sábado, 19 de julio de 2025

Antonio Garijo Hernández

Antonio Garijo Hernández era en 1936 un oficial de infantería diplomado en la Escuela Superior de Guerra, en julio de ese año ostentaba el rango de capitán de Estado Mayor​ y se encontraba destinado en el Estado Mayor de la III División Orgánica de Valencia. Tras el inicio de la Guerra civil se mantuvo en el bando republicano. Fue destinado al Ejército del Centro, donde ocupó el puesto de jefe de la 2.ª Sección —es decir, la sección de información— del Estado Mayor. Posteriormente sería jefe de la 2.ª Sección de Estado Mayor del Grupo de Ejércitos de la Región Central (GERC), alcanzando la graduación de teniente coronel.

Antonio Garijo Hernández intervino en el traslado de las enfermeras del ejercito nacional María Isabel y María Luisa Larios, hechas prisioneras el 6 de julio de 1937 en la toma de Brunete.

Aunque se había dicho inicialmente que fueron trasladadas caminando desde Brunete hasta Torrelodones, los nuevos hallazgos que hemos encontrado en los archivos y que publicamos en nuestro libro «La guerra encubierta» (Arzalia) demuestra que esto no fue así. Las hermanas Larios prestaron inicialmente declaración a pocos kilómetros del hospitalillo donde fueron hechos prisioneras. Lo hicieron ante el propio Modesto que interrogó al mismo tiempo a dos oficiales franquistas de Artillería (un comandante y un teniente) que también habían sido capturados durante la ofensiva. Mientras Modesto y sus hombres efectuaban los interrogatorios, irrumpió en su puesto de mando un teniente coronel de Infantería llamado Antonio Garijo Hernández, al que le dedicamos todo un capítulo en nuestro libro. Éste se presentó como jefe de la sección de información del Ejército del Centro de la República y ordenó a Modesto y al resto de interrogadores que le entregaran a las dos enfermeras y a los dos oficiales. Les dijo que como responsable de esta sección, él y sus hombres se harían cargo de los prisioneros de guerra que tendrían que abandonar inmediatamente aquella zona porque existían posibilidades de que los sublevados lanzaran un contraataque.

Documental sobre el trato que el Gobierno republicano da a los prisioneros fascistas.

Contiene tres entrevistas a prisioneros. En primer lugar María Luisa Larios, enfermera falangista capturada en Brunete, es interrogada por otra mujer y dice haberse afiliado a Falange Española en Algeciras y recibido un curso intensivo de enfermería al inicio de la guerra. Fue capturada en Brunete donde les sorprendió el ímpetu del avance republicano y dice haber comprobado que el ejército republicano es más potente y disciplinado que lo que creía; ha recibido buen trato en todos los puntos.

El Subsecretario de Propaganda visita a prisioneros italianos, habla con el comandante Antonio Lucio. Un familiar dice, en una carta a uno de los prisioneros, que los capturados en Guadalajara son considerados como desertores. El Subsecretario de Propaganda habla después con un soldado italiano, quien dice haber sido hecho prisioneros en el monte Ibarra, en Guadalajara, donde se extravió conduciendo el vehículo de un coronel, fue conducido primero a Madrid y luego a Valencia y siempre recibió buen trato. En el patio de la prisión los prisioneros italianos leen el periódico y hacen ejercicios.

Para algunos historiadores, como Ángel Bahamonde y Javier Cervera, fue un agente nacional infiltrado en el Estado Mayor republicano.​ Durante los primeros meses de 1939 Garijo mantuvo contactos directos con el SIPM franquista, mostrándose dispuesto a cooperar con las fuerzas franquistas; en este sentido, se habría comprometido a impedir la llegada de armamento a la zona Centro-Sur todavía controlada por los republicanos y a facilitar la posterior entrega de este territorio al ejército de Franco contando con la ayuda del coronel Félix Muedra.

