domingo, 23 de octubre de 2011

El descubrimiento de los rayos X

Los rayos X fueron descubiertos en 1896 por Wilhelm Konrad Roentgen, que recibió por ello el primer Premio Nobel de física de la historia en 1901. Se suele decir que fue un descubrimiento fortuito, por casualidad. Bueno, puede que fuera casualidad, pero había que pasar horas en el laboratorio investigando las descargas en un tubo e interesarse por ciertas sustancias fluorescentes como el platinocianuro de bario para hacer el descubrimiento. Quiero decir que Roentgen no descubrió los rayos X mientras jugaba a la petanca, sino que era un hábil e inagotable experimentador y tuvo la suficiente perspicacia para darse cuenta de que detrás de un hecho inesperado había un fenómeno natural no conocido hasta entonces. Roentgen estaba interesado en estudiar las descargas eléctricas en un tubo en el que se había hecho el vacío, era un tema de moda en la época. Tenía el tubo completamente tapado y la habitación a oscuras y cuando conectó el tubo notó un brillo en la mesa de al lado: un trozo de papel de platinocianuro de bario estaba brillando. Esa fue la casualidad, el trozo de papel estaba allí por casualidad, quiero decir que no formaba parte del experimento que Roentgen estaba realizando. Pero nadie tiene un trozo de papel así en la mesa de su casa, ni por casualidad. Además a Roentgen no sólo no le pasó desapercibido el hecho, sino que inmediatamente se puso a investigarlo y describirlo en detalle hasta que llegó a la conclusión de que se trataba de una radiación que se originaba en el tubo y que atravesaba sustancias opacas. Es sorprendente la rapidez con que el descubrimiento fue aplicado en medicina a algo que nos es familiar a todos: el examen de las fracturas de los huesos.

"Nuestra vida en el campo electromagnético", Alberto Pérez Izquierdo, Editorial Almuzara, 2009

Experimentos de Roentgen.—

Utilizando la chispa de una poderosa máquina de Holtz, se observa en ciertos tubos de Crookes la presencia de unas radiaciones obscuras que tienen la propiedad de atravesar los cuerpos opacos, en cuya composición no entran metales pesados, como sucede á las substancias orgánicas, que sólo contienen carbono, hidrógeno, oxigeno y nitrógeno; lo cual permite obtener (fig. 399) la fotografía esquelética de la mano (1) y encontrar una bala ó cualquier cuerpo metálico en el interior del órgano donde se aloja; que se fotografía con el auxilio de dichos rayos, constituyendo estas interesantes aplicaciones de los mismos, un verdadero arte, que se denomina fotografía de lo invisible ó radiografía, de gran importancia en la Medicina quirúrgica.

El físico alemán Roentgen, que descubrió estas radiaciones, las llamó rayos X, porque su naturaleza aún no está bien determinada, si bien nos inclinamos á considerarlas como verdaderas radiaciones diaditicas, más penetrantes y refrangibles que las ultravioletas del espectro. Puede alegarse en favor de esta creencia, que va generalizándose entre los físicos, la propiedad que tienen unas y otras de facilitar la carga de un electroscopio de panes de oro, al caer sobre la esfera en que termina la varilla metálica; y además porque desarrollan la fosforescencia de muchas substancias como el platinocianuro de bario.

Esta última propiedad se ha utilizado extendiendo el polvo fluorescente en una lámina de gelatina que sirvo de pantalla para recibir los rayos X después de atravesar la mano, colocada delante de dicha pantalla, apareciendo en ella la sombra de la parte esquelética, por donde no atraviesan los rayos. Parece inútil advertir que es preciso operar en la obscuridad para los trabajos de la Radioscopia, que por la rapidez de las operaciones ofrece gran ventaja sobre la Radiografía cuando no se quiere dar fijeza á la imagen observada.

(1) Este grabado no necesita explicación, y únicamente advertiremos que en vez de la máquina de Holtz se emplea un carrete de Ruhmkorff, de cuyos polos parten los alambres que van á terminar en el negativo (—) y en el positivo (+ ) del tubo T.

"Elementos de Física", Eduardo Lozano y Ponce de León, Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés, Madrid 1907

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