Una autopista de chapa de acero de 1.430 kilómetros une el yacimiento gasístico de Hassi R’Mel, en pleno desierto argelino, con Córdoba. El gas, a 11 km/h, atraviesa Marruecos, se sumerge en el estrecho de Gibraltar y termina en la ciudad andaluza. Desde allí los gasoductos se extienden como una tela de araña para repartir el gas por la Península y hacia Europa. En noviembre pasado esa superconducción gasista, a la que en principio se llamó
gasoducto Magreb-Europa, cumplió 20 años, aunque el proyecto empezó seis años antes, en 1990, durante las negociaciones para diversificar las provisiones de gas a España y Europa y unificar las estructuras de aprovisionamiento con Portugal.
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