lunes, 13 de febrero de 2023

Oposición del Partido Socialista a la ocupación francesa del Ruhr en 1923

En el diario Le Populaire de París del domingo 23 de marzo de 1923 en portada se encontraba el artículo El Partido Socialista y el Ruhr

Desde el primer día, el Partido Socialista ha mantenido una oposición categórica y violenta a la ocupación del Ruhr. 

¿Porque? ¿Qué se había predicho? ¿Qué ha ocurrido? 

Partidario decidido de las reparaciones ha proclamado y dado a conocer esta opinión en todas las reuniones obreras y socialistas de todos los países sin excepción, vencedores, vencidos y neutrales, para las que no ha cesado de proponer soluciones precisas y prácticas, basadas en el acuerdo y la cooperación internacional.


La opinión del Partido era que:

La operación el el Ruhr provocaría el aislamiento diplomático y moral de francia.

Que no se conseguiría ningún beneficio material.

Que sería un obstáculo a las reparaciones efectivas.

¿Qué lección se puede sacar de los hechos?

El Ruhr ha aislado Francia

La opinión general se ha pronunciado contra la política en el Ruhr, así lo muestra, entre otros muchos, un documento difícil de ignorar, la carta del Papa comentada por el cardenal arzobispo de París.

Todos nuestros aliados son contrarios a la política en el Ruhr: la Italia de Mussolini, Bélgica, en donde no existe mayoría parlamentaria para sostener nuestra política (La última crisis lo prueba) y en donde el nuevo ministerio tiene por programa la liquidación en cuanto sea posible de esta aventura desastrosa.

Nuestra actuación en el Ruhr ha sido condenada, sin distinción de partidos, por Inglaterra y por Estados Unidos, y eso ha provocado en el plano económico y financiero que no hayamos podido defender el franco al no contar con su apoyo.

Para que la hostilidad inglesa dejara de mostrarse de uno forma tan agresiva tendría que llegar al poder el Partido Laborista partidario por principios, como todos los partidos socialistas, de la negociación y el entendimiento entre todos los pueblos.

La actuación en el Ruhr nos ha aislado de la opinión de todos.

El Ruhr ha impulsado el nacionalismo alemán

La actuación en el Ruhr, lejos de asegurar nuestra seguridad, ha reafirmado en Alemania el sentimiento nacional, impulsado por todos los partidos militaristas, explotadores profesionales de estos sentimientos.

Las elecciones en Turingia, Mecklemburgo y Lübeck muestran el progreso formidable de los partidos de derecha.

Los monárquicos dominan Baviera. En el resto de Alemania se vive en una verdadera dictadura militar. 

Los disturbios comunistas han sido borrados. Las organizaciones sindicales y socialistas pierden peso cada día.

El resurgimiento del sentimiento unitario y nacional en Alemania ha conducido a un miserable fracaso el separatismo renano que nosotros habíamos animado y protegido.

En las próximas elecciones el poder en manos, antes de la actuación en el Ruhr, de partidos democráticos defensores de la ejecución del Tratado, de pasar a los partidos militaristas y revanchistas. Incluso el régimen republicano esta en peligro.

Cuando acabe la ocupación del Ruhr, una vez que haya cesado el control militar, podemos encontrarnos frente a nosotros, resucitada por nuestra actuación en el Ruhr, una Alemania poderosa, llena de misterios y peligros.

Teníamos razón para decir que nuestra política en el Ruhr alimentaba odios que pueden conducir a una Francia aislada a nuevas guerras.

Lo que nos proporciona el Ruhr

La ocupación del Ruhr no nos ha proporcionado nada y nada nos podía proporcionar.

Durante los seis primeros meses nos ha privado de los pagos en especie, que otras naciones si que han continuado recibiendo y que Alemania, contrariamente a las afirmaciones de M. Poincaré, no había dejado de ofrecernos (ofertas de Joseph Wirth y Wilhelm Cuno de noviembre y diciembre de 1922).

Durante el año 1923, según M. Charles de Lasteyrie, el Ruhr ha producido 650 millones netos en francos papel.

3.000 millones de francos papel. ¿Qué representa esto? Aproximadamente 600 millones de marcos oro, al cambio del 20 de marzo. Harían falta, a este ritmo, 220 años para obtener los 132.000 millones de marcos oro reclamados por M. Poincaré a Alemania.

Pero no seremos nosotros quienes obtengamos este dinero. Hasta nueva orden, será absorbido por la prioridad belga y los costes de ocupación del ejército americano.

Y, en realidad, nadie se beneficiará. A pesar de la introducción el el Ruhr de la jornada de diez horas, que hace soportar todas las cargas de la ocupación a los obreros, y asegura todo el beneficio a los magnates que nosotros pretendemos combatir, el Ruhr no proporcionará ningún beneficio.

Los ingresos que hace brillar M. Poincaré son esencialmente los ingresos de las aduanas y la administración ferroviaria.

Pero M. Poincaré sabe mejor que nadie, que todos los expertos, incluidos los franceses, exigen la restitución a Alemania de sus recursos, indispensables para su recuperación monetaria.

