Desde lo alto del puerto de Otxondo, al norte de Navarra, se ve Francia ahí abajo, a menos de 10 kilómetros, y un mensaje en el móvil avisa de que en ese punto la cobertura telefónica ya es la del país vecino. En esos Pirineos de postal -entre ovejas latxas de las que sale el queso Idiazabal y ponis pottokas, muy cerca de un lugar mitológico para el mundo abertzale como el castillo de Amaiur- se esconde parte de un capítulo muy poco conocido de la historia militar reciente de España. Es la Línea P, un conjunto de unas 6.000 fortificaciones defensivas que Franco mandó construir desde Guipúzcoa a Cataluña en los años cuarenta y cincuenta por miedo a una invasión extranjera o de la resistencia antifranquista, y que nunca llegó a utilizar.
jueves, 21 de junio de 2018
La Línea P
Desde lo alto del puerto de Otxondo, al norte de Navarra, se ve Francia ahí abajo, a menos de 10 kilómetros, y un mensaje en el móvil avisa de que en ese punto la cobertura telefónica ya es la del país vecino. En esos Pirineos de postal -entre ovejas latxas de las que sale el queso Idiazabal y ponis pottokas, muy cerca de un lugar mitológico para el mundo abertzale como el castillo de Amaiur- se esconde parte de un capítulo muy poco conocido de la historia militar reciente de España. Es la Línea P, un conjunto de unas 6.000 fortificaciones defensivas que Franco mandó construir desde Guipúzcoa a Cataluña en los años cuarenta y cincuenta por miedo a una invasión extranjera o de la resistencia antifranquista, y que nunca llegó a utilizar.
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