El 17 de enero de 1966, a unos 31.000 pies de altura, un bombardero B-52G chocó con un avión cisterna KC-135 durante una rutinaria maniobra de reabastecimiento de combustible en el aire y se partieron cerca de la localidad almeriense de Palomares.
Tres de las bombas que llevaba el B-52 cayeron en los alrededores de Palomares, mientras que la cuarta fue a dar a unos 8 kilómetros de la costa del Mediterráneo.
Manolo González estaba parado en la calle cuando escuchó una tremenda explosión.
"Miré hacia arriba y vi esta enorme bola de fuego cayendo del cielo. Los dos aviones se estaban rompiendo en pedazos", le dijo al periodista de la BBC Gerry Hadden.
González vio una de las mitades del bombardero caer a tierra cerca de la escuela elemental del pueblo, donde su esposa estaba dando clases.
"Atravesé el pueblo volando en mi motocicleta. El avión casi alcanza la escuela", dijo.
De hecho, nadie del pueblo murió aquella mañana, en lo que los habitantes consideran la única parte positiva de la historia.
Los aviadores estadounidenses no tuvieron la misma suerte. Los cuatro tripulantes del avión cisterna murieron, al igual que tres de los siete que iban en el B-52. Los otros cuatro lograron eyectarse exitosamente.
En 1966 sólo había un teléfono en Palomares y no había agua corriente. Sin embargo, por los cielos de esa zona surcaban a diario las más modernas maquinas de guerra del mundo.
En una operación bautizada Chrome Dome, EE.UU. mantenía ente 12 y 24 bombarderos B-52 armados con bombas nucleares en vuelo las 24 horas del día, en un intento por evitar un primer ataque de la Unión Soviética.
Había diferentes rutas para los B-52 en diferentes partes del mundo. El bombardero involucrado en el accidente de Palomares volaba por la ruta sur, en un circuito que le llevaba de su base en Carolina del Norte por el Mediterráneo.
El avión cisterna había despegado de una base cercana en el sur de España para repostar al bombardero antes de que emprendiera viaje de regreso a EE.UU.
El resultado habría sido infinitamente peor si las bombas hubieran tenido sus detonadores activados. Pero afortunadamente no lo estaban y no hubo una explosión nuclear.
En teoría, los paracaídas colocados en las bombas debieron haber garantizado que aterrizaran suavemente, previniendo cualquier tipo de contaminación, pero dos de los dispositivos no lograron abrirse.
A pocos días del accidente, la playa de Palomares se convirtió en base de operaciones para un enorme operativo militar en el que participaron más de 700 aviadores y científicos estadounidenses.
Su objetivo era ubicar las armas y ponerlas a buen resguardo.
Las dos bombas que cayeron sin paracaídas se despedazaron por el impacto, esparciendo polvo de plutonio altamente radioactivo, un gran riesgo para cualquiera que lo inhalara.
"Lo que decidieron hacer fue retirar toda la tierra contaminada de las áreas más afectadas", asegura la científica Bárbara Moran, autora de "El Día que perdimos la Bomba H".
Literalmente, los estadounidenses arrasaron los primeros cinco centímetros de la superficie, lo sellaron en barriles y los enviaron a sitios de almacenaje en EE.UU.
"Tenían un plan de reacción", dice Moran, "pero se suponía que eso pasara en una superficie plana en los EE.UU., no en el extranjero en una tierra donde nadie hablaba inglés, llena de granjeros y cabras caminando por los alrededores".
Mientras la limpieza se realizaba, los gobiernos de EE.UU. y España intentaban convencer al mundo de que no había peligro. El embajador estadounidense, Biddle Duke, viajó desde Madrid para darse un chapuzón en el mar enfrente de las cámaras de televisión.
Cuando uno de los periodistas le preguntó si había detectado alguna radiactividad en el agua, Duke respondió riéndose: "Si esto es radiactividad, me encanta".
Pero había una gran preocupación con relación a la cuarta bomba, que cayó en el mar y pasó a conocerse como la bomba H "perdida".
"El diseño de esas bombas era ultra secreto. Cuando se realizaba la búsqueda había barcos espía soviéticos alrededor", dice Moran.
Cuatro meses después, mientras que la operación de limpieza llegaba a su fin, la bomba perdida fue finalmente sacada de una profundidad de 869 metros.
EE.UU. y España acordaron financiar chequeos de salud anuales para los residentes y monitorear el suelo, el agua, el aire y los cultivos locales.
Pero desde entonces no ha surgido evidencia de que alguien se enfermara como resultado del accidente. La comida y el agua siguen limpias.
Un par de años después del accidente de Palomares, un siniestro muy similar tuvo lugar cerca de la base aérea de Thule, en Groenlandia.
En octubre de 2015, en una visita a Madrid, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, cerró un acuerdo con el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Margallo, que contemplaba que EE.UU. limpiase las tierras de Palomares y las transportase a EE.UU.para eliminar la tierra contaminada.
Un lote anterior de tierras contaminadas fue enviado a Carolina del Sur poco después del accidente y enterrado en unas zanjas profundas habilitadas a tal efecto.
Paco el de la bomba
Se llamaba Francisco Simó Orts y era un pescador del barrio del Serrallo en Tarragona que había emigrado a Murcia para poder pescar porque las capturas eran insuficientes en las costas de Tarragona. Pero adquirió fama mundial cuando, el 15 de marzo de 1966, el ejército estadounidense localizó, justo en el lugar que él les había indicado, una de las cuatro bombas que habían caído, el 17 de enero, de un bombardero B-52. Desde aquel día fue conocido como ‘Paco el de la bomba’ y los norteamericanos le recompensaron con 15.000 pesetas y una serie de homenajes con recepción en la embajada estadounidense incluida.
