domingo, 13 de octubre de 2024

Los últimos de Filipinas

Este es el título de dos películas, una de 1945 y otra de 2016, que narran la resistencia de un destacamento español atrincherado en la iglesia de Baler hasta primeros de junio de 1899, medio año después de la firma del Tratado de París, que supuso el fin de las hostilidades y la perdida de las Colonias. 

La siguiente historia muestra las argucias de un antiguo soldado de Filipinas, no de los últimos pero si de los penúltimos, que se inventó una historia épica para ir viviendo a costa de los familiares de antiguos compañeros de armas. 

Me topé primero con la crónica del Mensajero leonés, del 24 de marzo de 1905. En un primer momento me imaginé estar ante un hecho heróico que tenía como protagonista a un medio paisano mío. La segunda versión de la historia tenía detalles bastante diferentes lo que hizo crecer en mi las dudas. Si solamente leemos uno de los artículos la realidad que acogemos en nuestra consciencia es una. Leídos todos ellos haga cada cual la suma o resta de realidades que quiera. Como se puede ver por otra parte las miserias humanas siempre han venido bien para hacer negocio y para combatir políticamente al adversario. 

El Diario Catalán, 31 de agosto de 1902, página 1

Leemos en La Voz de Valencia del viernes:

4.000 españoles cautivos

Lo están si, bajo el despótico poder de Emilio Aguinaldo, reyezuelo tirano, que a pesar del inmenso poderío de la gran nación americana, empeñada en sojuzgar todo el Archipiégo filipino, continúa pacíficamente dominando gran parte del territorio, especialmente toda la provincia de Balacán, a pocos kilómetros de Manila. 

En San Miguel de Mayumo, capital de aquella provincia, gimen cautivos 4.000 españoles, extenuados de hambre y de fatigas, desnudos de cuerpo, abatidos de espíritu, perdida la esparanos de su libertad y sintiendo el resquemor de la mayor indignación ante la conducta de sus hermanos de la patria que los han olvidado; y mientras en la Península se entregan a toda clase de diversiones y espectáculos públicos, ellos, los desgraciados cautivos, no tienen ni un rato libre de melancólica tristeza, ni un instante de descanso en sus trabajos forzados, ni un medio con que decir a sus madres «estoy vivo», ni un recuerdo de sus tradiciones religiosas, ni un lugar en donde congregarse para rezar al Dios de sus esperanzas, ni un simulacro que les recuerde el nombre o las gracias de la Madre bendita del Dios de sus mayores. 

¡España, España!, ¿en qué página de la historia se leyó jamás que abandonaras a tus bijos al rigor de las desdichas, bajo un raro e inhumano cautiverio, sin dolerte de su desventura y sin lanzarte a su redención, aun a costa de los mayores sacrificios. 

El día 2 de Mayo de 1898, ¡triste fecha!, cayeron en poder de Emilio Aguinaldo, tras el desastre horroroso de Cavite, 14.000 soldados españoles. En el presente momento histórico, sólo quedan vivos 4.000 de aquéllos.

Mas de 8.000 han muerto víctimas del hambre, de las enfermedades y del bárbaro trato que se les da para conseguir de ellos trabajos superiores a sus fuerzas

Unos 2.000 han logrado burlar la vigilancia de sus tiranos y escapar a nado con peligro de la vida. Tan temeraria resolución tomaron el día 5 de Mayo del presente año un centenar de aquellos desgraciados, confiados en sus fuerzas y habilidad para nadar y prefiriendo correr los azares de una travesía de dos horas a la insoportable vida de cautiverio

No pudieron resistir todos fatigas tan excesivas, y 49 sucumbieron en medio del Océano, llegando los 51 restantes al vapor «San Gil», de los Estados Unidos, en donde les dió vestido y buen trato su capitán, conduciéndoles a España y desembarcándoles en Barcelona el 16 o 17 de Junio.

No tiene corazón quien oye a estos afortunados fugitivos y no derrama lágrimas de compasión hacia los desventurados que allá quedan. Yo las derramé y muchos conmigo, al escuchar de labios de uno de aquellos, tan inauditos horroes.

