Interesado en los estudios de Maxwell y conociendo el premio que ofrecía la Academia de Ciencias de Berlín a la persona que consiguiese realizar una confirmación experimental de la relación entre los fenómenos eléctricos y magnéticos, Heinrich Hertz se puso a trabajar en este reto.
Finalmente, logró transmitir ondas electromagnéticas entre una antena emisora (oscilador) y una antena receptora (resonador). Para ello, necesitó tan solo dar forma circular a un alambre, sin que sus extremos se lleguasen a tocar por unos pocos milímetros. Se dio cuenta de que cuando estas anillas usadas como receptores estaban cerca de una bobina de inducción, una chispa saltaba entre los extremos de esta anilla al mismo tiempo que esto sucedía en la bobina de inducción.
Esto demostró que cuando la chispa saltaba en la bobina de inducción se establecían campos eléctricos y magnéticos que cambiaban rápidamente y se propagaban en el espacio en forma de ondas electromagnéticas que tenían la misma frecuencia que la oscilación de la descarga. En este sentido, cuando las ondas electromagnéticas llegaban a la anilla que actuaba de receptor, se generaba otra chispa. De este modo, Hertz logró demostrar de manera sencilla la existencia de las ondas electromagnéticas.
Algo similar se puede hacer utilizando como emisor las esferas de las barras descargadoras de una màquina de Wimshurst, entre las que saltan las chispas que provocan las ondas electromagnéticas. A poca distancia se coloca un alambre de cobre rectilíneo unido a una lámpara de neón.

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