La ciudad de Berezniki, en el corazón de los Urales, corre el peligro de desaparecer tragada por el suelo. Desde la década de 1980, enormes cráteres han estado apareciendo, "engullendo" literalmente fábricas y oficinas. Bajo la población se encuentra la mina de potasa y sus galerías ocupan un espacio ocho veces más grande que el que ocupa la ciudad. A 400 metros de profundidad hay espacio para 11.000 edificios residenciales de cinco pisos. En la tierra se abren cráteres continuamente. Algunos dejaron de crecer cuando medían seis metros de diámetro, otros, los más grandes, tienen aberturas de hasta 600 metros de diámetro, hacia donde se precipitan árboles y edificios.
Durante décadas, los mineros soviéticos cavaron vorazmente. Un buen día, el agua encontró su camino hacia la mina, las capas de sal comenzaron a deshacerse y las rocas, a desprenderse en las galerías. La superficie cedió y desde entonces la tierra se ha estado abriendo en diferentes zonas de Bereznikí. Uralkali, la empresa que actualmente opera la mina, asegura que se han tomado medidas para garantizar la seguridad de la población, apuntalando las capas de sal superiores.