En Valencia vive José Jiménez Martín, calle de Jerusalén, núm. 8, piso 1, quien vino  traerme noticias de un hijo mio a quien he llorado por muerto hace cuatro años. A él y a Vidal Moreno Monso, de Barcelona, que vive calle de la Alegría, 1, 2.º, derecha; a Vicente Vicent Badía y a Joaquín Llorens Agullella, de Onda (Castellón), y a cinco más de la provincia de Cáceres, cuyos nombres no recuerdo, pueden acudir cuantos ignoren el paradero de sus hijos, y sobre todo las familias de Juan Bautista Pastor Marrahí, de Albaida; de José Magraner, de Tabernes de Valldigna; de José Burguera Cebolla, de Sueca; de Pascual Saurin y Ros, de Valencia; de Dionisio Aranda Delon, de Albalat de la Ribera; de Francisco Ribas Exposito, de Real de Montroy; de Salvador Cardona, de Piles; de José Pérez de Oliva, y hasta el núm. de 93, todos valencianos.

Pidan también informes al mismo, si les place, los parientes de Antonio Candela Martínez, de Jijona (Alicante); de Adolfo Alemany Ripoll, de Muchamiel; de José García Bril, de la capital; de Antonio Sala Ibañez, de Monforte; de José Ibáñez Guarino, de Novelda; de José Martínez Ruiz, de Aspe; de José Pastor y de José Zaragoza, de Callosa de Segura; de Carlos Sola Sáez y de José Riquelme García, de Orihuela; de Juan Bautista Pérez y de josé Sanjuán Gilabert, de Alcocer de Planes; de José jordá Andrés, de Beniarrés, y de José Palmer Segui, de Sorita; todos comprovincianos.

Allá están, igualmente prisioneros, ocho soldados de la provincia de Badajoz, uno de Villanueva de la Serena, Manuel Sánchez Benítez; otro de Montijo, Mariano Curao Diaz; otro de la misma capital, Gregorio Pizarro Badillo, etc; uno de Don Benito, exsargento de la Guardia Civil, Eduardo Camacho Aljaba, y un exteniente del mismo cuerpo, don Lucio Muñoz Barba. Y, en fin, muchisimos más que el relatante no puede acreditar por sus nombres, ya que los apuntados han sido aquellos con quienes ha tenido trato más frecuente. 

Ya que Dios Nuestro Señor me ha concedido el favor de saber el paradero de mi hijo, de cuya muerte jamás se persuadió mi corazón ni el de su madre; ya que mi absoluta pobreza nada puede hacer por el rescate del hijo de mi alma; ya que las familias de los 4.000 cautivos serán quiza tan pobres como yo, quiero hacerles el buen servicio de publicar el reducido número de nombres que se me han comunicado, para darles noticias de sus hijos vivos, aunque desgraciados, y proponerles desde las columnas de La Voz de Valencia, unir nuestra sección para recabar, en cualquier forma posible, o de los poderes públicos, o de los corazones caritarivos de los españoles todos, la redención de nuestros bijos cautivos. Nada valgo, nada valemos, seguramente, los que tenemos interes propio en conseguirlo. Pero en Dios y en su Santa Madre fío, que algún corazón noble oirá nuestro clamor y protejerá nuestra empresa.

Redentora de cautivos fue siempre la iglesia Católica. Buena madre de sus hijos ha sido nuestra España. Dios nos inspire cuento convenga hacer. Lanzado está el grito. A ver si se responde a la voz de

Vicente Segrelles, padre de uno de los cautivos.

Albaida 27 de Agosto de 1902.

El Universo (Madrid), 31 de agosto de 1902, página 2

Mensajero leonés, 24 de marzo de 1905

UN REPATRIADO LEONÉS

Se encuentra en Santander un joven llamado José Martínez Caballero, qua llegó hace pocos días a España procedente de Filipinas.

José Martínez Caballero perteneció al 6.º batallón de cazadores y luego fue soldado de artillería de plaza, habiendo sido hecho y prisionero el día 2 de Mayo de 1898, siguiente al del combate de Cavite en que fue destruida gloriosamente nuestra escuadra.

Desde equella fecha ha sido prisionero de los tagalos y últimamente estaba en poder de las partidas que mandan los cabecillas Macabulu, Solimán y Llanera, siendo uno de los puntos en que estuvieron no hace mucho tiempo San Miguel de Mayunne. Últimamente se acercaron más a Manila, estando separados  de la capital del archipiélago por el río Pasí.

José Martínez y algunos otros compañeros de cautiverio lograron huir aprovechando las sombras de la noche, y cruzando el Pasí a nado, entrando así en Manila, y presentándose a las autoridades americanas. 

Los yanquis les socorrieron con tres pesetas diarias hasta la salida del vapor en que habían de ser repatriados, recibiendo luego el pasaje más diez duros. 

