El pasado domingo a las 13:30 salí, en buena compañía, para Soller. Para un amante del ferrocarril una sinfonía para los sentidos.
El Ferrocarril de Sóller celebró el pasado 16 de abril su centenario. Se trata, en la actualidad, de un tren turístico con material de los años 20 del pasado siglo, que transporta al año más de 720.000 viajeros. El tren de Sóller se construyó a comienzos del siglo XX, gracias un capital inicial de 3.100.000 pesetas de entonces, aportado por 150 accionistas locales, encabezados Jeroni Estades. En menos de cinco años se ejecutaron las obras que precisaron de la perforación de trece túneles, uno de ellos de 2.900 metros de longitud, para superar la Serra de Alfàbia.
El 16 de abril de 1912 entraba en funcionamiento el nuevo tren de vapor y se suspendía el servicio de carruajes por el Coll. De cuatro horas de trayecto duro entre sinuosos caminos se pasaba a tan solo una. La compañía completó su recorrido en octubre de 1913 con los cinco kilómetros restantes hasta el Port de Sóller con el tranvía, que desde el comienzo ya fue eléctrico. En 1929 renovó por completo la vía para adaptarla a los nuevos automotores eléctricos, los que funcionan hoy, que permitieron arrastrar un número mucho mayor de vagones y terminar con un grave problema de acumulación de humo en el interior de los vagones durante el paso por los sucesivos túneles.
Un equipo de carpinteros, electricistas, herreros y torneros se encarga de mantener al día una maquinaria única para la cual, en muchas ocasiones, se han de crear a propósito recambios que no pueden localizarse en ningún lugar del mundo. Otros velan para que los 32 kilómetros de vía estén impecables, otros para conducir el tren y el tranvía, o para expedir billetes y así hasta un centenar de trabajadores que conforma la plantilla actual.
Los actuales gestores cuentan con una nueva concesión de cincuenta años.
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