Tras jubilarse, Francisco se quedó a vivir en Águilas pero volvía con frecuencia a su Serrallo natal. Y en Tarragona falleció el 4 de septiembre de 2003. Su familia trasladó el cuerpo a Águilas, donde está enterrado.
Su sobrino, Martí Pedrol, un pescador del Serrallo en activo, recordaba que «le dieron mucho protagonismo. Le convirtieron en un héroe» hasta el punto de que, tras el hallazgo de la bomba, su familia «podía pedir todos los favores que quisiera a políticos y militares. Si necesitaban un permiso, lo conseguían sin burocracia».
Según Pedrol, realmente fue el hermano mayor de Francisco, Alfonso, quien localizó la bomba, pero Alfonso no quería protagonismo alguno y se lo cedió a su hermano, «que era una persona muy sociable y ya tenía amigos militares». Alfonso era el patrón de la barca y Francisco, el mecánico. De Alfonso, le viene el apodo a la familia Simó Ort: los ‘Fonsets’. Cuando Francisco regresaba a Tarragona, no hablaba de la fama que había adquirido sino de «cuestiones de pescadores».
Una fama que le valió que el Diario Español del 13 de abril de 1966 anunciase en portada que «el serrallenc Francisco Simó será protagonista de la fiesta de la Embajada». El embajador estadounidense había enviado un telegrama al gobernador civil de Almería para que éste le transmitiese la invitación a Simó, una invitación que «el famoso pescador y su esposa» aceptaron.
El protagonismo que se le dio a Simó fue –opina Fernando Segú, jefe de prensa en 1966 de Manuel Fraga–, «una forma de desviar la atención de los norteamericanos en plenas conversaciones de desarme de Ginebra. El accidente fue un enorme mazazo para los norteamericanos. Convirtieron a Francisco en todo un personaje».
Desde que fue localizada la bomba, su recuperación se convirtió en todo un culebrón seguido al detalle por la prensa. Cuando finalmente fue izada, el 8 de abril de 1966, el Diario Español titulaba «Recuperada intacta la bomba de Palomares. Tres veces se había roto el cable con que se intentó izarla».
Tras recordar que «el sumergible de bolsillo ‘Alvin’ logró fotografiar el artefacto en el lugar que indicó había caído el pescador del Serrallo tarraconense Francisco Orts Simó», el periodista Jesús Serrano escribía: «El general Wilson y el almirante William S. Guest con las fuerzas a su mando han ganado la ‘guerra’ a la bomba nuclear perdida en una de las operaciones de rescate submarino más difíciles de la historia».
Cuando se rescató el ‘artefacto’ se desbordó la felicidad en la zona, según lo describía Serrano el 8 de abril: «Hoy, en Palomares, se respira muy profundamente y la alegría reinante entre sus habitantes no es fácil describirla, especialmente las mujeres que, en corros, en la calle, muestran su risa antigua, exteriorizando su contento ya que Palomares vuelve a ser el tranquilo y laborioso lugar, sin bombas perdidas que, según expresiones recogidas, les tenían quitado el sueño».
Miguel, un amigo de mi cuñado Juan, residente en Calabardina y natural de Águilas, estaba estudiando interno y con una beca en un colegio de Totana cuando se produjo el accidente. Estaban en el patio haciendo educación física y, aunque por la distancia no pudieron oir nada, vieron durante unos once segundos la bola de fuego cayendo hacia el suelo. También recuerda el caso del pescador de Águilas que ayudó con su barco y las redes de arrastre a encontrar la bomba. Era miembro de una familia de pescadores catalanes que tenían tres barcas de pesca y se ganaban muy bien la vida. En aquellos tiempos nadie de Águilas quería ir a la zona en donde cayeron las bombas, ni a la playa.
Libertad, 17 de enero de 1966
Tres muertos al chocar dos aviones norteamericanos sobre la provincia de Almería
Han sido recogidos cinco supervivientes
ALMERIA 17. - Tres tripulantes muertos, dos heridos graves y tres más rescatados, al parecer ilesos, es el balance del accidente aéreo ocurrido esta mañana sobre esta provincia, según las noticias llegadas a Almería.
Volaban en formación cuatro aparatos pertenecientes al mando aéreo estratégico norteamericano, chocando dos de ellos que se estrellaron en el paraje llamado Algarrobina (Palomares), bastante proximos uno del otro. Los otros dos aviones continuaron vuelo.
Se han recogido, por las embarcaciones de Garrucha, cuatro náufragos, uno de ellos herido de gravedad, y se dirigen con ellos a Aguilas. Entre los restos de los dos atóralos fueron encontrados dos cadáveres carbonizados y también fue hallado otro cadáver, en lugar alejado, al incendiarse el paracaídas que le sujetaba.
Finalmente, está el otro tripulante, que cayó con su paracaidas en tierra y ha sido ingresado en una clínica de Vera, con lesiones graves.— Cifra.
LOS AVIONE.S TENIAN SU BASE EN EE. UU.
ALMERIA, 17. — Se sabe que los aparatos que chocaron sobre esta provincia eran un bombardero de las fuerzas aéreas de los Estados Unidos “B-52”, perteneciente al Ala 68 de la base Seymour Johnson (Carolina del Norte) y un “K-C135” nodriza, del escuadrón de aprovisionamiento número 910 de la base de Bergstron (Tejas). — Cifra.
Diario de Burgos, 18 de enero de 1966
Almería. — Dos reactores chocaron en el aire a las nueve y media de esta mañana sobre el cielo de la zona comprendida entre Vera. Garrucha-Palomares. Se vio descender cuatro paracaidas sobre el mar. Del puerto de Garrucha salieron embarcaciones para recoger y prestar auxilio a los supervivientes.
