Este verano, desde Oporto, me he desplazado hasta la ciudad de Braga, al norte de Portugal, en donde existe aún un precioso funicular de cremallera construido en 1882 por el ingeniero suizo Niklaus Riggenbach.
El funicular asciende al santuario del Bom Jesus, usando un sistema de contrapeso hidraúlico.
Fue el primer funicular de su clase en la Península Ibérica y en la actualidad es el más antiguo en funcionamiento en todo el mundo.
El mecanismo es sencillo, ambos vagones están conectados entre si por un cable de acero y una polea, situada en la parte superior.
El vagón que está arriba llena su depósito de agua, lo cual hace que sea más pesado que el que está abajo, que a su vez descarga el agua que llevaba.
Cuando está listo y los pasajeros acomodados, el conductor libera los frenos y luego la gravedad hace el resto.
Los dos vagones suben y bajan repetidamente y siempre se cruzan en el mismo punto de la vía.
Esta pieza de museo recorre en 3 o 4 minutos los 274 metros de vías que ascienden al santuario. Para ello el funicular salva un desnivel de 116 metros de altura, con una pendiente aproximada del 42 %.
El funicular está a punto de llegar a la estación superior.
El conductor acaba de apretar el husillo del freno.
Ahora abre la llave de paso del agua para llenar el depósito del vehículo superior.
Uno de los vehículos acaba de llegar a la estación inferior.
Las vías del funicular pasan por encima de la carretera de subida al santuario.
Puerta de entrada de la estación inferior.
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