viernes, 2 de julio de 2021

El eclipse del 30 de agosto en Cistierna

La Ilustración española y americana. 8/9/1905, página 9.

El eclipse del 30 de agosto en Cistierna. 

LA MISIÓN ASTRONÓMICA FRANCESA. 

El personal de la misión. El material de la expedición científica. Objeto de los trabajos. —El fracaso del eclipse en Cistierna. 

Al frente de la misión astronómica de Cistierna, vino a España monsieur Pierre Puiseux, astrónomo titular del Observatorio de París, y profesor de Astronomía Física en la Sorbona. En el mes de Marzo próximo pasado tuve el honor de conocer a este ilustre astrónomo. Vino entonces a León recomendado a mí por el señor Iñíguez, dignísimo director del Observatorio de Madrid, con el objeto de elegir el lugar de la instalación. Traía en sus notas, como sitios a elegir, señalados por el Bureau des Longitudes, Boñar o Cistierna, y decidióse por esta última en vista de sus mejores condiciones.

Desde entonces Puiseux no ha trabajado en otra cosa que en prepararse para el eclipse, poniendo en ello todo el talento que revela su rostro venerable y toda la seriedad que se refleja en su hablar sereno y mesurado. 

Es Puiseux el astrónomo perfecto, de tranquilo mirar, habituado a las científicas investigaciones, lejos de las batallas de la vida. Vive, desde hace mucho tiempo, especialmente dedicado á la fotografía celeste, en el Observatorio de París, donde colabora con él el simpático Mr. Le Morván, gran fotógrafo, muy competente en estudios astronómicos, según he oído de labios de su jefe Mr. Puiseux. 

Los prestigios científicos de este sabio están compendiados diciendo que ha escrito en colaboración con Faye y con Maurice Loewy, el insigne director actual del Observatorio do París. 

A las órdenes de Puíseux han venido a España Mr. Hamy, el sabio espectrógrafo, a quien debe la ciencia sus más altos descubrimientos en el estudio del espectro solar. Era magnífico el cuadro que ofrecía la instalación espoctroscópica de Hamy una hora antes del eclipse. Estaba el sabio rodeado de monsieur Bouty, el gran continuador de la obra do Jamin, profesor también de la Universidad de París; Mr. Gautier, constructor de aparatos de Astronomía; Mr. Baillaud, director del Observatorio de Toulouse, y el joven Baillaud, del Observatorio de París, ayudante de Hamy. 

Hablaba Hamy de sus esperanzas en la investigación de las zonas ultrarrojas y ultravioladas del espectro, de la desaparición de la fosforescencia, y repartía a sus amigos el trabajo que habían de hacer. Un fonógrafo, impresionado previamente, contaba el tiempo a grandes voces. 

Era aquélla una solemne lección, un avance del eclipse, que yo escuché profundamente emocionado. En la instalación próxima estaba Mr. Lebeuf, director de Besançon y profesor de la Universidad. En Besançon ha conseguido ensanchar considerablemente el Observatorio y establecer un magnífico servicio cronométrico que presta indudable utilidad. 

Adscrito a la instalación do Besançon estaba el activísimo Mr. Chofardet, joven astrónomo, que tan pronto aparecía estableciendo una estación meteorológica como anotaba en su carnet los datos de la meridiana, o salía apresuradamente de la que llamábamos maison magnetique, de observar el declinómetro; y entre estos trabajos y los muy serios del telégrafo para corregir la hora en comunicación con Madrid, aun le quedaba un rato para revelar fotografías en una cocina que, en el alojamiento de Lebeuf, había transformado en laboratorio de fotografía. 

Hablar de actividad es también hablar del joven mecánico monsieur Priu, que puso todo su talento al servicio de Mr. Hamy, en el dificilísimo montaje de la gran ecuatorial espectroscópica. 

Por último, Víctor Puiseux y Pierre Hamy, dos jóvenes altamente amables, auxiliaban eficazmente a los astrónomos en la colocación de aparatos y en los preparativos del eclipse, Y para que hubiera de todo, por la eterna ley de los contrastes, allí estaba yo, agregado la instalación, gracias a la amabilidad de Puiseux y a la buena amistad del ilustre Director del Observatorio de Madrid. 

Dos días antes del eclipse llegaron a Cistierna Mr. Bouty, profesor de Física en la Sorbonne; Mr. Baillaud, director del Observatorio de Toulouse; Mr. Gautier, el gran constructor, y monsieur Vion.