Los aparatos que chocaron sobre esta provincia eran un bombardero de las fuerzas aéreas de los Estados Unidos '“B-52”, perteneciente al ala 68 de la base Seymor-Johnson (Carolina del Norte) y un “K. 1.135” nodriza del escuadrón de aprovisionamiento número 910 de La base de Bergstron (Tejas).
Volaban en formación cuatro aparatos, pertenecientes al mando aéreo estratégico norteamericano y chocaron dos de ellos, que se estrellaron en el paraje llamado Algarrobina (Palomares), bastante próximos uno del otro.
Parece que la colisión se produjo cuando el bombardero se abastecía de combustible en pleno vuelo. Los otros dos aparatos han continuado vuelo. Se han recogido, por las embarcaciones de Garrucha, cuatro náufragos, uno de ellos herido de gravedad, y se dirigen con ellos a Aguilas. Entre los restos de los dos aparatos fueron encontrados dos cadáveres carbonizados y también fue hallado otro cadáver, en lugar alejado, al incendiarse el paracaídas que le sujetaba.
Finalmente, el otro tripulante cayó con su paracaídas en tierra y ha sido ingresado en una clínica de Vera.
Los restos de los aparatos están ardiendo y se hallan diseminados en un radio de acción de dos kilómetros, uno junto al cementerio de Palomares y el otro cerca de la desembocadura del río Almanzora.
Se han encontrado restos humanos completamente carbonizados y los trozos del avión todavía siguen ardiendo.
El Juzgado de Cuevas de Almanzora, así como las autoridades siguen sus investigaciones.
Asimismo, continúan los trabajos de extinción del fuego.
SIETE MUERTOS Y CUATRO HERIDOS
Almería. — Se confirma que han sido encontrados siete cadáveres entre los restos de los dos aviones que cayeron incendiados en la Zona de Algarrobitas, término de Cuevas de Almanzora. El piloto que llevaron a Vera está herido leve. Se han rescatado del mar tres tripulantes de los aviones y han sido llevados a Águilas (Murcia) por embarcaciones de Garrucha y Aguilas. En total, son once los tripulantes de que se tiene noticia exacta: Siete muertos y cuatro con vida, de estos últimos dos heridos.
El Diario Palentino, 18 de enero de 1966
Chocan en el aire dos aviones a reacción
Perecieron siete personas y se salvaron cuatro
Almería, 17, — Dos aviones a reacción chocaron en el aire a las nueve y media de esta mañana sobre el cielo de la zona comprendida entre Vera-Garrucha-Palomares. Se vio descender cuatro paracaídas sobre el mar. Del puerto de Garrucha salieron embarcaciones para recoger y prestar auxilio a los supervivientes.
Los aviones siniestrados eran Un bombardero «B-52» y un avión nodriza «KC-135», y se cree que la colisión se produjo cuando el bombardero se abastecía de combustible en pleno vuelo.
Ambos aparatos son norteamericanos, ignorándose todavía la base a que pertenecen.
Uno de los pilotos cayó a tierra y ha sido hospitalizado en la localidad de Vera. Se teme que los otros tres hayan perecido.
De Cartagena han salido dos helicópteros para sobrevolar la zona en que se cree han caído los tripulantes, mientras varias embarcaciones efectúan asimismo una búsqueda intensa para localizarle. — Cifra.
FUERZAS DE SOCORRO
Huércal-Overa (Almería), 17.—Noticias recibidas dan cuenta de que dos aviones a reacción han chocado en el aire, esta mañana, cuando volaban sobre el término municipal de Cuevas del Almanzora, a unos 40 kilómetros de esta ciudad. Unos niños que se dirigían al colegio oyeron una fuerte explosión en el cielo y vieron también las nubecillas de humo que se formaron inmediatamente. Fuerzas de la Guardia Civil y equipos de socorro han salido rápidamente hacia el lugar en que se cree hayan podido caer los aparatos. - Cifra.
TRES PILOTOS A SALVO
Aguilas (Murcia). 17. — Los tripulantes que saltaron en paracaídas y fueron recogidos por una embarcación y traídos a la clínica del hospital San Francisco, de esta localidad, son: Charles Wemdorf. capitán piloto, que sufre luxación en un hombro, Rooney Michel, teniente piloto y Larry Wefimger, mayor, estos últimos con lesiones leves.
Los tres pilotos son norteamericanos. — Cifra.
SIETE MUERTOS Y CUATRO SUPERVIVIENTES
Almería. 17. Se confirma que han sido encontrados siete cadáveres entre les restos de los dos aviones que cayeron incendiados en la zona de Algarrobitas, término municipal de Cuevas de Almanzora. El piloto que llevaron a Vera está herido leve. Se han rescatado del mar tres tripulantes de los aviones y han sido llevados a Aguilas (Murcia), por embarcaciones de Garrucha y Aguilas. En total, son once los tripulantes de que se tiene noticias exactas; Siete muertos y cuatro con vida, de estos últimos, dos heridos.— Cifra.
El adelantado, 19 de enero de 1966
Asciende a ocho el número de víctimas en el choque de aviones sobre ALMERIA
Al caer los aparatos, algunos campesinos se salvaron gracias a emprender veloz carrera
Almería, 18. — Continúan en Cuevas de Almanzora las investigaciones y búsqueda de restos en relación con el accidente de aviación ocurrido ayer, entre dos aviones norteamericanos. Los restos recuperados han sido trasladados a San Javier para su posterior envío a los Estados Unidos.
Desde los primeros momentos en que fueron notificados los primeros datos del accidente, se trasladaron al lugar del mismo los gobernadores militar y civil de la provincia, así como el jefe de las fuerzas norteamericanas en España, mayor general Stanley Joseph Donovan, y el jefe de las Fuerzas Aéreas, Williams.