El 5 de marzo de 1939, el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro, dio un golpe de estado y derrocó al Gobierno republicano del socialista Juan Negrín, que pretendía continuar la guerra, tras la caída de Cataluña a principios de febrero de 1939. Casado contó con el apoyo de Julián Besteiro, Wenceslao Carrillo, Melchor Rodríguez García, Cipriano Mera y el general José Miaja. Antonio Garijo Hernández también se encontraba entre los colaboradores de Casado, y​ a finales de marzo de 1939 fue uno de los emisarios designados por el Consejo Nacional de Defensa, junto al comandante Leopoldo Ortega Nieto, para negociar con los representantes de Franco.​ 

El 19 de marzo de 1939 Franco aceptó iniciar conversaciones para negociar el fin de la guerra con representantes del gobierno republicano. Al mismo tiempo, el mando nacional se había dedicado a organizar el nuevo despliegue de sus fuerzas que le permitiera lanzar una nueva ofensiva en caso necesario. Los coroneles republicanos Garijo y Leopoldo Ortega se desplazaron en avión a Burgos el 23 de marzo por la mañana. Los negociadores nacionales se limitaron a entregarles un documento para que se lo transmitieran a Casado. El documento estipulaba que el 25 de marzo toda la aviación republicana despegara en dirección a los aeródromos nacionales y se entregara. En cuanto al ejército de tierra, habría un alto el fuego en todos los frentes el 27 de marzo. Los jefes militares atravesarían las líneas del frente portando banderas blancas y documentos en los que se detallara la posición de las fuerzas republicanas. Además, Franco señalaba dos puertos de la costa de Levante como puntos de partida para quienes quisiesen expatriarse. El 25 de marzo, después de unas discusiones angustiosas en el Consejo de Defensa, Garijo y Ortega regresaron a Burgos para pedir que las condiciones se expresaran por escrito y que se concediera un plazo de 25 días para que se expatriaran quienes lo desearan. Pero a las seis las negociaciones se daban por rotas puesto que la aviación republicana no se había rendido. Garijo y Ortega regresaron a Madrid.

Tras la rendición de la zona republicana Garijo fue encarcelado y expulsado del Ejército. Falleció el 2 de agosto de 1984 en la localidad de Mora de Toledo, localidad en donde había nacido. Su familia había estado relacionada con el periodismo.

GARIJO HERNÁNDEZ, Antonio (†2-VIII-1984). Esposo de Olvido Hierro y Fernández-Cabrera;
padre de Antonio, Francisco y Manuel. Coronel de Estado Mayor. Jefe de la Sección de Información del Grupo de Ejércitos de la Región Centro-Sur republicana durante la Guerra Civil. Por encargo del coronel Casado, el 23 de marzo de 1939 vuela hasta Burgos, junto con el
comandante Leopoldo Ortega, para negociar con los representantes de Franco el final de la
Guerra Civil (El País 5-VIII-1984).


La historia de Antonio Garijo Hernández ha sido narrada por el periodista Alberto Laguna, junto a Victoria de Diego, en el ensayo La guerra encubierta (Arzalia, 2024).

Julián Vadillo Muñoz, « Ángel Bahamonde, Madrid 1939. La conjura del coronel Casado », Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, 50 | 2016, 308-310.

La Guerra Civil, sus antecedentes y desarrollo, ha sido objeto de múltiples estudios desde distintas perspectivas. Desde la pura historia política hasta su dimensión internacional pasando por aspectos como el desarrollo económico, la vida cotidiana, los estudios militares, etc. 