Cinco vagones repletos de aparatos llegaron a Cistierna, y elegida una huerta cercada, sita en el valle de las Cortinas, propiedad del ilustrado médico del pueblo, en el ameno valle que rodean y amurallan los altos de la Solamarnia, el Soratoral y la Matalera, coronados de espinos silvestres, comenzó allá a principios de Agosto el montaje de la magnífica instalación astronómica de la nación francesa para el estudio del eclipse. 

Una gran tienda de campaña servía para almacén y taller, escritorio y despacho, donde con democrática igualdad, limitada sólo por la cultura mutua de los expedicionarios, se trabajaba mucho, se leían las cartas y se preparaban las fotografías. Allá en el extremo Sur de la espaciosa huerta se construyó la casa magnética de Mr. Lebeuf, separada del resto de los aparatos para evitar las desviaciones que los metales producen en el declinómetro y la balanza magnética, dedicados a estudiar las perturbaciones magnéticas que en los eclipses aun no están bien definidas. 

El sistema Mascart, completísimo, como no se había ensayado hasta hoy, estaba instalado en las mejores condiciones, de temperatura constante y aislamiento absoluto, y Lebeuf se mostraba complacido de su trabajo. 

Pero no era esto sólo lo que el ilustre Director de Besançon, auxiliado por Mr. Chofardet, había de estudiar, y, en efecto, había levantado otra tienda protectora de una soberbia ecuatorial bitubular, de visión directa y fotográfica, y una luneta meridiana para la determinación de las coordenadas y la fijación del paso de los astros por el Meridiano. Por cierto que el Instituto Geográfico y Estadístico ha encargado a Lebeuf los datos para la situación geográfica de Cistierna, aprovechando la instalación francesa. 

Los aparatos de trabajo del jefe Mr. Puiseux ocupaban amplia extensión; el tubo de la gran luneta fotográfica medía 10 metros de largo, y un magnifico celostato doble enviaba la imagen del sol, brillante, esplendorosa, sobre los vidrios deslustrados para los ensayos, y después sobre las placas fotográficas, que con cronométrica regularidad habían de sucederse. 

Y allá, al otro lado de la huerta, elevábase gallarda y atrayente la complicada instalación del sabio Hamy, la gran ecuatorial espectroscópica, con sus enormes cámaras giratorias, con sus monumentales prismas de cuarzo, soberbio montaje que obedecía a un simultáneo movimiento de relojería para seguir al sol. ¿Y qué se iba a estudiar en Cistierna?—preguntará el culto lector. Las perturbaciones magnéticas, las protuberancias con rigurosa exactitud, la fotografía do la corona con soberana magnitud, la fotografía especial del primero y último contacto para el estudio de los bordes, el estudio del espectro de la corona en el extremo ultraviolado e infrarrojo, las radiaciones caloríficas, la extinción de la fosforescencia, la comprobación de la raya verde del coronium; un mundo de investigaciones.

Todo se frustró con las gotas de agua de una lluvia fina que de la montaña de Cistierna bajó en los momentos preciosos del eclipse: todo quedó en sombras tras aquella inolvidable nube, que delante del sol fue para nosotros el fracaso. Decía Bouty: — ¡Esto es bien triste! Y el bondadoso Puiseux, con la voz conmovida, repetía: — ¡Bien triste! 

Mariano D. Berrueta.


Vida marítima. 30/9/1905, página 5.

LA MISIÓN ASTRONÓMICA FRANCESA PARA EL ESTUDIO DEL ECLIPSE DE SOL EN ESPAÑA  

El día 4 de Agosto llegó, procedente de París a Cistierna, la Misión Astronómica francesa, enviada por el Bureau des longitudes para el estudio del eclipse total de sol de 30 del mismo mes. 

Al frente del personal venía Mr. Pierre Puiseux, astrónomo del Observatorio de París, profesor de Astronomía física en la Sorbonne, y Caballero de la Legión de Honor; hombre ilustre ornamento de la ciencia francesa, es Puiseux de aspecto severo, andar reposado, plática siempre culta y grave, modelo de sabios, prez de caballeros. 

Allí estaba Bailland, joven astrónomo, de grand avenir, según Hamy; su padre, el director del Observatorio de Toulousse, un meridional que habla con una vehemencia y una continuidad como uno de nuestros más legítimos andaluces, y monsieur Bouty, el ilustre profesor de Física de la Universidad de París, que bien merece párrafo aparte. 