Los cadáveres llegados a San Javier son ocho y cuatro los supervivientes mal heridos, desembarcados en el puerto de Aguilas, a donde llegaron, tres a bordo de una embarcación y otro en un bote de pesca. El piloto de uno de los aviones, que cayó en tierra en la barriada de Palomares, de la localidad de Vera, apellidado Buchana Ivens, ha sido trasladado igualmente mal herido a la base de San Javier.
Huércal Overa (Almería), 18. — Entre los restos esparcidos en un radio de unos cuatro kilómetros a la redonda, en el choque y explosión de los aviones que se estrellaron sobre Palomares, ha aparecido un reloj de pulsera, parado a las 10,16, con lo que puede, en cierto modo establecerse la hora del accidente.
También parece que los restos de los aparatos pudieron haber causado más víctimas entre la población local ya que numerosos campesinos se encontraban en las faenas del campo cuando los restos cayeron a tierra y se salvaron gracias a que emprendieron veloz carrera.
Dos niños del grupo escolar también salvaron por pocos metros sus vidas.
Libertad, 21 de enero de 1966
MADRID. — La Oficina de Prensa del Ministerio del Aire hace pública la siguiente nota:
“En relación con el accidente aéreo ocurrido en las inmediaciones de la costa española en Almería, se ha comprobado que se produjo una colisión entre un avión cisterna y un “Jet” americano de gran radio de acción durante tácticas de operaciones de aprovisionamiento en vuelo.
Las autoridades y personal civil del área próxima acudieron en socorro del personal tripulante, consiguiendo el salvamento de cuatro aviadores y procediendo a sofocar el fuego de los restos incendiados de los aviones que se encontraban en las proximidades de los pueblos de Vera y Palomares.
La gran área de dispersión de los restos —cinco kilómetros de radio— y la recuperación de elementos de carácter secreto militar, han requerido, para un completo esclarecimiento del accidente. La adopción de medidas de busqueda y seguridad para la información completa y análisis de conclusiones del procedimiento de seguridad en vuelo.
El Ministerio del Aire agradece la colaboración prestada por las autoridades locales y personal civil por su desinteresada y valerosa actitud de auxilio, que ha permitido el salvamento y trabajo en curso para el mejor término de la seguridad e investigación."
Pueblo, 24 de enero de 1966
ALMERIA: NO HAY RADIACTIVIDAD
TRANQUILIDAD EN LA ZONA ALMERIENSE DONDE CAYERON LOS APARATOS U. S. A. QUE TRANSPORTABAN ARMAS NUCLEARES
CUEVAS DE ALMANZORA (Almería), 24. — Continúan las tareas de localización y recogida de los restos de los dos aviones norteamericanos que entraron en colisión días pasados, sobre las costas de esta provincia.
La normalidad de la vida de las gentes de esta comarca contrasta con la avidez de numerosos periodistas llegados en los dos últimos días y que buscan nutrir informaciones relacionadas con el siniestro aéreo de dichos aviones.
Las investigaciones que técnicos aeronáúticos españoles y norteamericanos y el personal a sus órdenes, con los aparatosos medios habituales de este tipo de indagaciones, teniendo en cuenta además lo abrupto de este territorio, sirven para mantener viva la curiosidad de las gentes de los núcleos rurales de la comarca, que se encuentran ante un espectáculo insólito. (Cifra.)
TICO MEDINA, ENVIADO ESPECIAL
CUEVAS DE ALMANZORA. (De nuestro enviado especial, Tico Medina.)
El lunes 17 de enero, a las diez y algo más de la mañana, los vecinos de Cuevas de Almanzora, Vera, Mojácar, Palomeras, Herrerías, Aguilas, Garrucha y los altozano de Almería escucharon una fuerte explosión.
Tres aviones habían chocado en pleno vuelo, en tanto repostaban, sobre territorio español. Transportaban armamento nuclear con destino indeterminado.
DESARMADO
AYER, domingo, más de una docena de periodistas de las más importantes publicaciones del mundo deambulaban en los cuatro kilómetros «donde aún se buscaba la noticia». También estaba allí PUEBLO. No era fácil llegar a Palomares. Sobre el terreno hemos ido reconstruyendo la historia, que gracias a Dios va volviendo ya a su cauce normal. Si es que es normal para los vecinos de esta modesta, sencilla y laboriosa región, el observar la actividad que se desarrolla a su alrededor.
SOLO DOS AVIONES
No eran tres los aviones que chocaron en pleno vuelo. Parece ser que sólo se trata de dos. El tercero, que también repostaba de la nodriza —recién llena su panza en Morón, con cuarenta mil litros de combustible especial para reactores—, inmediatamente tras la colisión levantó el vuelo tembloroso y continuó su camino. Hay quien habla también de un cuarto avión, que hizo lo mismo. No es asi. Lo del tercero sí es más lógico. Media docena de personas que asi lo vieron lo han contado al periodista. Al norteamericano lo mejor es no preguntarle nada. Está en misión de servicio. Se limita a sonreír y a encender su cigarrillo. El lunes pasado, a las diez y algo —que tampoco se ha podido concretar exactamente—, ocurrió el accidente, en el que perdieron la vida once miembros de las Fuerzas Aéreas norteamericanas y hubo cuatro heridos de cierta consideración. Quemaduras en su mayoría, según los partes facultativos. Uno de los que murieron en el accidente saltó con el paracaídas puesto. Al llegar al suelo pudo haber muerto de terror: su paraguas de seda se incendió en el aire. El sacerdote que intentó ayudarle espiritualmente confiesa que «una increíble expresión de terror había reflejada en su rostro».
Restos del fuselaje de uno de los tres aviones que chocaron en el aire.
Los aviones venían de Seymour, en Carolina del Norte; bombardero B-52. del ala 78, y un nodriza KC-135, de la escuadra de aprovisionamiento 910 de la base de Baergstron, en Texas.
