miércoles, 17 de febrero de 2010

Barreras marinas para evitar la salinización del delta del Ebro

Miquel Reverté, acequiero mayor de la margen derecha del delta del Ebro, en Tarragona, es un testigo excepcional de la subida del nivel del mar. En los últimos 20 años el mar ha subido unos cuatro dedos. Por ello, las bombas con las que se desaguan los arrozales, algunos de ellos claramente bajo el nivel del Mediterráneo, se han de poner en marcha cada vez con mayor frecuencia.

Con el aumento del nivel del mar y el menor caudal del Ebro, la cuña salina, la lengua del mar que sube río arriba y amenaza el ecosistema, avanza lentamente pero de forma imparable. La situación ha llevado a la Confederación Hidrográfica del Ebro y al Ministerio de Medio Ambiente, a plantearse un sistema de diques subacuáticos que frenen la entrada de agua salada. Esas barreras podrían ser una buena solución contra la cuña salina.

Este tipo de barreras ya se han instalado en el delta del Po, en Italia. El ingeniero responsable del proyecto es Lino Tosini. Las barreras antisal tienen entre seis y ocho metros de alto y se colocan en el lecho del río cerca de la desembocadura. Encima quedan entre dos y dos metros y medio de agua para que puedan pasar barcos.

Cuando el río lleva mucho caudal, el agua dulce abre las láminas oscilantes de las barreras y sale hacia el mar. Cuando el caudal es menor, se produce la entrada de la cuña salina en el delta. En ese momento, las láminas oscilantes de las barreras se cierran, y frenan la entrada de sal. Se colocan en el fondo porque el agua salada es más densa y ocupa la parte inferior del río.

El proyecto para el delta del Ebro costaría entre dos y tres millones de euros. En Italia hay dos barreras en el Po (colocadas en 1987 y 1990) y otra en el río Adige (de 1990). Los técnicos las colocan en abril y las retiran en septiembre. El resto del año el río se basta para mantener a raya la entrada del mar.

Enric García, director del consorcio Deltamed, que agrupa a los principales deltas del Mediterráneo, apoya la construcción de las barreras. Según él, a veces el río en Amposta (A más de 20 kilómetros de la desembocadura) parece que lleva mucha agua, pero sólo es dulce la que hay arriba, a muy poca altura ya entra agua salada.

García trabaja en la comunidad de regantes de la margen derecha, que agrupa a unos 5.000 dueños de 15.000 hectáreas de arrozales que se riegan con el agua del Ebro. En el río, muy cerca de Amposta, se puede encontrar algún lenguado y no es normal que en vez de una carpa aparezca un pez de agua salada. En apariencia el Ebro lleva mucho agua, pero muchas veces es agua salada en su mayoría. Si uno se fija en el color del río ya muy cerca del mar, es de un azul indistinguible del océano y va dejando unos restos blancos por el suelo, es la sal que se mete por el delta.

La entrada de sal es una consecuencia de la regulación del Ebro, río arriba, y de la reducción de caudales. Cuando el río lleva más de 300 metros cúbicos por segundo de caudal en la desembocadura, el mar no entra, pero no hay agua para mantener ese caudal. Por eso se necesitan las barreras para defender el delta de las mareas. Con la sal muere todo, el arroz y las otras plantas, según explica el presidente de los regantes de la margen derecha, Manuel Masiá.


En opinión de la Plataforma en Defensa del Ebro, un influyente grupo ecologista de la zona, también es necesario que se fije un caudal ecológico suficiente para garantizar la supervivencia del delta.

Con las llamadas barreras antisal, el ministerio pretende combatir una regresión que parece imparable. El delta creció a partir del siglo XV con la deforestación aguas arriba, el Ebro comenzó a transportar una gran cantidad de sedimentos que se quedaban en la desembocadura. En el siglo XX, con la construcción río arriba de los enormes embalses de Mequinenza, Flix y Ribarroja, la llegada de sedimentos se redujo drásticamente. Y el delta no ha hecho más que menguar y moverse. Costas ya ha diseñado un muro de dos metros de alto y 16 kilómetros para salvar el delta de la subida del nivel del mar. Las barreras antisal completarían, bajo el mismo río, ese sistema.

El Plan Integral de Protección del Delta del Ebro, de 2006, calcula que el delta se hunde unos tres milímetros al año. Eso, unido a la subida prevista del nivel del mar por el cambio climático, hace prever que el aumento relativo del nivel del mar en el delta del Ebro sea de 57 centímetros a final de este siglo. Los técnicos del Ministerio buscan todo tipo de soluciones, primero analizaron si se podía remover el fondo de los embalses para que los limos llegasen al delta, pero el embalse de Flix acumula en su lecho 700.000 toneladas de residuos tóxicos y no se debe remover.

Entre 10 y 15 centímetros más, el doble del grosor de un listín telefónico, y el Mediterráneo anegará el Delta del Ebro. Tal subida del nivel del mar se prevé para 2050, advierten los expertos de la Generalitat. Pero para entonces, el agua salada topará con un dique de hasta dos metros de altura y 16 kilómetros de longitud.

Este es el segundo elemento con el que el Ministerio de Medio Ambiente confía en salvaguardar uno de los principales humedales al sur de Europa. El muro envolverá la bahía dels Alfacs (Tarragona) y su plataforma acogerá un carril bici y un camino peatonal. El muro costará unos 16 millones de euros y abarcará el tramo más afectado por el aumento del nivel del mar en la cara sur del Delta. La zona que parte de Sant Carles de la Ràpita hasta topar con el arenal del estuario que se despliega abriéndose hacia Valencia quedará a resguardo de las crecidas marítimas en 2012.

Medio Ambiente realizará otra obra similar en la fachada norte de la desembocadura, entre Riumar y La Marquesa, prevista para 2013. El área comprende la enorme bahía del Fangar, un mar de dunas acorralado por la penetración de agua salada. En los años siguientes otras barreras de hormigón blindarán los arenales más vulnerables. Pese a todo, se trata de una tarea con éxito incierto porque el Ebro ya poco podrá aportar al Delta y los arenales que limitan el delta son inestables, se mueven por efecto del río y los vientos", por lo que en un futuro próximo (2050) la barrera de diques podría quedar en tierra de nadie, en medio de los arenales que cercan la desembocadura del río y demasiado lejos del mar.

Aparte del gran interés agrícola, la bahía dels Alfacs conforma un auténtico nido por el que se pasean unas 300 especies de aves de las 600 existentes en Europa. Muchas de ellas cuidan de sus crías a ras de los terrenos que servirán de muro. Levantar una barrera que aísle del mar a la bahía dels Alfacs también puede apartarla de la fauna incapaz de adaptarse al nuevo entorno.

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