Hombre ya casi viejo, bastante encorvado, anda lentamente, con las manos cruzadas a la espalda, y su cara, siempre colorada, recibe animación de unos ojos vivos, alegres, que parecen siempre anunciar una observación aguda o una frase satírica. 

Da gusto hablar con estos hombres, que son amigos de los Poincareé, Loevy, Corun, Bloudot, Curie; que han presenciado la aparición del Radium; que han trabajado con Roetgen; que estudiaron con el gran Pasteur. 

Es la historia viva de la moderna ciencia la que por sus labios habla. Bouty, experimentador ilustre, ha continuado la obra de Jamin, su compañero, y en la nueva Física de las radiaciones nuevas es maestro respetado por maestros. Le hablé de los Rayos N, de Bloudot—que por cierto estoy traduciendo para la casa Bailly-Bailliere un recueil de las comunicaciones a la Academia de Ciencias de París, acerca de las curiosas experiencias del profesor de Nancy- , y Bouty expresó su admiración por Bloudot, "investigador verdadero y que merece todos los honores". 

Sus experimentos, dijo, son ciertos; pero los de los continuadores de Bloudot no merecen gran crédito. Y continuó el sabio, en interesante conferencia, del estado actual en París de la cuestión de radiaciones nuevas, que los hombres de ciencia positiva y sólida acogen con prudente reserva, discutiendo seriamente todos los aspectos, y sometiendo el cuerpo ensayado a la acción del calor, luz, rayos catódicos, oscilaciones eléctricas, etc., para comprobar si se trata de algo ya conocido, alguna nueva manifestación de las formas ya admitidas de la energía, antes de lanzar al mundo un nombre nuevo y a la ciencia un nuevo enigma... 

Habla Bouty en tono expresivo, insinuante, de profesor que se quiere hacer entender de un público distraído, y contrastaba su decir reposado con el hablar del sabio Hamy, que rápidamente, en tono agudo, de discusión, os dice su pensamiento, con la plática algo satírica, de bonhommie permanente de Mr. Lebeuf, gran matemático, que comparte su tiempo entre la ecuatorial y el cronómetro inscriptor que construyó Gautier; aquel hombre, serio siempre, que tiene en su garganta el sonido de la lima, y en su andar el movimiento de relojería. 

¡Qué interesante aquel grupo presidido por Puiseux, hombre severo, aspecto de santo, de reposado continente, con ojos de mirar lejano, infinito, que pasa en París la vida fotografiando el cielo! ¡Qué animación daban al cuadro los astrónomos Bailland y Le Morvan, el director del Observatorio de Toulousse, un conteur ameno, infatigable, meridional; los jóvenes simpáticos, alegres, Víctor Puiseux, Pierre Hamy, Jeorges Príu, y la amable Mad. Lebeuf, queriendo hablar en castellano y peleando heroicamente con la r, con la ll, con la j , con nuestros intraducibles modismos, y con nuestro aún más intraducible régimen de alimentación! 

El material de la instalación era soberbio, perfeccionado, y notábase, con relación a las instalaciones que hubo en España en el eclipse de Mayo de 1900, por ejemplo, a las extranjeras de Plasencia, notable adelanto, sobre todo en la sección de espectroscopia, en que Mr. Hamy ha presentado en Cistierna un aparato que puede calificarse de magnífico. 

Señalados por el Boureau des longitudes, en el mes de Marzo próximo pasado, para instalar la Misión francesa, los puntos de la montaña de León, Boñar ó Cistierna, y previos los informes luminosos y exactos de Mr. Pierre Puiseux, jefe de la Misión, se decidió la cuestión a favor de Cistierna, pequeño pueblo, de unas 100 casas, en la provincia de León, partido de La Vecilla, en la falda meridional de la sierra de Lonjas, de la llamada montaña de León, en la cordillera que separa y aísla el principado de Asturias del antiguo reino leonés, á 80 kilómetros de León por la línea férrea de La Robla-Valmaseda. 

El paisaje es severo: cerrado el horizonte por todas partes con masas obscuras de montaña, altos enormes, sombreados por espinos silvestres o escuetos y calvos de triste aspecto. El ferrocarril de las minas de hulla anima el cuadro con interminable transporte de mineral, vida de aquellos lugares, que tienen de la montaña asturiana la entraña, pero no tienen del paisaje de Mieres la belleza. 