«No es una operación difícil la de repostar, ni peligrosa, aunque sí necesita de un cierto oficio», me han comunicado personas que de esto saben; pero es indudable que en ese preciso momento, dado el especial equilibrio de vuelo, hay muchas más posibilidades de accidentes que cuando los reactores efectúan sus vuelos de reconocimiento en misiones de paz, por separado.
MILAGROSAMENTE sobre la era de Bonillo cayó la chatarra, entre un increíble fragor. Al mismo tiempo, hasta nueve pedazos más caían en los alrededores del pueblo, junto al cementerio, en el camino que va a la general de Cuevas, en la playa, a una cierta distancia de las limpias arenas de Garrucha...
Veinte minutos más tarde del accidente ya sobre voló el lugar un helicóptero de la Base española de Murcia.
Es bien cierto que el tercero, que se escapó del diabólico punto cero, puso en comunicación inmediata y alerta a los servicios de la zona.
Cuando los primeros auxilios llegaban a los heridos, que iban descendiendo en paracaídas sobre aguas de Aguilas, cuando los sacerdotes de Cuevas llegaban hasta los muertos entre la chatarra calcinada, valientemente, con los santos óleos finales, ya había fuerzas de observación y reconocimiento en el aire.
Y aquella misma noche —durante todo el lunes estuvieron sobrevolando el área los más diversos aviones nacionales y americanos— ya habían llegado, procedentes de Torrejón de Ardoz, en autobuses, los primeros grupos de Air Force, que instalaron su cuartel general en Palomares, no así sus mandos, que viven en Mar y Cielo, en las cercanías de Garrucha, según mis informaciones.
Dos mil personas de Palomares han pasado unos días intranquilos pensando en lo que las emisoras extranjeras y periódicos sensacionalistas de otros países han dado en llamar «la radiactividad». Personas autorizadas les han informado que «no hay peligro alguno». La fábula del pueblo, de todas formas, ya ha inventado historias, chascarrillos y pasatiempos. No hay pueblo más luminoso que éste del Sur, aun en sus horas de preocupación.
UN CUARTO ARTEFACTO
Se hablaba de que había un cuarto artefacto nuclear, de que no había aparecido, de submarinos de la base de Rota que patrullaban por las aguas jurisdiccionales españolas. Buzos, desde luego, sí que han explorado el fondo del mar. Ayer, domingo, se comentaba en todo el área el deseo de que se abonen los daños causados, cosa que se hará, según se les ha prometido. La fábula del pueblo, de todas formas, ya ha inventado historias, chascarrillos y pasatiempos, que esa cuarta pieza había sido localizada, a unos setecientos metros de profundidad, frente a las costas almerienses, en un lugar no identificado, entre Garrucha y Aguilas, y que entre ayer y hoy dicho artefacto seria sacado a flote.
Los pesqueros de Águilas «Dorita» y «Agustín Rosa», ayudaron eficazmente en las tareas de localización de «los últimos objetivos».
Desde luego, si se sabe que no hay peligro de radiación.
No es el primer caso que ocurre, sobre otra piel del mundo, paralelo al que hoy contamos. «Lo de que no se vendan los tomates no es otra cosa más que por aquello de la gasolina de los aviones. Es tóxica, y queremos evitar todo problema, pero nada tiene que ver con la radiactividad».
Alguna persona ha puesto en órbita el rumor de que «lo que buscaban eran los dictáfonos con las órdenes secretas, del lugar hasta donde debían llegar los aviones, recibidas por sus altos mandos».
Otros han dicho que nada de armamento nuclear: aparatos fotográficos, como los que portaba el «U-2», en su barriga, quizá «con documentos gráficos peligrosos». Pero en torno a, Aguilas, ayer la expectación era fuera de serie.
Vivía el bello pueblo murciano una jornada memorable. Idas y venidas de barcos, autogiros, helicópteros, aviones.
Desde ahora, los de la cuenca del Almanzora aprenderán a mirar al cielo para algo más que para ver si llueve.
Cientos de hombres terminan estos días de despejar algo que aún sigue siendo una incógnita para todo el mundo. No hay radiactividad.
Tico Medina, junto a los restos de los aviones norteamericanos
Me retrato junto a uno de los motores de la nodriza. Hablo con Smith, el muchacho de Indiana, que es soldado de servicio alrededor de la máquina de muerte que cayó en la era de Bonillo. Trece «B 52» habían sufrido ya hasta la fecha, en la historia de este avión, la misma suerte, y en vuelo. Nunca pasó nada, abajo. No hay por qué temer.
Palomares ha pasado a la primera linea de la actualidad mundial. Sobre los campos de flores de azahar la civilización ha derramado su manto de amargura. Pedro, el labrador de Palomares, enciende el cigarrillo de Smith, el aire force de Indiana, en comisión de servicio.
Reconocimiento de los habitantes
Almería, 24. — El Periódico «La Voz de Almería» publicó ayer una información obtenida por uno de sus redactores en fuentes plenamente autorizadas, según la cual no existe peligro alguno para la salud de los habitantes de la zona de Cuevas de Almanzora, sobre la que se produjo el accidente aéreo del pasado día 17. La misma información añade, para plena garantía y tranquilidad de los habitantes de dicha zona, que por equipos técnicos españoles se procedía al reconocimiento de todos ellos, con resultado totalmente satisfactorio. (Cifra.)
El accidente número trece
WASHINGTON, 24. — El B-52, reactor de bombardeo que entró en colisión con un avión nodriza KC-135. frente a las costas españolas del Sureste, es el avión norteamericano número 13 envuelto en esta clase de accidentes aéreos, según los archivos de las Fuerzas Aéreas norteamericanas.
El primero del que se conocen noticias oficiales ocurrió el 13 de enero de 1958. Las Fuerzas Aéreas declararon que uno de sus aviones se había estrellado, transportando una bomba nuclear, que no había provocado explosión alguna.
