martes, 10 de septiembre de 2024

Comer a bordo de un barco del siglo XVIII

En la flota de 1699 al mando de Manuel de Velasco, que en 1702 fue destruida en la batalla de Rande, estuvieron presentes dos galeones, que traían mercancías desde las Indias Occidentales españolas. Eran los más grandes de dicho convoy, con características muy semejantes, pero construidos en lugares distintos, el Ntra. Sra. de los Remedios y San Francisco Javier y el Sto. Cristo de Maracaibo, Ntra. Sra. de la Concepción, S. José y las Animas. 

Los dos salieron de Cádiz el 19 de julio de 1699 con sus cargamento hacia Nueva España y los dos comenzaron el tornaviaje en La Habana el 23 de julio de 1702. Llegaron a la ría de Vigo el 21 de setiembre, fondearon en la bahía de San Simón cuatro días después y sufrieron los efectos de la batalla de Rande ocurrida el 23 de octubre de 1702.

Los vencedores, los anglo holandeses, se llevaron todo lo que se puso a su alcance. Primero apagaron los incendios en los navíos españoles y franceses que pudieron, cogieron prisioneros que luego soltaron a los seis días por andar escasos de víveres, se apoderaron de todos los cañones de bronce que localizaron ( 100 los ingleses y 150 los holandeses) y tiraron al mar los de hierro. A lo largo de doce días, rescataron lo que fueron capaces de los barcos que se habían hundido así como de los varados, rapiñaron en todas las casas de la costa circundante, incluido los cementerios pues creían que en ellos se había enterrado parte del tesoro que no se hubiera llevado, atacaron e incendiaron las iglesias y conventos del contorno, destruyendo las imágenes y robando las campanas de bronce, y como colofón trabajaron para reflotar los galeones que el fuego y la pólvora no habían destruido. Al final de todo ello los ingleses se llevaron cinco mercantes y seis navíos de guerra (1 español y 5 franceses) y los holandeses dos galeones y un navío, en total 14 barcos. 

El Título Quinto de la Ordenanza de la Armada Naval de 1748 establece las obligaciones del cocinero: 

Recibirá la carne y la menestra, cuidará de que se lave y cueza, de que entre ella no se mezcle cosa que pueda se nociva. Repartirá la ración a la hora que le mandaren y si faltare algo para satisfacer lo que se le hubiese entregado, se suplirá a los interesados por cuenta de la ración del cocinero. 

El cargo de cocinero tenia tanta importancia en el funcionamiento del barco como el de armero, maestro de velas, farolero, patrón de lancha o buzo.

El barco mercante Nuestra Señora de los Remedios y San Francisco Javier partió rumbo a Nueva España el 19 de julio de 1699. En el Archivo de Indias de Sevilla se conserva la relación de víveres que cargaba en sus bodegas con el fin de alimentar a las 88 personas que viajaban a bordo a lo largo de 80 días de navegación. 

En total transportaba 7.820 kilos de bizcocho ordinario, 3.220 de bizcocho blanco, 4.830 kilos de carne salada, 1.200 kilos de jamón, 690 kilos de tocino, 552 kilos de bacalao y 598 kilos de arroz. También llevaba habas, garbanzos, pasas, almendras, azúcar, aceite y vinagre. 

Como se puede ver una de las bases de la alimentación de los marineros era el bizcocho, ya que su doble horneado y bajo contenido de humedad, hacía que este pan se conservara en condiciones aceptables durante meses. En la actualidad lo más parecido a aquel bizcocho sería la regañá. Al igual que el bizcocho la mayoría de los alimentos se conservaban secos, en escabeche, encurtidos o metidos en aceite. Se guardaban en barriles que no eran totalmente herméticos y en bodegas que muy húmedas. 

Para añadir proteínas y alguna vitamina también se embarcaban productos frescos, como la menestra, una mezcla variada de verduras, huevos y animales vivos, entre los que se contaban 1.000 gallinas y 80 carneros.

Estos productos frescos se habían de consumir pronto y estaban destinados a la mesa del capitán, los oficiales y los viajeros, entre los que se encontraba altos funcionarios, propietarios y nobles. La marinería, según establecía la Ordenanza de 1748, disponía de unos 500 gramos de bizcocho diarios, 230 gramos de carne los lunes y jueves, 144 gramos de bacalao los miércoles y viernes, y 173 gramos de queso los sábados.  De vino podían beber hasta tres cuartos de litro al día.

Se bebía mucho vino por varias razones, por una parte para compensar la dureza de los trabajos físicos y de la vida hacinada, y por otra porque los alimentos no sabían demasiado bien. El agua viajaba en barriles y se acababa corrompiendo, el bizcocho se enmohecía por la humedad y las gallinas enjauladas compartían bodega con otros alimentos. Todo ello daba lugar a la proliferación de gorgojos otros insectos y también ratas. 

Dos de las recetas habituales en los barcos de la época eran la menestra de chícharos con bacalao y el capón de galera, una especie de gazpacho con trozos de bizcocho, vinagre y restos de anchoas. El hambre hacía que todo ello fuese apetecible. 





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