El buque tocó en Lisboa, donde desembarcaron nuestros compatriotas, los cuales se dirigieron luego a sus respectivas provincias, con carta de Socorro.

Según Martínez Caballero, que se dirige a León, de donde es natural. 

Los insurrectos filipinos tienen en su poder unos 4.000 prisioneros españoles, entre los cuales no figuran jefes, oficiales ni sargentos.

Entre otros detalles, el repatriado cita que los filipinos mantienen la esperarza de lograr alguna concesión de los yanquis mediante el rescate de los prisioneros españoles.

Los cautivos reciben para su alimentación morisqueta (arroz) y cuatro molas (antigua moneda española de dos cuartos).

Mensajero leonés, 11 de abril de 1905

Lo que dice el repatriado

Hace días hablamos de la llegada a España de un prisionero de Filipinas. Hoy podemos dar más noticias relativas a lo mismo.

El día 26 de Marzo último se ha presentado en Gallegos de Curueño éste joven llamado José Martínez Caballero, natural de Matallana, junto a Santa Cristina, a dar noticia a D. Vicente de Castro Diez, de su hijo Isaac de Castro, al que había dejado vivo en compañía de otros dos, uno de Santa Colomba de Curueño y otro de Santa María, a los que creían difuntos.

El referido Isaac, servía en el fuerte de Columpi batallón cazadores 8, y allí fueron prisioneros, desde aquella época se le creía muerto y espedida la fe de defunción, el Estado asignó a su padre D. Vicente la pensión de dos reales diarios.

El portador de la noticia dice que hace tres meses se separó de los demás a las diez de la noche, echándose al mar 100, de los que se ahogaron 55 y a él con los que quedaron los recogieron los yankis y les dieron 10 duros y 3 pesetas diarias hasta entregarlos en España; más los otros tres mencionados, el Isaac y los otros dos, no sabían nadar, por lo que no se arrojaron al mar, dando la comisión a los demás de que dieran noticias s sus padres, que tal vez si de España los reclamasen podrían salir de Filipinas, dice que habían sido vendidos 14.000 hombres, y de ellos no quedaban más que 4.000. 

Dice también que él desembarcó en Santander, a donde estuvo un mes en el hospital para reponerse. 

Los prisioneros se hallan en una isla que se llama San Juan del Monte, provincia de Urlocán (Manila).

Este es asunto que el Gobierno debe tomar con interés, pues desde que la familia se ha enterado se hallan impacientes por los sufrimientos de su hijo a la vez que indagar como se ha expedido y por quien la fe de defunción. 

El Comercio (Manila), 20 de junio de 1905, página 3

¿Quedan prisioneros españoles en Filipinas? 

Esta pregunta ha vuelto a poner sobre el tapete la llegada a Gijón, en el pasado mes de Abril, de D. José Martinez Caballero que marchó al pueblo de La Bañeza donde asegura que vino de Filipinas, donde ha estado prisionero en San Juan del Monte, de donde se ha fugado con otros españoles fogoneros que llegaron a Manila y fueron recogidos en esa por el vapor mercante americano “San Gil" que los ha traido a Gijón.

Y afirma Martinez Caballero que en Luzón quedan más de 4.000 españoles prisioneros. 

El Liberal (Madrid), 18 de julio de 1905, página 1

MUERTOS Y VIVOS

Por cuarta o quinta vez, en el transcurso de 260 años se está trabajando en la costa occidental de Escocia para extraer supuestos tesoros de un galeón que perteneció a nuestra Armada Invencible. 

La Empresa que ahora anda en ello da más señas y ofrece más testimonios que las que anduvieron antes. 

Sabe como se llamaba el Galeón y tiene la certidumbre de que dentro de él iba el tesoro de la Armada, el cual Tesoro se conserva intacto al cabo de tres centurias bastante largas de cuenta. 

Sospechoso es el nombre de Almirante de Florencia, impropio de aquellos días y desconocido en nuestras crónicas, y sospechosísima la incongruencia de haberse encontrado numerosos sables entre los objetos extraídos del buque. 

Pero como la Empresa afirma haber extraido tembién considerables montones de huesos, restos, sin duda, de soldados y marineros españoles, nada tiene de particular que la grande y patriótica alma del Sr. Moret se haya conmovido, afanosa e impaciente por ver aquellos venerables despojos restituídos al suelo de la patria.

Parécenos a nosotros que el asunto del galeón de Tobermory es como el famoso de los galeones de Redondela.

