miércoles, 14 de mayo de 2014

Colaboración rusoamericana en el espacio


Mientras la crisis de Ucrania se prolonga se hace más evidente que Vladimir Putin tiene la intención de recuperar la mayor cantidad de territorio de la antigua Unión Soviética.

Uno de los aspectos más sensibles de la relación ruso-estadounidense, el hecho de que los dos países colaboran en misiones espaciales internacionales, está siendo analizado con urgencia en Washington y en toda la industria espacial de EE.UU.. Hoy en día, Rusia, con su combinación de cohetes y cápsulas Soyuz, tiene el control total sobre el acceso humano a la Estación Espacial Internacional (ISS), y así seguirá al menos hasta 2017. Por otra parte, EE.UU. utiliza tecnología espacial rusa en otros proyectos propios.



Durante la era de la "distensión" en la década de 1970, el gobierno de Nixon, que tenía poco interés en el espacio, promovió la misión Apolo-Soyuz 1975, un apretón de manos en el espacio y poco más. Esa misión fue la última que utilizó un cohete construido para el viaje a la luna.

En 1993 el presidente Clinton tomó la decisión de que la NASA colaborase con Rusia en la construcción de la Estación Espacial Internacional, tras el estancamiento de su propio proyecto de Estación Espacial. A partir de entonces la NASA programó una serie de misiones del transbordador a la estación orbital rusa Mir. El primer vuelo de un transbordador a la Mir llegó en julio de 1995 y el último en junio de 1998.

Hoy en día, después del fin del programa de transbordadores, y sin un sistema espacial de transporte tripulado, la NASA paga a Rusia algo así como 70 millones dólares cada vez que un astronauta americano vuela a la ISS a bordo de la Soyuz. Si EE.UU. no tiene una nueva nave espacial para ir y volver a la ISS, se tendrá que negociar un nuevo acuerdo cuando el actual expire a finales de 2017.

Aparte de la ISS, EE.UU. utiliza motores cohete de fabricación rusa en dos de sus lanzadores, el Antares, construido por Orbital Sciences Corporation, y, aún más importante, el Atlas V. Es una muestra de cómo la reducción de costes puede competir con la seguridad nacional.

Después de una serie de lanzamientos militares fallidos, sobre todo el accidente de un Titán IV con un satélite espía muy caro en 1998, la Fuerza Aérea de los EE.UU. puso en marcha el programa Evolved Expendable Launch Vehicle (VTE). Este fue diseñado para dar a los militares dos cohetes separados y altamente confiables que podrían poner en órbita cargas útiles de seguridad nacional.

Este programa dio lugar a la familia Delta IV, que incluye el cohete pesado que se utiliza para poner en órbita grandes satélites espía, y el cohete Atlas V, que se ha convertido en el vehículo para las misiones científicas de la NASA y es de uso frecuente para las misiones militares. Sin embargo, el Atlas V depende de un motor cohete RD-180 de fabricación rusa, que está alimentado por oxígeno líquido y queroseno. El motor es extraordinariamente eficiente, un buen ejemplo de cómo los rusos han llegado a producir motores de gran calidad.


EE.UU. trata de mantener estable el precio de los motores RD-180, al menos, durante dos año y ha comprado los derechos para su fabricación. Según una fuente bien informada, una empresa estadounidense trató de construir una copia del motor, pero fracasó debido a un sobrecalentamiento.

Durante el mandato de George W. Bush, la NASA puso en marcha un programa llamado Commercial Orbital Transportation Services (COTS). Este programa buscaba desarrollar un par de vehículos que pudieran llevar carga y combustible a la ISS sobre una base comercial, sin pasar por el sistema normativo y burocrático de la NASA.

En la actualidad, dos empresas han tenido un éxito notable a través de COTS. SpaceX, con sede en California y controlada por Elon Musk, ya ha enviado dos cápsulas Dragón para reabastecer la estación. Otra fue programado para ser lanzado en un cohete Falcon 9 hace unos días. Mientras tanto, Orbital Sciences, con sede en Virginia, ha lanzado con éxito la primera de sus naves de carga Cygnus desde Wallops Island en un cohete Antares, y espera lanzar otra en mayo o junio.

En virtud de un plan de la era Bush "COTS D", SpaceX espera firmar un acuerdo con la NASA para llevar a las personas hacia y desde la estación, y la empresa nunca ha perdido de vista este objetivo. La cápsula Dragón puede haber llevado sólo la carga hasta el momento, pero está equipado con un ojo de buey y con el tiempo será capaz de llevar a siete astronautas en órbita.

La administración Obama canceló el programa Constellation de retorno a la Luna de la NASA y reelaboró ​​el programa COTS. Este programa está financiando el desarrollo de tres naves espaciales tripuladas, la SpaceX Dragón, la cápsula Boeing CST, y el mini-shuttle Sierra Nevada Dreamchaser. De éstos, el Dragón es de lejos el más avanzado. Según los planes actuales, la NASA y SpaceX esperan envíar el primer dragón tripulado en 2017.

Mientras tanto, la Fuerza Aérea tendrá que encontrar el dinero para replicar el motor RD-180. Esto no va a ser fácil, se estima que se necesitarían 100.000 millones de dólares y no se haría en menos de dos años. Afortunadamente, el SpaceX Falcon 9, que está en proceso de ser autorizado para transportar cargas útiles de seguridad nacional al espacio, está disponible.

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