Instaláronse las casetas de campaña, para la protección de los aparatos, en un valle llamado de las Cortinas, que a más de la situación favorable ofrecía la ventaja de estar cercado. Una tienda, mayor que las demás, servía para almacén de herramientas, taller de reparaciones y lugar de descanso, y un gabinete o despacho para escribir cartas y leer periódicos. 

Veíanse bien diferenciados los tres grupos en que el personal de la Misión había de distribuirse; Mr. Puiseux dispuso sus aparatos en primer lugar, a la entrada de la cerca, en dos tiendas de campaña y una gran lona para proteger el tubo de la luneta fotográfica; Mr. Puiseux, peritísimo en la fotografía celeste, estaba especialmente consagrado a obtener fotografías del eclipse. 

Los rayos solares, reflejados en un hermoso celostato doble, eran enviados a dos grandes lunetas fotográficas, una de ellas de diez metros de longitud, en cuyo foco las placas recibirían la imagen del sol de la corona, del borde lunar, de las protuberancias, el momento preciso del primer y último contacto. 

Doce placas soberbias, de 18 por 24, cronométricamente habían de sucederse; y era de ver todos los días a Puiseux y Le Morvan repitiendo la operación, hasta obtener la regularidad de un reloj en la caída de las placas. 

Mr. Lebeuf construyó la que llamábamos maison magnetique, aislada por completo del resto del material para evitar la influencia de los metales en el declinómetro, y en otra caseta instaló los demás aparatos del Observatorio de Besançon; y, por último, Mr. Hamy en un gran pabellón, situó los grandes espectroscopios, utilizando además para cámara parte de la caseta-almacén, y otra más pequeña para electromagnetismo. 

Cada astrónomo hacía vida independiente, repitiendo hasta última hora los ensayos, perfeccionando los aparatos, regularizando la caída de las placas fotográficas. Mr. Hamy, gloria de la ciencia francesa en los estudios espectroscópicos, llegó á Cistierna con un material científico admirable y unos proyectos de la más alta importancia. Sus colaboradores eran el joven Bailland, inteligente astrónomo de París, y Jorge Priu, mecánico; y los últimos días anteriores al 30, quedaron agregados a esta sección el sabio Bouty; Bailland, director de Toulousse; Mr. Viou y, sobre todo, Gautier, constructor ilustre de aparatos de astronomía. 

Hamy, muy amable, escribió en mi carnet una cuartilla de lo que había de hacer en Cistierna, así que llegó de París: "Enviado a Cistierna por el Bureau des longitudes, para observar el eclipse total en 30 de Agosto, desde el punto de vista físico, mi instalación comprenderá tres grandes espectróscopos destinados a registrar el aspecto de la cromosfera solar y de la corona desde el extremo ultraviolado al extremo infra-rojo. Otro gran espectroscopio de dimensiones considerables debe servir para estudiar la raya 530 a fin de observar el movimiento de la corona solar. 

Cuento también estudiar el aspecto calorífico de la corona. Todos los aparatos son movidos por un mismo movimiento de relojería, construido todo en París por Mr. Gautier. La sección ocupada por Hamy era de aspecto realmente grandioso, destacándose dos grandes cámaras para la fotografía del espectro con placas combinadas que iban colocándose por medio de una especie de abanico con regularidad. 

El tubo que conducía a la tienda taller, de cuatro metros de longitud, estaba protegido por mantas de algodón para evitar cambios bruscos de temperatura, y enormes prismas de cuarzo disparaban la luz produciendo magníficos espectros. 

Una pequeña instalación electromagnética compuesta de una bobina Ruhmkorff de 30 centímetros de chispa, un condensador de extensa superficie, un interceptor Foucault y una batería de pilas de bicromato. 

Mr. Lebeuf, Director de Besançon, transportó a Cistierna el magnífico cronógrafo impresor, encargándose de dirigir el servicio del telégrafo de señales y cuantos datos cronométricos eran necesarios a la Misión. Al efecto, celebraba diariamente conferencias telegráficas con el Observatorio de Madrid. 