Si aceptamos sus concusiones, no tendremos en el Ruhr más que gastos sin sus ingresos correspondientes.

Si las rechazamos habremos hecho imposible la recuperación financiera de Alemania, necesitada de la apertura de la industria del Ruhr. La explotación de la cuenca minera será no solo deficitaria, sino desastrosa, a partir del momento en que Alemania no pueda consumir y pagar sus productos.

Toda una población obrera quedará a nuestro cargo, mientras que el franco se hundirá definitivamente, por efecto del conflicto abierto con Inglaterra y Estados Unidos, nuestros acreedores.

Lo que el Ruhr nos ha costado

Nosotros mantenemos el desafío, expresado en lo alto de la tribuna de la Cámara: Desafiamos a M. Poincaré a registrar presupuestariamente un céntimo de los ingresos del jefe del Ruhr en el apartado de gastos recuperables.

En cambio, la expedición del Ruhr, que no nos ha aportado nada, nos ha costado cara.

La industria metalúrgica francesa ha perdido cientos de millones. Los ferrocarriles han perdido más de 500 millones por la subida de los precios del carbón y de los productos metalúrgicos y habrán de aumentar considerablemente sus tarifas. 

El franco después de que M. Poincaré anunciase su decisión de ocupar el Ruhr (agosto de 1922), ha perdido la mitad de su valor. Había perdido más de dos tercios antes del rescate anglo-americano. El precio de todos los productos alimenticios de primera necesidad ha aumentado en la misma proporción.

Lo peor es sobre todo la crisis monetaria. Es suficiente para convencerse, comparar la variación del franco y de los índices.

La crisis monetaria es el producto de la ocupación del Ruhr, y del rechazo general a la misma, y del pronóstico desfavorable, justificado por los hechos, que el mundo de los negocios tiene sobre su rendimiento material.

El Ruhr, por la apreciación del dólar y de la libra, ha aumentado de 70.000 a 100.000 millones, dependiendo de las fluctuaciones, nuestra deuda con Inglaterra y Estados Unidos.

El Ruhr y el double décime

El Ruhr nos ha valido el double décime, establecido para frenar la depreciación del franco y restablecer en el extranjero la confianza comprometida. El double décime es la prueba de la falta de productividad del Ruhr.

Entramos en el Ruhr para encontrar dinero y hacer pagar a Alemania con la presión ejercida. Si el Ruhr es productivo, si el debe hacer pagar a Alemania en un breve plazo, ¿Por qué les pedimos miles de millones de más a los contribuyentes franceses?

M. Klotz había dicho:

Alemania pagará.

 M. Poincaré entonces dijo:

Que pague Francia!

Francia pagará con los nuevos impuestos. Pagará aun más por el alza general de los precios, sin la compensación de una mayor recaudación de impuestos o la subida de los salarios.

El Ruhr y las reparaciones

Habíamos predicho que el Ruhr impulsaría las reparaciones, pero solamente por el acuerdo y la solidaridad internacionales.

El gobierno para obtener la ayuda de los bancos ingleses y americanos en la defensa del franco se ha comprometido a detener los préstamos para las regiones liberadas.

El Ruhr ha causado la crisis del franco. La crisis del franco para en seco la obra de las reparaciones. Las reparaciones no serán posibles más que con una Alemania restaurada financieramente y el Ruhr ha acabado de arruinar su moneda.

Las reparaciones solo serán posibles en una Europa unida: el Ruhr nos ha separado del mundo. Ya lo habíamos dicho: a su vez lo afirman los expertos oficiales. Sus conclusiones condenan la política llevada en el Ruhr. Estas subordinan las reparaciones a los beneficios económicos en el Ruhr.

Si no hubiésemos entrado en el Ruhr se habría llegado al mismo resultado dos años antes. La crisis económica que sufrimos no se habría producido. No se habría arruinado el franco. No se habría perturbado el mundo, que viviría en paz y habría encontrado en parte su prosperidad.

El balance de la ocupación del Ruhr.

¿Qué es lo que ha traído por el contrario? ¡Qué todo el mundo lo entienda! 

La crisis del franco - es el Ruhr.

Los nuevos impuestos que reducirán el consumo - es el Ruhr.

La carestía de la vida - es el Ruhr.

La subida de las tarifas de transporte - es el Ruhr.

Las compensaciones por la carestía de la vida rechazadas a los funcionarios - es el Ruhr.

La parada de las reparaciones en las zonas liberadas - es el Ruhr.

La ley de seguros sociales indefinidamente aplazada - es el Ruhr.

La ley sobre las pensiones aplazada o mutilada - es el Ruhr.

Ciertamente esa era la línea de opinión de Le Populaire de París y así lo mostraba en el artículo Ante la siniestra aventura, del día 11 de enero de 1923, el día siguiente a la entrada de las tropas en el Ruhr.


En España, en el periódico El Socialista del 11 de enero de 1923 se podía leer lo siguiente:

El momento internacional - La paz está de nuevo amenazada  

La ruptura más o menos cordial de Francia e Inglaterra crea en Europa y en el mundo una situación llena de graves peligros y serias amenazas. 

