Antes de la Primera Guerra Mundial Gran Bretaña suministraba todo tipo de productos al resto del mundo con lo que producían sus talleres. Las minas de carbón de Northumberland, las fundiciones de la región central, las fábricas de algodón de Lancashire producían para vender en el extranjero, pero la demanda de armamento en 1914 encontró a Gran Bretaña desprevenida.
Tuvieron que transcurrir ocho o nueve meses para reordenar la industria a los nuevos fines. Se creó el Ministerio de Municiones en mayo de 1915 y se produjo un rápido reordenamiento de las industrias y las condiciones laborales. Antes de la guerra, tres fábricas estatales eran suficientes para satisfacer la demanda de la producción de armamento, a finales de la guerra había más de 150 fábricas nacionales y más de 5.000 establecimientos controlados, repartidos por todo el país, dedicados mucho de ellos a la fabricación de municiones.
En el Norte del país existían entre 400 y 500 fábricas de municiones. Los fabricantes de maquinaria agrícola y textil se dedicaron a fabricar municiones, los productores de lápices hacían granadas, un fabricante de gramófonos producía espoletas y hasta un joyero de la corte se dedicaba a la fabricación de instrumentos ópticos. El trabajo de reorganización fue prodigioso, se tuvo que construir suficiente maquinaria adecuada, máquinas herramientas y equipamiento de laboratorio para la investigación química. Llegaron a trabajar unos dos millones de personas en las industrias de municiones del Almirantazgo, de las que un tercio eran mujeres.
Montaje e inspección de espoletas para proyectiles de artillería. Durante la Segunda Guerra Mundial, un gran número de mujeres trabajaron en las industrias de guerra, aquí se puede ver la inspección y fabricación de municiones en la fábrica del Arsenal Dominion en Saint-Malo (Quebec) en abril de 1942.
Trabajo de embutido de un proyectil de mediano calibre en un arsenal de la US Navy en una prensa hidráulica en 1917.
Los casquillos de la munición de pequeño calibre se fabrican de latón, que contiene un 70 % de cobre y un 30 % de zinc.
La fabricación comienza a partir de una bobina de chapa de latón, aproximadamente tres veces más gruesa que el espesor del casquillo. De esta chapa se cortan discos por estampación, a la vez que un punzón comprime el centro del disco, formando una copa.
Trabajando el latón de esta manera se forman tensiones en el metal. Si no se remedia, el estrés podría causar pliegues o arrugas, o un excesivo adelgazamiento. Para evitarlo el latón se calienta a 370º C, durante un corto periodo de tiempo de recocido. Posteriormente se coloca sobre un anillo más estrecho, con un punzón de menor diámetro para continuar el proceso de reducción del diámetro y estiramiento. A continuación, el latón se vuelve a recocer y se repite el proceso de embutición profunda o extrusión.
Esta embutición hace que las fibras del metal se orienten en la dirección del eje del cilindro. Esto es importante porque el metal es más resistente en la dirección de las fibras.
La técnica de embutición profunda para la fabricación de municiones se originó en Europa y fue patentada más tarde en los EE.UU. La parte superior del cartucho está estampada a menudo con un diámetro más estrecho. Esta técnica fue inventada por Hiram Berdan (Patente Nº 82.587), que también inventó los cebadores Berdan.
Para la embutición de los calibres más pequeños se puede utilizar una prensa de 3 toneladas, que uno podría construirse en casa. También se pueden hacer pequeños trabajos de fundición.
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