En la página 79 del libro El mundo físico, electricidad, magnetismo T3, Guillemin, Amédée, 1882 se describe el torniquete eléctrico.
Se ha calculado que la electricidad es infinita en el extremo de una punta cónica, de suerte que debe ser imposible cargar de electricidad un cuerpo conductor provisto de semejante apéndice, y así lo confirma la experiencia. A medida que la electricidad se desarrolla, se disemina por el medio ambiente y desaparece. Cuando se examina el extremo de la punta en la oscuridad, vese un penacho luminoso cuya forma y color estudiaremos más adelante. Si mientras la punta está en comunicación con el foco eléctrico, se pone la mano delante o encima de ella, nótase un soplo que indica cierto movimiento continuo de las partículas de aire: movimiento que se hace perceptible aplicando la llama de una bujía a la prolongación de la punta. El viento eléctrico es bastante intenso para hacer que oscile la llama y hasta para apagarla. En un principio se atribuyó esta agitación del aire en el extremo de las puntas de los conductores a la salida efectiva de la electricidad que se asimilaba a un fluido; pero la explicación siguiente nos parece preferible, porque no exige hipótesis alguna sobre la naturaleza de la electricidad y por estar además de acuerdo con los fenómenos conocidos. Las moléculas de aire que están en contacto con la punta, electrizada a considerable tensión, se cargan de electricidad del mismo nombre que la del conductor. Hay por consiguiente repulsión, y las moléculas, al alejarse, ceden el puesto a otras que se electrizan a su vez, y así sucesivamente, resultando la corriente de aire que se observa, y la cual no es continua sino en tanto que la carga eléctrica se renueva sin cesar.