Las Fuerzas Aéreas no dijeron ni dónde ni cuándo había tenido lugar el accidente, pero a los periodistas se les dió a entender que el accidente había tenido lugar en los Estados Unidos.
Informan los técnicos
Palomares, 24. — Los técnicos españoles competentes que han estudiado con detenimiento la zona de cultivo comprendida en el accidente aéreo que ha tenido lugar en esta región el pasado día 17 han declarado que la superficie que pudiera quedar afectada no es superior a tres hectáreas, y que, por lo tanto, el resto de la zona de cultivo no ofrece ningún riesgo. (Cifra.)
PALOMARES: LOS HABITANTES DE LA ZONA VUELVEN A LA TRANQUILIDAD
PALOMARES (Almería), 24. (Del enviado especial de la agencia Cifra.) — La tranquilidad ha renacido por completo entre los habitantes de este pueblo y, sin duda, ha acaecido lo propio en los de las inmediatas localidades de Vera, Garrucha, Cuevas de Almanzora y toda esta zona septentrional de Almería, costera del Mediterráneo, muy próxima al límite con Murcia, regada, cuando lleva agua, por el río Almanzora, y en las proximidades de las estribaciones y contrafuertes de la sierra almagrera.
Cerca de esta zona, pero fuera de la costa, fué donde hace cinco días un bombardero B-52 del S. A. C. (Strategic Air Command) sufrió un accidente al ser repostado en vuelo por un avión nodriza KC-135. Como es sabido, en la colisión perecieron siete de los 11 tripulantes de los dos aviones; los cuatro restantes pudieron lanzarse en paracaídas y ser rescatados con posterioridad. Los restos incendiados de los aparatos cayeron a tierra y, como es corriente en estos casos, se dispersaron en un gran radio de acción.
MEDIDAS DE BUSQUEDA Y SEGURIDAD
Las autoridades y el personal civil de las poblaciones próximas, además de colaborar al salvamento de los cuatro aviadores, procedieron a la extinción de los restos incendiados de los aviones colisionados. Inmediatamente, y como ya informó en su momento el Ministerio del Aire, fuerzas de su Ejército se desplazaron a este mismo lugar para adoptar las medidas de búsqueda y seguridad imprescindibles, a fin de alcanzar una información completa y análisis de las circunstancias, así como para colaborar en la recuperación de elementos de carácter secreto militar; entre éstos figuraban El armamento nuclear desarmado que normalmente transporta este tipo de aviones en sus vuelos de entrenamiento.
En estas operaciones colaboraron y siguen colaborando unidades de la Marina española y norteamericana y un grupo de helicópteros que han rastreado las zonas próximas a la costa.
La naturaleza del armamento nuclear desarmado y de los otros elementos técnicos de carácter militar ha exigido que las medidas de seguridad se extendieran en los dias sucesivos, tanto para facilitar los rastreos como para ampliar la zona de seguridad a las regiones limítrofes con el lugar donde, dispersos en un radio de acción de cinco kilómetros, habían caído los restos. Al mismo tiempo se obtuvo la colaboración de las fuerzas militares de los Estados Unidos destacadas en España, en virtud de los acuerdos, bilaterales hispano-norteamericanos para que cooperen activamente en estas labores, máxime cuando los dos aviones siniestrados eran de sus fuerzas aéreas.
La rapidez y amplitud de los medios de que dispone el Ejército norteamericano ha acumulado de forma masiva los elementos técnicos y humanos necesarios para esta labor, y éstos han sido los que en los últimos días han incrementado la curiosidad popular hasta casi producir la inquietud, ahora desvanecida por la nota del Gobierno Civil de la Provincia.
NO HAY PELIGRO PARA LA SALUD PUBLICA
En ningún momento ha habido pánico, como algunas informaciones han pretendido, pero sí, como es natural, cierto nerviosismo ante el despliegue técnico y de hombres que por razones de seguridad y para facilitar las medidas de búsqueda ha sido desarrollado.
Las exploraciones médicas y los análisis llevados a cabo desde el primer momento por los técnicos han demostrado que no existia, ni existe, peligro alguno para la salud pública o para la seguridad, como consecuencia de este accidente. Naturalmente, se han hecho exploraciones y análisis de quienes han tenido contactos con los restos del avión o de su armamento para, en un exceso de previsión, poder precisar todas las circunstancias sanitarias.
Las medidas, que son, muy extensas, permiten reafirmar que no existe en absoluto motivo alguno de inquietud. De otra manera se habrían evacuado los habitantes de, Palomares, Herrerías, El Boliche y de otras pequeñas agrupaciones rurales de la zona; la vida en las mismas es normal y no está de ningún modo prohibido el acceso a estos lugares, como lo demuestra la gran cantidad de corresponsales españoles y extranjeros que lo recorren.
EL MINISTRO DEL AIRE RECIBE AL JEFE DE LAS FUERZAS AEREAS U. S. A. EN EUROPA
El ministro del Aire, teniente general Lacalle Larraga, ha recibido en su despacho oficial, en la mañana de hoy, la visita del general Bruce K. Holloway, comandante jefe de las Fuerzas Aéreas norteamericanas en Europa, acompañado del general Donovan, jefe de la misión militar norteamericana en España.
Los restantes accidentes, por ordencronológico, fueron los siguientes:
3 DE FEBRERO De 1958. - Base Hunter, de las Fuerzas Aéreas, en Savannah (Georgia). Un B-47, tras una colisión en el aire, dejó caer voluntariamente una porción de su arma nuclear. Esta estaba en situación de «transporte» y, por lo tanto, incapaz de provocar una explosión.