Cada veinte o treinta años se crea una Sociedad para descubrir los tesoros ocultos, y ya gastada la cantidad reunida, sin que aparezcan más que abanicos o cañones viejos, cesan las exploraciones, y se van los ingenieros y los buzos con la música a otra parte,

Puede ocurir, no obstante, que sea verdad lo de los huesos, ya que no lo de los dineros, y en ese caso muy bien estará que repatriemos las insepultas cenizas. 

Seanos permitido tan sólo poner a ese grandioso y romántico proyecto una sencilla y vulgar añadidura. 

A la vez que traigamos de los mares de Escocia nuestros soldados difuntos, convendrá mucho averiguar si hay o no hay en Filipinas centenares y aún millares de soldados vivos que sufren lastimoso cautiverio. 

Se ha hablado de esto en repetidas ocasiones, y siempre han dicho los Gobiernos que ningún español quedaba allí, salvo unos cuantos que permanecían por su gusto. 

Pero de tiempo en tiempo, y a intervalos cada vez más cortos, llegan noticias que demuestran lo contrario.

Los últimos informes traidos por el soldado José Martinez Caballero son de tal naturaleza, que exigen una averiguación immediata y concluyente.

Este soldado, desde mediados de 1898 hasta el 14 de Abril de 1908, ha estado prisionero con otros cuatro mil, primeramente en San Miguel de Mayumo, (provincia de Bulacán), luego en los montes de Blaonabató, después en San Pablo y por último en San Juan del Monte. 

De aquí se fugó (varios lo habían hecho antes), arrojándose el Passig con noventa y tantos compañeros. 

Sólo 45, recorriendo cuatro millas a nado, lograron llegar a Manila, en don de se les embarco en el vapor San Gil para Gijón, a cuyo muelle arribaron el día 20 del pasado mes de Junio.

Las autoridades militares no pudieron socorrerlos en vista de que carecían de documentación, y cada cual se marchó como pudo en demanda del pueblo nativo.

José Martínez Caballero, que traía encargos para los padres de un compañero suyo de prisión, cita por sus nombres y procedencias a muchísimos de los que continúan padeciendo cautiverio, y fija los cuerpos o batallones a que perteneció cada uno.

Otro día publicaremos esos nombres, pues tenemos una declaración firmada a fin de que cuando menos sepan varios  infelices padres cómo viven los hijos a quienes de años acá suponían muertos. 

Entre tanto se nos figura que está obligado el Gobierno a comprobar el caso, y a procurar, si es cierto, la repatriación de esos  abandonados e infortunados españoles.

Así lo exige un deber de conciencia, harto mayor que el que atañe a los restos más o menos auténticos, de la Armada Invencible. 

Mensajero leonés, 19 de julio de 1905

El famoso exprisionero de Filipinas José Martínez Caballero, decididamente, no está bueno de la cabeza. 

Ahora anda por Zamora contando el antiguo cuento y los periódicos de la región vienen alarmados pidiendo al Gobierno rescate a los muchos soldalos españoles que según dice este soldado José Martínez, quedan aun en poder de Aguinaldo (!). 

Esta vez ha completado un cuento con nombres y he aquí los que él dice gimen aun en la cautividad: 

«Pedro Arenillas, de Villada (Palencia); Victoriano Jiménez, de Ataquines (Valladolid); Fernando Lafuente, de Villagraz de la Unión (Valladolid); Tomás García, de Rioseco; Felipe Sagún, de Villagarcía (Valladolid); Juan Delgado, de Turcia (León); Rufino Velasco, de Ci-manes del Tejar (León) Juan Fernández, de Azadón (León); Julián Rodríguez de Tapia (León); Manuel García, de Canales de la Magdalena (León).» 

¿Hasta cuando se va a dejar a este hombre alarmar la opinión pública con sus fabulosas relaciones? 

El Universo (Madrid), 19 de julio de 1905, página 3

Desde Rioseco

(DE NUESTRO SERVICIO PARTICULAR)

Un soldado español prisionero de los Filipinos

Medina de Rioseco 18, - Ha permanecido en esta algunos días una víctima de nuestro desastre colonial. 

Llámase José Martínez Caballero, es de la provincia de Zamora y ha estado seis años bajo el cautiverio de los tagalos en aquel archipiélago. 

El relato que hace de su propio informe y el de algunos otros soldados españoles, compañeros suyos, en la guerra contra los indígenas filipinos, conmueve y apena al que lo escucha. 