Pero hay algunos aspectos que aunque se citan constantemente no han sido objeto de estudios pormenorizados. Uno de esos aspectos es el final de la Guerra Civil. Desde la formación del Consejo Nacional de Defensa de Casado el 5 de marzo de 1939 hasta el último parte de guerra de las tropas sublevadas el 1 de abril de 1939 se produjeron los episodios que pusieron punto y final a la experiencia republicana en España. Para este periodo siempre habíamos trabajado mucho con las memorias. Desde las del propio Casado tituladas Así cayó Madrid hasta la de los distintos militantes y militares que vivieron aquellos acontecimientos. Las memorias de Cipriano Mera Guerra, cárcel y exilio de un anarcosindicalista o la de militares como Juan Perea, militantes como Lister, Modesto, etc., que tratan cada uno de sus óptica ese final de la Guerra. Testimonios importantes y fundamentales para contrastar información pero que no deja de ser la visión de cada uno de esos militantes. De todos estos textos quizá para el caso que nos ocupa son muy importantes de leer las memorias de Segismundo Casado. Escritas durante su exilio y publicadas primero en inglés (The last day of Madrid) fueron traducidas y publicadas por primera vez en España en 1968, cuando Casado ya había regresado a España y había sido juzgado una vez que volvió a pisar territorio español. En el libro Casado hace toda una autojustificación de su proceder en aquel marzo de 1939. Un Casado que hizo en el libro un repaso a la historia inmediata de España y clasificando de forma muy sucinta a los distintos grupos políticos. Casado se muestra condescendiente con los golpistas de 1936, autojustificativo con su actuación y muy duro con las posiciones de Negrín y los comunistas. Unas memorias con enorme valor documental. Pero hacía falta trabajos de investigación que mostrasen lo que había sido los últimos días de la Guerra.

En el año 2009 los profesores Ángel Viñas y Fernando Hernández Sánchez publicaban el libro El desplome de la República donde hacen un repaso pormenorizado de los últimos momentos de la Guerra Civil. Un libro que se podía completar con la biografía que el propio Ángel Viñas publicó en el libro 25 militares de la República sobre la figura de Segismundo Casado.

Ahora el profesor Ángel Bahamonde nos sorprende con un nuevo libro que trata de forma concisa y pormenorizada aquellos últimos momentos de la Guerra Civil. Viene a profundizar en algunos aspectos de un libro anterior publicado junto a Javier Cervera Gil en 1999 titulado Así terminó la Guerra de España. Un libro que viene a completar a la perfección los anteriores y que aporta valoraciones y estadísticas nuevas extraídas de archivos. Aparte del perfil biográfico más que necesario que el profesor Bahamonde hace de Casado en el libro, presentándolo como un militar que nunca había tenido una posición política clara, se incide en algunos aspectos de vital importancia para poder entender lo sucedido en marzo de 1939. El primer aspecto a destacar es la fuerte personalidad militar de Casado. Segismundo Casado pertenecía a ese sector militar que repudiaba a los políticos civiles y que consideraba que los problemas que vivía España en aquellos momentos se tenía que resolver entre militares. Ese vector militar para encontrar una salida a la guerra es fundamental para entender las actuaciones de Casado y sus intentos de pactar con los golpistas de julio de 1936.

Otro importante tema son los militares que rodean a Segismundo Casado. Muchos de ellos eran quintacolumnistas emboscados en los ejércitos del centro. En muchas ocasiones los mandos militares republicanos conocían de la filiación de estos militares. Pero su ética militar les impedía actuar contra ellos. Esto hizo más sencillo los contactos entre militares de las dos zonas. Estos militares eran lo que se les conocieron como los «leales geográficos». Algunos de estos militares como José Centaño de la Paz o Antonio Garijo Hernández eran claramente de la quinta columna y tenía contactos tanto con el Socorro Blanco como con la Falange clandestina. Otros militares, como Manuel Matallana López, queda poco clara su lealtad a la República. Curiosamente la inmensa mayoría de estos militares nunca se adscribieron a ningún partido.

