El miércoles pasado, 14 de abril, uno de los cráteres existentes bajo el glaciar Eyjafjalla, situado en Islandia, comenzó a producir una densa columna de cenizas, había entrado en erupción el 20 de marzo de este año, tras 200 años de estar dormido.
El problema que se plantea para los aviones es que sus radares, a diferencia de lo que ocurre con otros fenómenos meteorológicos, no detectan la situación de la ceniza. Las partículas penetran a gran velocidad en los reactores de la nave. Éstos reaccionan, detectan una situación anormal y envían instrucciones erróneas al piloto. Las señales erróneas pueden provocar respuestas erróneas y causar un grave problema de seguridad.
Por otra parte, la ceniza es muy peligrosa para los aviones por varios motivos. En primer lugar porque es muy abrasiva y daña ventanillas, filtros, tubos de Pitott, etc., sin embargo, la amenaza principal es para los motores del avión. Resulta que la ceniza volcánica se funde (se transforma en vidrio volcánico) a temperaturas del orden de 800-900ºC. Dado que en las turbinas de los aviones las temperaturas de régimen son más elevadas, la ceniza que penetra en las turbinas se funde y se deposita en los elementos de su interior, cosa que hace que se puedan detener los motores del avión en pleno vuelo. Se tiene conocimiento de varios casos, afortunadamente sin víctimas mortales.
La NATS (autoridad aeroportuaria británica) tiene buenas razones para tener mucho cuidado porque en 1982 un jumbo de British Airways pasó la incómoda experiencia de encontrarse con los cuatro motores parados mientras sobrevolaba una columna de ceniza volcánica.
Un caso muy parecido sucedió el 15 de diciembre de 1989 cuando el vuelo 867 de la aerolínea holandesa KLM, que volaba de Ámsterdam a Anchorage, en Alaska, sobrevoló la columna del Monte Redoubt, que estaba en erupción. Los cuatro motores quedaron parados. Una vez superaron la nube, la tripulación pudo encender los motores y realizar un aterrizaje seguro en Anchorange, pero la aeronave quedó muy dañada.
La información sobre la evolución de las nubes de cenizas volcánicas se puede consultar en los centros VAAC.
El día 16 se llevaban suspendido el 60% de los vuelos, según la Organización Europea para la Seguridad en la Navegación Aérea (Eurocontrol), de los previstos en los dos últimos días. Hasta el momento unas 17.000 operaciones se vieron afectadas, con más de 5 millones de pasajeros. De los 300 vuelos transatlánticos previstos para ese viernes, sólo despegaron 120.
El desplazamiento de la nube de cenizas, que avanza desde Islandia hacia el este por el norte y centro de Europa, hizo que el colapso del cielo europeo fuese prácticamente total, ya que ante la imposibilidad de que los aviones despeguen o aterricen fue cerrado el espacio aéreo de nueve países, y aeropuertos de otros tres más.
El viento desplaza la nube a una altura entre 5.500 y 11.000 metros, que es una franja de la atmósfera en la que vuelan los aviones.
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