José Martínez debe su libertad a un acto de audacia, del cual salió afortunadamente en salvo, sin que, por desgracia, ocurriese lo mismo con la mayoría de los compañeros de evasión, pues muchos de ellos pagaron con la vida su intento de fuga.

Ha asegurado que aún quedan cautivos de los tagalos muchos soldados españoles, entre los cuales se encuentra uno que es natural de esta población  y algunos otros de pueblos inmediatos. 

— Benabente.

El Liberal (Madrid), 20 de julio de 1905, página 1

A SALIR DE DUDAS

Si; parece muy extraño el que después de tanto tiempo queden en Pilipinas prisioneros españoles. Pero hay que convenir en que la noticia, si es extraña, no es nueva.

Recuerda El Imparcial que hace un año se afirmó igualmente la existencia de más de mil cautivos, soldados unos y ex empleados otros. 

«Entonces el Gobierno practicó o dijo que había practicado información correspondiente y aseguró que el supuesto era de todo punto inexacto.»

Claro está que la información, si la hubo, se reduciría a unas cuantas preguntas dirigidas a nuestro consulado o a las autoridades americanas de Manila, y no ignora nadie que tanto estas como aquél, a causa de la anarquía del país, ni se cuidan ni saben miaja de lo que acontece a media legua de sus respectivas jurisdicciones. 

Lo cierto es que ha vuelto a llegar a España el aviso, y que esta vez trae ese aviso pormenores y caracteres agravantes. 

Alguien supone que los llamados cautivos son soldados desertores, o paisanos que, yéndose al campo rebelde, pretendieron mejorar de fortuna. 

Hoy, desengañados y corridos, procuran que gratis et amore, los repatriemos.

El argumento tiene sus buenos cinco años de antigüedad. Lo inventó el difunto Silvela para esquivar las dificultades que ofrecía el rescate, dado el empeño de los tagalos en tratar directamente con España y con Roma.

Se llegó entonces hasta el extremo de negar la entrada en Palacio a la Comisión de madres y esposas que, sollozando, pedían la libertad de los suyos.

Necesario fue que las Sociedades Económicas se aliasen y organizasen una expedición a Filipinas para redimir a costa de innumerables trabajos miles de prisioneros. Necesario fue que un entiguo compañero nuestro, con energías padre, marchase a Manila y gestionase directamente el rescate de dos hijos suyos, pundonoronísimos oficiales, a quienes de otra suerte quizá se hubiera calificado también de desertores. 

Los datos traídos hoy por un soldado de Infantería de Marina, que pasó cinco años en poder de los tagalos y que el 18 de Abril de 1905 se fugó tirándose al Pasig con un centenar de compañeros, exigen por lo categóricos una información inmediata y que no se limite, como de ordinario a superficiales consultas.

De los que se fugaron con él, José Martínez Caballero recuerda estos nombres:

Eduardo Caamaño Algaba, natural de Don Benito, perteneciente al décimo quinto batallón expedicionario; Munuel Sánchez Benítez, del batallón número 4, natural de Villanueva de la Serena; Gregorio Pizarro y José Burreño, de Badajoz; León Galán García, de Alburquerque: Mariano Cubas, de Monllojo; José Burguera, de Sueca; Francisco Rivas, de Montroig, José Refales, de Tarrasa; Juan Sotoca, de la Roda; Nicanor Martín León y Manuel Fontanul, de Parefes, y Vidal Moreno, de Medina.

De los que allá quedaron en cautividad, cita, y para relativa tranquilidad de las familias copiamos nosotros, los siguientes:

Pedro Arenillas, de Villada; Victoriano Jiménez, de Ataquines; Fernando Lafuente, de Villagrasa de la Unión; Tomás Garcia, de Rioseco; Felipe Sahagún de Villagarcía; Rufino Velasco, de Cimanes del Tejar; Juan Hernández, de Aradón; Julián Rodrígez, de Tapia; Manuel Carcía, de Canales de la Magdalena; Juan Ramos, de Villarejo de Orbigo, y Juan Delgado, de Turcia.

Conoció también varios soldados madrileños; pero no hace memoria de sus apellidos, porque era con los castellanos y leoneses de provincias limítrofes con quienes tenía mayor trato.

Para las familias de estos ha traído encargis y memorias. 

Cuanto a las tareas que desempeñaban él y sus colegas en San Juan del Monte, eran bien sencillad, arar la tierra uncido cada cual con un carabao

Los que de las aguas del Pasig salieron con vida, durante las dos semanas pasadas en Manila esperando el embarque para España, recibían de aquellas autoridades tres pesetas diarias de socorro, señal avidente de que no se les consideraba como desertores, sino como soldados o ciudadanos de una nación amiga. 