¿Motivo inmediato de la ruptura? Uno que parece en realidad bien pequeño. Según el anexo número cuatro de la parte octava del Tratado de Paz, Alemania tiene que poner a disposición de los países que fueron aliados durante la guerra, especialmente de Francia, una cierta cantidad de primeras materias. 

Ahora bien; por no haber entregado Alemania a su debido tiempo un determinado número de toneladas de carbón y de metros cúbicos de madera, el Gobierno francés, tibiamente secundado por el italiano y por el belga, decide la ocupación militar de la cuenca del Ruhr —la espina dorsal de la industria alemana— con el objeto de cobrarse por sí mismo lo que su deudor no pudo o no quiso pagarle. El delegado inglés en la Comisión de Reparaciones, sir John Bradbury, votó en contra cuando dicha Comisión propuso declarar que Alemania no había cumplido sus obligaciones.

La tesis inglesa, sostenida luego por Bonar Law, se funda, no en un texto legal, sino en un principio político. Legalmente, Francia tiene razón al exigir que Alemania cumpla estrictamente lo establecido en el Tratado de Versalles. Pero, desde el punto de vista político, tiene razón Inglaterra, puesto que esta nación se preocupa —o pretende preocuparse—, no de la simple aplicación de un Tratado, sino de la organización económica de Europa, para lo cual considera indispensable la previa reorganización económica de Alemania.

Los que defienden' la actitud del Gobierno francés, afirman —los belgas principalmente— que Inglaterra preveía ya hace algunos meses la ruptura con Francia a causa de la cuestión de Oriente, y que en cierto modo Bonar Law planteaba el conflicto en una carta publicada en The Times poco antes de la caída de Lloyd George, en los siguientes términos: «Si Francia no nos sostiene en Constantinopla, nosotros no la sostendremos tampoco en el Rhin».

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que, a pesar de las manifestaciones pacifistas de Poincaré, el Gobierno francés, tomando como motivo o como pretexto el incumplimiento de Alemania, emprende una acción llena de peligros para todo el mundo, rompe esa «Entente», que ha sido durante los últimos diez años la mayor garantía del orden y de las libertades públicas europeas, y adopta una actitud que se halla en completa pugna con lo que hay de más noble y puro en la tradición de la Francia democrática y republicana. 

Puesto que existe un desacuerdo entre los antiguos aliados, el Gobierno francés, antes de decidirse a actuar por cuenta propia, debía acceder a que el pleito fuese sometido al arbitraje de la Sociedad de las Naciones. Pero el Gobierno francés se niega absolutamente a ello. Y no sólo se niega a ello, sino que, además, se dispone a cobrar una deuda, atentando contra la libertad personal de los obreros alemanes y contra el derecho del pueblo alemán a disponer libremente de sus propios destinos. Así, pues, aquellos admirables principios proclamados por las revoluciones de 1789 y de 1848, que conquistaron para Francia la simpatía y la admiración del mundo, quedan relegados, merced a la política de Poincaré y de la mayoría que accidentalmente los imperialistas tienen en el Parlamento, a la categoría de simples chiffons de papier, o como diríamos en castellano, de simples papeles mojados.

Afortunadamente para el pueblo francés y para las ideas liberales, la clase obrera organizada y los intelectuales de más prestigio del país, se levantan indignados contra el atentado que la Francia oficial está cometiendo contra la patria gloriosa de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Así lo demostraron solemnemente en el gran mitin público celebrado en París el 5 de los corrientes los oradores que, en nombre de la Confederación General del Trabajo, del Partido Socialista y de la Liga de los Derechos del Hombre, dirigieron la palabra a toda la opinión liberal francesa.

Al lado de esa opinión se hallará siempre la de todo el mundo civilizado. El prestigio de la Francia republicana lo consideran como algo propio todos los ciudadanos, sean del país que fueren, para los cuales democracia y civilización son dos palabras sinónimas. Durante la gran guerra, la patria de la Gran Revolución fue el campeón de la justicia y del derecho, por lo cual su causa fue defendida por la opinión liberal de todas las naciones. No es posible que el triunfo obtenido en nombre de tan sagrados principios se convierta ahora en instrumento de un nacionalismo que constituye el peor enemigo de la civilización, de la paz y de la misma Francia.

En otras circunstancias, la democracia francesa se hubiese bastado a sí misma para hacer frente a las provocaciones del nacionalismo triunfante. Hoy, las divisiones del proletariado, la parte más fuerte y más abnegada de aquella democracia, la ponen en condiciones de manifiesta inferioridad para acometer un tal empeño. Ahora bien; lo que no pueda hacer ella por sí sola, lo llevará a cabo merced al apoyo decidido que han de prestarle dentro y fuera de Francia las fuerzas de la Federación Sindical y las de las organizaciones que estuvieron representadas en el Congreso de La Haya.

En los días de su suprema gloria, Francia se sacrificó para salvar a la Humanidad. Es preciso que la Humanidad se sacrifique ahora para salvar a Francia y con ella la paz del mundo. 

A. FABRA RIBAS


 

















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