1 DE MARZO DE 1958. — También desde la base Hunter. Un B-47, en vuelo «de entrenamiento normal, lanzó accidentalmente un ingenio nuclear no montado, a causa de un fallo mecánico en el sistema de fijación de las bombas.
4 DE NOVIEMBRE DE 1948. - Desde la base Dyes, en Abilene (Tejas), un B-47 en un vuelo normal de entrenamiento se estrelló al despegar. El avión llevaba un arma nuclear. No hubo ninguna explosión ni peligro alguno de que ésta se produjera. Tampoco se derivó del accidente ninguna contaminación.
26 DE NOVIEMBRE DE 1958. — Base Chennault de las Fuerzas Aéreas (Iowa). Un B-47 cargado con un arma nuclear se incendió y quemó cuando estaba aparcado en línea de vuelo. No hubo peligro ni de explosión ni de contaminación.
6 DE JULIO DE 1959. — Base de Barkdale, en Shereveport (Luisiana). Un transporte C-124, que llevaba bombas nucleares no montadas, se estrelló y ardió al despegar, sin ningún peligro de explosión ni de radiación.
15 DE OCTUBRE DE 1952. - Base de Glen Bean (Kentucky). Un B-52, portador de dos bombas nucleares sin montar, entró en colisión con un Kc-135. Las dos bombas fueron halladas intactas y sin haber sufrido daño alguno.
24 DE ENERO DE 1961. — Base Syemour Johnson, En Goldbsboro (Carolina del Norte). Un B-52 con armas nucleares no montadas se estrelló a 15 millas de la base.
14 DE MARZO DE 1961.—Base Beale, en Marysville (California) se estrella un B-52 que transportaba un arma nuclear sin montar. El avión se encontraba en un vuelo de entrenamiento de alerta.
13 DE ENERO DE 1964. — Base Turner, Albany (Georgia), un B-52, que transportaba dos bombas nucleares sin montar, se estrelló cerca de Cumberland (Maryland), el avión volvía de una misión de entrenamiento de alerta en vuelo. Ningún peligro de explosión.
8 DE DICIEMBRE DE 1965. — Base de Bunker Hill, en Perú (Indiana). Un B-53 que transportaba un arma nuclear no montada se incendió y ardió, encontrándose en una rampa. No hubo peligro de explosión ni se detectó ninguna radiación peligrosa.
19 DE AGOSTO DE 1965 - Base de Little Roch-Little Rock (Arkansas). Un missile «Titán II» ardió en su silo, causando la muerte de 53 trabajadores civiles. La ojiva nuclear se había desactivado y retirado antes de iniciar los trabajos de construcción.
17 DE ENERO DE 1966. — Palomares. Un bombardero del S. A. O., durante una operación de repostaje frente a las costas españolas, sufrió un accidente con un KC-135. Los estudios radiológicos han demostrado que no existe peligro alguno, ni para la salud ni para la seguridad pública a causa de este accidente. Esta declaración fué hecha pública hoy.
En adición a los casos señalados anteriormente, las Fuerzas Aéreas informan de un C-124 que se incendió y ardió en la base de Wright-Patterson, en Dayton (Ohio), el 12 de octubre de 1965. No transportaba ingenios nucleares, únicamente componentes no explosivos de sistemas nucleares.
Pueblo, 15 de abril de 1966
Está en Madrid Paco, «El de la bomba»
Le ha invitado la Embajada americana
Este señor que ven aquí, de mirada en cierto modo picara; este señor que conduce a su mujer por el hombro y que con ella sonríe puede ser el personaje nacional del año si la vida —y las cosas que pasan— no dispone mejor y más brillante ejecutoria. Este señor se llama Francisco Simó Orts, es pescador y todos le conocen ya por Paco, «el de la bomba».
Ha venido a Madrid. La Embajada norteamericana quiso premiarle con un viaje a la capital, especie de gira turística o periplo triunfal. No és para menos. La historia de Francisco Simó Orts será sonada y pasará, desde ahora, a las más sabrosas leyendas de nuestro viejo y socarrón pueblo mediterráneo: «Y, una vez, vinieron los americanos y perdieron una bomba por ahí. Y Paco vió caer la bomba.
Y los americanos no se fiaban. Y Paco dijo que él sabia dónde estaba la bomba. Y los americanos no se fiaban.
Y Paco juró y perjuró que él sólito podía sacar la bomba. Y los americanos no se fiaban. Y como los americanos no atinaron, después de muchos dimes y diretes, hicieron caso a Paco y la bomba apareció...»
(Reportaje en página 20. Foto de Juana Biarnés.)
Francisco Simó Orts, el «héroe» de Palomares
Paco, «EL DE LA BOMBA»
«ME ENORGULLECE ENTREGARLE ESTA MEDALLA»
(EL EMBAJADOR U. S. A., AL PESCADOR DE AGUILAS)
Esta manaña en la Embajada de los Estados Unidos, se ha entregado una medalla con la efigie del Presidente Johnson al pescador de Aguilas —Francisco Simó Orts— que tanto ha colaborado en el rescate del artefacto nuclear perdido en aguas de Palomares.
El embajador norteamericano, Angier Biddle Duke, agradeció la labor realizada por Francisco Simó con estas palabras:
«Hemos invitado al señor Simó a venir aquí hoy para rendirle homenaje. Gracias a él las operaciones de búsqueda acabaron felizmente antes de lo que, en otro caso, hubiera sido posible.
Creo que el señor Simó simboliza admirables características españolas: la imaginación, la inventiva y la iniciativa personal, que tantas veces han manifestado los españoles al verse confrontados por circunstancias nuevas e inesperadas y la entereza ante la adversidad.
Me enorgullece ofrecerle esta medalla con la efigie del Presidente Johnson. Simboliza el agradecimiento que nos ha inspirado su trabajo.»
