Una serie de circunstancia hicieron que a mediados del siglo XIX se tomase la decisión de desecar s’Albufera en Mallorca. Junto a la necesidad de erradicar el paludismo y las llamadas fiebres terciarias, estaban también las necesidades políticas y económicas. Se realiza un proyecto en 1859, concebido por Juan de Villaverde que sirve de guía al proyecto de Frederick Bateman y William Hope.
John Frederick Bateman era un ingeniero hidráulico británico, que había llevado a cabo obras para el suministro de agua potable en Ceylán, Constantinopla y Nápoles. Parece ser que Bateman viajó a Barcelona, hacia 1861, para realizar trabajos hidráulicos, llegando a su conocimiento los trabajos de desecación de s'Albufera. En 1862 Bateman y su socio William Hope crean la New Majorca Land Company, logrando la adjudicación de las obras de desecación. Se inician los trabajos de desecación en abril de 1863, bajo la dirección de Bateman.
La New Majorca Land Company pone en manos de los ingenieros Grün y Henry Robert Waring la misión de realizar el trabajo de campo. Un trabajo laborioso, ya que se han de contratar más de 1.500 trabajadores. Desde 1863, año del inicio de los trabajos de desecación, hasta su finalización en 1871, se construyen casi 50 kilómetros de caminos, 138 kilómetros de canales, 13 sifones, once puentes y se monta un pantalán de 300 metros de largo que comunica con el mar. Si bien la pieza más espectacular de la obra es la construcción del Gran Canal, al cual suman sus aguas dos torrentes, con una anchura de 60 metros y una extensión de unos dos kilómetros y medio.
Al estar las tierras recuperadas de s’Albufera estaba el nivel del mar, se produjeron importantes filtraciones de agua salada, lo que obligaba a bombear más agua dulce a la zona. Bateman hizo instalar una rueda hidráulica de bombeo impulsada por una máquina de vapor, alimentada por una batería de calderas, dispositivo que conducía el agua dulce desde pozos cercanos y desde la Serra de Tramuntana. La progresiva salinidad de las aguas provocó la pérdida de una cuarta parte de las tierras en explotación agraria, quedando reducidas éstas, con el tiempo, a 280 hectáreas.
En estas parcelas secas se cultivaban cebada, algodón, trigo, cáñamo y hortalizas, incluso se plantaron árboles de morera lo que permitió criar gusanos de seda, si bien esta inversión, a la larga, no fue rentable. La empresa no prosperó empresarialmente, lo que provocó la ruina total de la propiedad, antes de finalizar el siglo XIX. Ante la situación de bancarrota, Lee Bateman, hijo del impulsor del proyecto, logra vender la finca a Joaquim Gual de Torrella. Este terrateniente mallorquín inició el cultivo del arroz. Durante la guerra civil, un grupo mallorquín con socios italianos funda la Celulosa Hispana SA, aprovechando las instalaciones de calderas de s’Albufera para mover una fábrica de papel, no de mucha calidad, que se dedicó al embalaje utilizando mayoritariamente carrizo y masiega. La factoría estuvo en activo desde 1938 a 1966.
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