Otra cuestión tocada en el libro son los grupos y personalidades políticas que apoyan a Casado. Aunque de forma breve las conclusiones son claras. Parte del movimiento socialista y parte del movimiento libertario se posicionan contra el gobierno de Negrín y a favor de Casado por cuestiones muy distintas a las que mueve al propio Casado. Las querellas internas en el propio Partido Socialista, abiertas desde la salida de Largo Caballero del gobierno en mayo de 1937, las disputas que mantienen socialistas y comunistas en el seno de la UGT o la confrontación entre anarquistas y comunistas y las querellas entre ellos desde Mayo de 1937 fueron determinantes para la actuación de libertarios y socialistas. Aquí convendría establecer una división y plantear una radiografía concluyendo que una cosa era Casado y el grupo de militares que le rodeaba y otra era los «casadistas» que circunstancialmente se unieron. Una vez que las unidades militares comunistas fueron aplastadas por las fuerzas militares «casadistas», con una importante participación del IV Cuerpo de Ejército de Cipriano Mera, se comienza a palpar las diferencias entre Casado y su grupo que quieran liquidar la Guerra a cualquier precio, y los sectores del movimiento obrero que no querían terminar la guerra de cualquier manera. Pero era demasiado tarde para poder reaccionar de ninguna manera.

Esta última parte es fundamental para entender otro de los grandes ejes del libro del profesor Bahamonde. ¿Qué estaba negociando exactamente Casado? Parecía que una Paz Honrosa que permitiera a los militares reincorporarse a sus funciones una vez finalizada la Guerra y que no se ejerciera represalias contra los militantes que no tenían delitos de sangre. ¿Era Franco partidario de esta opción? Radicalmente no. La opción de Franco era rendición incondicional. Y los antecedentes marcados en el propio golpe de Estado decían ya que ninguna de esas concesiones se iba a plantear. Excepto aquellos que lograron alcanzar el exilio, el resto de personas quedaron detenidas. Ya hubiesen apoyado a Casado o ya se hubiesen opuesto a él. Julián Besteiro y Melchor Rodríguez, que habían apoyado al Consejo Nacional de Defensa de Casado fueron detenidos, juzgados y condenados. Otros como el anarquista Feliciano Benito fueron fusilados a pesar del apoyo a Casado. O el caso de Cipriano Mera, que aunque alcanzó Oran, tras un periplo regreso a España y fue detenido, juzgado, condenado a muerte y rebajada su pena posteriormente, volviendo a exiliarse y morir en París en octubre de 1975. Incluso el propio Casado regresó a España y fue juzgado y condenado. La benevolencia del Generalísimo (como lo denominaba el propio Casado) no se produjo en ningún momento.

Partiendo de todos estos criterios y conclusiones habría que dar un paso más y comprobar como se vivió aquellos días finales de la Guerra en otras poblaciones en la zona leal a la República. El libro del profesor Bahamonde se centra en Madrid (aunque cita otros lugares como Alcalá de Henares pues allí hubo combates) al ser el centro neurálgico de los acontecimientos y donde se libraron los principales combates militares y políticos.

Estamos ante un libro sintético, bien trabajado y con muchas aportaciones para la investigación de los últimos momentos de la Guerra Civil. Una importante bibliografía al respecto y unos apéndices con el destino final de los militares que apoyan a Casado y los que apoyan a Negrín completa esta obra que constituye una muy notable contribución a esa parte de la historia de la Guerra Civil.

El golpe de Casado en Madrid: estado de la cuestión y mitos resueltos 80 años después,
Manuel Aguilera Povedano, Universidad Pontificia de Comillas

El golpe de Casado es motivo de debate en la historiografía debido a sus causas y simbolismo. La última crisis de la II República derribó el Gobierno de Juan Negrín el 5 de marzo de 1939 (hace 80 años) y provocó una guerra interna en el bando republicano que duró una semana. El autor defiende que el coronel Segismundo Casado se sirvió del odio ideológico entre antifascistas para dar un golpe de estado y acabar con la política de resistencia que defendían Negrín y el PCE. El autor identifica por primera vez la tendencia política de las unidades militares enfrentadas –lo cual explica el origen ideológico del conflicto–, cuenta el transcurso de la Batalla de Madrid y da el número de víctimas. Afirma que el golpe de Casado fue la contrapartida de los Hechos de Mayo de 1937 y, como ocurrió entonces, el papel de los anarquistas fue determinante.











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