FRANCISCO Simó —Paco, el señor Paco, para las gentes sencillas y pescadoras— acaba de ver hecho realidad su sueño más ambicioso: conocer Madrid. No de la manera que a él le hubiera gustado, a base de cachupinada con los amigos por el Madrid de las tasquitas y su miaja de relajo; pero, en fin, sí de forma espectacular.
Al hombre lo han traído hasta aquí en el más riguroso de los secretos, porque, hasta, esta tarde, no hará su presentación oficial ante los periodistas.
—Me ha invitado la Embajada de los Estados Unidos.
Consigna: “Top secret”
El bueno de Paco tenía, órdenes tajantes de no soltar prenda cuando llegó ayer, a las siete de la tarde, al Castellana Hilton. Y, cuando se instaló, en la suite 560, había a su lado un funcionario U. S. A. con la consigna del «top secret». Menos mal que el funcionario de marras no hablaba catalán, lengua en la que, a trancas y barrancas, pude sacarle algunas palabras al «personaje del año». Porque Francisco Simó va a convertirse —se ha convertido ya— en la figura de 1966, mientras no se demuestre lo contrario.
El hombre tiene aire. ¡Vaya si lo tiene! El hombre tiene la piel tostada, por el sol y los vientos de los mares. El hombre es alto y arrogante y, si no hubiera sido pescador, quizá lo habrían contratado los productores de cine para doblar a Robert Mitchum.
—Me he traído a la señora, ¿sabe usted?
La señora es una mujer sencilla, simpática, que lo mira todo, que lo observa todo. Guapa, de muy buen ver. La señora Simó brinda con su marido con una copa de vino español. Y no se siente extraña ante el lujo de la «suite». La señora de Simó, como el propio señor Simó, anda por el Hilton como pez en el agua. ¡Pues no faltaba más!
—Pues mire usted: me han dicho que venga a Madrid, que me quieren agasajar, y aquí estoy. No lo conocía, ni yo ni mi señora, aquí presente.
—Y su mujer, ¿qué dice de todo esto?
— Ella está como alelada todavía, ¿sabe usted?
La bomba cayó donde él dijo
Paco Simó, ya lo saben ustedes, es catalán.
De Tarragona, por más señas. Paco Simó es marinero desde siempre. Y conoce el mar como nadie. El mar suave y ondulante y el mar bravio. Y sabe, también, de zozobras y de malos vientos y de naufragios.
—Ya lo creo que sí. Como que una vez se me hundió la barca y las pasé moradas.
— ¿Y qué me dice de la bomba?
—Pues le diré que eran las diez menos dos minutos en mi reloj y que vi caer el paracaídas verticalmente.
Francisco Simó lo dijo bien claro: la bomba ha caído en tal sitio. Pero que si quieres arroz.
Que no le hicieron caso. Y Simó, erre que erre:
«¡Oigan, que yo sé lo que me digo, que la bomba ha caído ahí!».
Y cayó la bomba donde había, dicho el pescador. Y el pescador fué más lejos:
—Pues si me dejan yo la saco en veinticuatro horas. Sólo por unas mil pesetillas.
Una medalla
La bomba ha costado, creo, por encima del millón de dólares.
—¿Y cómo hubiera usted sacado «la cosa»?
—Con mis redes. Conozco el lugar. Tiene una profundidad de unos 740 metros.
Lo dice ahora y lo dijo antes, a su debido tiempo. No es farolada, que la gente marinera no es dada a ello.
— Oiga, señor Simó, ¿es cierto que le han prometido un viaje a los Estados Unidos?
— Nadie me ha hablado de eso. Por lo menos, hasta ahora.
— ¿Y dinero? ¿No le han dado dinero?
— Ni una perra; no, señor.
En cambio, hoy le han entregado una medalla en señal de agradecimiento.
—¿Y usted qué prefiere, Paco? ¿La medalla o el dinero?
EL PAIS, 8 de septiembre de 2003
Nacido en Tarragona hace 75 años, el 17 de enero de 1966, con 38 años, Paco pescaba gambas coloradas en el Manuela Orts cuando dos aviones norteamericanos B-52 chocaron y dejaron caer cuatro ingenios termonucleares, tres en Palomares y uno en el mar, frente a la cercana localidad de Villaricos. Años después, mientras seguía saliendo diariamente en busca de camarones a bordo de otro barco, el Noruego III, declaraba a EL PAÍS: "Vi cómo chocaban dos aviones y otros dos salían sin daño. La bomba cayó con paracaídas, a unos 20 metros. También vi otro objeto, que resultó ser la caja negra. Tuve que hacer una maniobra que me abrió una vía de agua. Inmediatamente avisé a la costera de Alicante". Simó recordaba más tarde: "Durante 81 días salí a la mar con los americanos. Me pagaban 8.000 pesetas por jornada, algo más de lo que conseguía pescando. Lo repartía con mis tripulantes". La peligrosa bomba fue izada finalmente el 7 de abril. Había permanecido sumergida a 750 metros, donde Simó había señalado siempre y no detectaban los aparatos. Pronto fue convertido en ejemplo del genio hispano.
El periódico Línea de Murcia organizó una cuestación entre sus lectores para conseguir la compra de un barco que sustituyera al que Simó tenía hasta entonces y que había quedado averiado tras el incidente.-
—¿Quién, yo? Pues mire usted, la. verdad... Yo prefiero el dinero.
Y se comprende. El señor Paco es marinero.
El señor Paco tiene dos hijos, niña y niño.
Y mujer. Y una vida dura de pescador. Y, claro, se comprende. ¿O no?
De todas formas, Francisco Simó está viviendo un sueño hermoso: venir a Madrid. Y ya está aquí. Esta noche irá a cenar por ahí en compañía de alto personal de la Embajada.
YALE
(Fotos: Juanita Biarnés.)





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