengo el pelo algo blanco! 

— ¿ Es decir que le conoció a usted ?

— Por el pelo. Sin duda alguna le habían dado ese detalle, y tuvo necesidad de fijarse mucho en él; pero por, la cara no me conoció. ¡ Cómo me iba a conocer, si era la primera vez que me veía ! Además, luego dijo que me vio entrar en la taberna; pero que no entregué dinero alguno, y usted comprenderá que los- detalles de una escena tan significativa, no son de los que fácilmente puedan olvidarse, permitiendo incurrir en tamañas contradicciones. 

— ¿De modo que usted no conocía a «el Feo» ? 

— No, señor; no le había visto nunca. Ofrecí un cigarro al Sr. Balbuena e hicimos un alto en el diálogo. Realmente, la escena que se supone tuvo lugar en casa de «Concha la de Trobajo» merece toda atención. De ahí que siguiéramos hablando de ella bastante tiempo; mas cómo para reflejar nuestra conversación se precisaría un espacio del que hoy no disponemos, aquí hacemos punto final, y en la próxima información reanudaremos nuestra interviú, que, como ve el lector, no deja de excitar la curiosidad. 

SOL JAQUOTOT

En La Tribuna del 31 de octubre de 1921 aparecen las fotografías «El Rabia de Palencia» y de «El Feo de Veguellina».

En La Tribuna del 29 de octubre de 1921 aparecen las fotografías de los jueces que intervenían en el sumario.

En La Tribuna también aparecieron otras informaciones relativas al asesinato de Remigio Miranda.



















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