En el campo de operaciones estaban a cargo de Lebeuf y su inteligente colaborador Mr. Cholardet, dos tiendas; en una de ellas estaba la luneta meridiana y una soberbia ecuatorial bitubular, fotográfica y de visión directa. Allí observábamos los astros y en especial la Luna, con sus valles hondos y sus montañas en que brilla la luz del sol. 

Mr. Lebeuf, con su blusa negra, repartía su tiempo todo, entre la tienda de la luneta y la casa magnética, una casa de paja para conservar poco variable la temperatura colocada en el extremo meridional del valle de las Cortinas, lejos de los aparatos metálicos. 

Protegía la casa magnética una instalación completa, la única hasta hoy completa del sistema Mascart, de la que hablaba con orgullo Lebeuf, diciendo al presentar los declinómetros y balanza magnética: "c'est absolutment complet". 

Proponíase Lebeuf estudiar las perturbaciones magnéticas horizontales y verticales que pudieran presentarse, decidiendo en definitiva la discutida influencia que, durante los eclipses se produce en la brújula; determinar las protuberancias solares en la ecuatorial, y, por último, fijar con precisión los cálculos. 

Complemento de la instalación era la sección destinada al dibujo de la corona, encomendado a Mad. Lebeuf; y el estudio de las sombras volantes para lo cual el jefe Mr. Puiseux, así como para los demás trabajos, distribuyó entre nosotros una amplia nota. 

Las instrucciones de Mr. Puiseux para la observación de las franjas o sombras volantes, después de los detalles relativos a los preparativos necesarios, eran las siguientes: 

1.º ¿Cuánto tiempo antes de la totalidad se presentan las manchas?

-2.º ¿Cuál es la longitud de las bandas?

-3.º ¿Cuál es el intervalo de dos bandas consecutivas?

-4.º ¿Cuántas bandas atraviesan en diez segundos el intervalo entre dos reglas, dispuestas perpendicularmente a la dirección de propagación?

-5.º Uniformidad en el paso de las bandas.

-6.º Continuidad de la longitud de las bandas.

-7.º Claridad y coloración de las bandas.

-8.º ¿Cuánto tiempo permanecen visibles después de la totalidad? 

Por último, para narrar con fidelidad cuanto se refiere a la Misión astronómica de Cistierna, hablaré con gratitud del trabajo que Mr. Puiseux encomendó a mi cuidado, y tengo a gran honor, hacer constar mi agradecimiento. 

Yo había de hacer una comparación cualitativa en los rayos de la corona y en las lagunas que parecen separarla. He aquí', traducidas a la letra las instrucciones, que escritas recibí del Jefe de la Misión:

"Notar, en el momento del principio y fin de la totalidad, la posición y el color de las rayas que aparecerán como brillantes relativamente sobre el fondo del espectro continuo. 

Fijarse particularmente en una raya verde que debe aparecer brillante en el espectro de la corona. Decir si para una misma distancia al borde del sol esta raya aparece más fuerte en ciertas direcciones. 

Durante la totalidad explorar con la gran luneta alrededor del sol, y decir si se ven objetos de apariencia cometaria, cuya dirección se aparta mucho de la de un rayo de sol. 

Notar el ángulo de posición de estos objetos con relación al punto más elevado del sol." 

Con ellas me dejó, al lado del espectroscopio y la luneta el libro de Bigourdan Instrucciones para la observación del eclipse de 1905; libro precioso, que tan pronto había que buscarlo en la mesa de Puiseux, como en la tienda de Lebeuf o en las manos de Hamy. 

Así, acariciando todos los más halagüeños proyectos y esperanzas, llegaron los últimos días de la instalación, verdaderamente deliciosos, ya que pasado el enojoso trabajo de colocar los aparatos, cada cual instalóse cómodamente en su sitio, dando la última mano a los ensayos y esperando el eclipse.

¡Día triste que amaneció casi despejado, con una leve brisa!

Llegó la hora solemne; cada cual en su puesto esperó la voz Attention que salió vibrante de la tienda de Puiseux; cayeron las placas inútilmente: el sol estaba oculto tras una nube perezosa que la brisa no pudo desviar. 

Se había perdido todo; y un silencio solemne, grande, trájico, fue el único comentario que al lucir de nuevo la luz del día, pasada la sombra de la noche breve del eclipse, reinó en aquel inolvidable campamento del valle de las Cortinas, donde para siempre quedará el recuerdo de aquellos hombres ilustres, gloria de la ciencia universal. 

MARIANO D. BERRUETA.







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