lunes, 24 de abril de 2017

Científicas de la II República


Treinta y seis mujeres constituyeron un brillante germen de la presencia femenina en la ciencia española.


El desarrollo científico en la II República fue continuación de la etapa anterior, sobre todo desde la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), que, imbuida del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, había sido creada en la primera década del siglo XX y que fue presidida por Ramón y Cajal- banda de la orden de la República– hasta 1934. Algunos científicos conservadores se sintieron postergados por la Junta, a cuyas directrices siempre se opusieron. Se constituyó en 1931, como una extensión del proyecto de la JAE, la Fundación Nacional de Investigaciones Científicas y Ensayos de Reforma para instruir al personal científico y colaborar con empresas,  que trajo como consecuencia un incremento de la vinculación universitaria con la innovación. Supuso una descentralización de la Junta con la creación, entre otros, del Centro de Investigaciones Vinícolas, el Laboratorio de Histología y Cultivo de Tejidos en la Universidad de Valladolid y el de Hematología en la de Zaragoza.

En 1932 se inauguró, con el apoyo económico que prestigiosos científicos españoles de la época consiguieron de la Fundación Rockefeller, el Instituto Nacional de Física y Química, que en la actualidad lleva el nombre del químico conservador aragonés Antonio de Gregorio Rocasolano, muy crítico con la Junta y que llegó a vicepresidente del CSIC tras el triunfo de Franco. En 1934 se funda la Asociación Nacional de Historia de la Ciencia.

"No te aísles, no te encierres en ti misma, sal, pasea, intenta hablar con tus compañeras, que Ulises fue sabio porque viajó."

Este era el consejo que Manuel Bartolomé Cossío le daba a su pupila Dorotea Barnés cuando ella realizaba una estancia en el Smith College, en Estados Unidos, para ampliar su formación científica. Corría el año 1930 y Dorotea disfrutaba de una pensión de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), institución creada en 1907 a raíz de la concesión del Premio Nobel de Medicina a Santiago Ramón y Cajal, que fue su presidente. No obstante, el secretario y alma mater de la JAE fue José Castillejo, discípulo de Giner de los Ríos, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza en 1875.

Por deseo expreso de Castillejo, hubo mujeres entre los beneficiarios de los programas de la Junta. Así, en el más importante centro de investigación de España en esa época, “el Rockefeller”, que tomaba el nombre de la Fundación que había financiado su construcción, hubo 36 mujeres de un total de 158 investigadores, que constituían un brillante germen de la presencia femenina en la ciencia española. Desafortunadamente sus carreras quedaron truncadas con la guerra civil. Sus historias comenzaran a ser conocidas gracias al trabajo que inició Carmen Magallón Portolés con su obra Pioneras españolas de las ciencias, publicada en 1999.

Bibliografía:

Sabias: La otra cara de la ciencia

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