Los datos que acabamos de copiar demuestran con su abundancia y precisión que no se trata de una comedia. Puede que así y todo lo sea; pero obligación tiene el Gobierno de poner en claro la verdad o la mentira.

José Martínez Caballero no se oculta, y ha firmado la declaración, extractada en los párrafos antecedentes.

Hay pues un hilo conductor y de él debe de servirse quien de veras desee llevar a cabo una obra, que lo es de dignidad para la nación y de misericordia para algunos centenares o tal vez millares de infelices. 

No se perderá ni el dinero ni el esfuerzo que se emplee en esa ineludible campaña. 

Exacto o apócrifo el rumor, a bien quedaremos con nuestra conciencia, después de haber hecho todo lo posible para desentrañarlo. 

El Mundo (Madrid), 30 de octubre de 1907, página  4

Los prisioneros de Filipinas

Un impostor

Con este título, nuestro estimado colega La Correspondencia Militar publica datos que confirman nuestras sospechas de pasados días respecto al individuo presentado en Requena y que se hace pasar como ex prisionero de Filipinas. 

Se trata, a lo que parece, de un vividor que con diferentes nombres supuestos, está recorriendo por segunda vez toda España, y añade el querido colega:

"Dicho individuo, que con los nombres de José Martínez Caballero, cuyos padres le reconocen como hijo; con el de Manuel Sánchez Benítez, cuyos padres y parientes le reconocen también como hijo; con el de Juan Sutoca Martínez, cuyos padres, aunque con dudas por lo desfigurado que lo encontraban, lo aceptaron también por su hijo; y los de Luís Jiménez Martín, Enrique Frutos San José, Ezequiel Velasco Acebes, Miguel Bermejo Calero, Laureano Fenicio Mezquita y otros nombres de soldados que tuvo por compañeros en Filipinas, estuvo recorriendo el Norte y Noroeste de la Península empleando iguales astucia para vivir sobre el país, fue por consecuencia de ello procesado y encarcelado en la celular de esta corte por un juzgado militar de esta plaza; obtuvo la libertad provisional en Agosto de este año; desapareció a mediados de Septiembre, y aparece ahora como natural y vecino de Requena (Valencia), y con el nombre de José Valguera Cebolla, continuando con la inhumana y punible acción de levantar muertos. 

Por datos exsctísimos oficiales  que poseemos podemos asegurar a nuestros colegas El País de esta corte, y El Pueblo de Valencia, que de los 6.200 y pico de compatriotas que sufrieron el cautiverio en Filipinas, solo un comandante en situación de supernumerario, de un segundo teniente de infantería y de cinco sargentos, 14 cabos, siete cornetas y 361 soldados, en total 389 individuos, no han podido esclarecerse el paradero en los expedientes informativos judiciales que se han instruido a dicho fin, y en la mayoría de los cuales resultan indicios suficientes de su fallecimiento, pero no para fundar una afirmación concreta, terminante, de carácter judicial. 

Conviene difundir estos antecedentes y datos por medio de la Prensa para evitar que desgraciadas familias sean explotadas villanamente. 

El País (Madrid), 3 de noviembre de 1907, página 1

El Correo español, 14 de julio de 1908, página 3

Españoles cautivos.

Sevilla 14. — Un compatriota llamado José Martínez Caballero, que perteneció a la dotación del María Cristina y a quien se consideró muerto en las Filipinas, hasta ahora que ha logrado repatriarse, ha asegurado a la madre de otro compañero de armas Manuel Martínez Sánchez, que su hijo vive prisionero en la isla de San Juan con otros 3.000 desdichados a quienes los indigenas hacen trabajar como a bestias bajo el yugo.

Caballero logró escaparse nadando, y por fortuna para él, lo recogió el vapor Baltimore, que lo condujo a Barcelona.

La madre de Manuel Martínez conserva desde hace tiempo periódicos de Cuba en los que se afirma que quedan aun en las Filipinas españoles cautivos.

N. de la A. — Acogemos con toda clase de reservas esta información de nuestro corresponsal en Sevilla, respecto al crédito que puedan merecer las aseveraciones reproducidas en el telegrama.

El País (Madrid), 16 de julio de 1908, página 1

La Correspondencia Militar, 12 de agosto de1908, página 1




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