domingo, 15 de septiembre de 2024

El incremento de la superficie forestal en España

La masa forestal en España llegó a reducirse hasta unos seis millones de hectáreas a mediados del siglo XIX, según una estimación de 1903. Cerca de dos siglos después, el último Anuario Estadístico Forestal del Ministerio para la Transición Ecológica contabiliza en la actualidad 19,2 millones de hectáreas de superficie forestal arbolada.

A mediados del siglo XIX la situación de los montes en algunas regiones era especialmente preocupante, en algunas zonas de Zaragoza los montes no tenían ni siquiera tapiz herbáceo debido a la sobreexplotación, tal como muestran los estudios del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), e ilustran las crónicas de historiadores y viajeros de los siglos XVIII y XIX, como Francisco de Zamora, que describen un territorio deforestado en donde la gente hacía una jornada a pie para ir a buscar leña en zonas de montaña prepirenaicas.

Muchos de los árboles que se talaron en estos siglos fueron a parar al mar, para la construcción de buques, por lo que entonces la Marina era la responsable de la administración de los montes. Pero también influyeron otras actividades, como la minería, la agricultura y las actividades de la Mesta que taló bosques para obtener pastos para las ovejas. Además hubo dos motivos más que fomentaron la deforestación: la privatización de los bosques en los procesos desamortizadores y la sobreexplotación de los terrenos comunales. La venta de los montes públicos a particulares, fundamentalmente, la alta burguesía y la nueva nobleza que no tenía propiedades, no estaba sujeta a límite de uso en modo alguno. Si alguien había realizado un desembolso para comprar un monte arbolado, era normal que procurara recuperar el dinero inmediatamente cortando los árboles, todos, a matarrasa. En cuanto a los montes comunales, era una cuestión de supervivencia, la madera era esencial para poder alimentarse y no morir de frío. Así fue hasta que apareció la bombona de butano, considerada clave para la recuperación de los bosques.

El posterior aumento de la superficie forestal tiene su origen en las grandes reforestaciones, como la que impulsó el Plan General de Repoblación Forestal de 1939, diseñado por los ingenieros de montes Luis Ceballos y Joaquín Ximénez de Embún, que sumó entre 3,5 y 4 millones de hectáreas y, en menor medida, en otras iniciativas posteriores como el programa europeo de forestación de tierras agrarias, comenzado en 1993. El bosque también se ha expandido por sí solo, de forma natural, como consecuencia del éxodo rural y el abandono de tierras agrícolas.

En las décadas de los años 20 y 30 los jornales ganados en las repoblaciones forestales supusieron para mucha gente el primer dinero en efectivo que tuvieron, pues su economía era de trueque. Hubo zonas en donde a lo mejor se podían haber plantado otras especies que no fueran pinos, pero también se hizo una labor muy importante de recuperación de suelos y de cubierta forestal. Hace 90 años, con la plantación de pinos se pararon los procesos erosivos para que luego pudieran entrar en acción otras especies, ahora mismo estamos viendo como muchas de estas masas reforestadas están diversificándose. Lo que se hizo en su momento de plantar grandes extensiones de coníferas, en una situación de empobrecimiento de suelos y laderas, es lo que se podía y lo que se tenía que hacer. 

En sentido contrario al de la reforestación actúan los fuegos forestales. Si se considera solo la superficie forestal cubierta con árboles, sin tener en cuenta la superficie cubierta de matorral y el monte abierto, según los datos del Ministerio para la Transición Ecológica, desde el comienzo de las estadísticas en 1968 hasta septiembre de 2024, han ardido 3,1 millones de hectáreas. No obstante, esta cifra de arbolado perdido no puede restarse directamente sobre el total de nueva superficie forestal, ya que hay bastantes zonas que se han quemado varias veces.

Una de las preocupaciones actuales es el cambio en el clima, que se teme cause una gran mortandad de árboles. Es especialmente importante la gestión de las masas heredades de las reforestaciones históricas. Una de las herramientas más conocidas es la silvicultura y la reducción de la densidad del arbolado, para aumentar su capacidad de resistencia frente a las sequías. En la lucha contra el calentamiento del planeta, a menudo se defiende la plantación masiva de árboles para aumentar la absorción de CO₂. En un país como España, el foco no puede estar en reforestar más, sino en gestionar lo que hay para asegurar que los árboles sigan viviendo y los bosques sigan acumulando carbono. Hay que preparar los bosques para el futuro y seguramente hagan falta clareos. En muchas zonas, será inevitable la mortandad de árboles y será la propia sequía la que gestione el bosque”.

En todo caso, en cuestiones forestales un año no es nada, diez resulta muy poco, a partir de cincuenta ya se pueden analizar los resultados de las políticas forestales.







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