Airbus, el gigante aeroespacial europeo, tiene tres grandes divisiones: aviones comerciales, helicópteros, defensa y seguridad y espacio. A su vez, bajo estas, hay nuevas subdivisiones aun más especializadas en diferentes campos, que en conjunto facturaron el año pasado más de 67.000 millones de euros y dieron empleo directo a casi 130.000 personas en 180 centros de trabajo de todo el mundo: oficinas comerciales, centros de investigación o factorías industriales.
Cuando es necesario y para el transporte de empleados por todo el mundo, se reservan unas plazas fijas en aviones de linea regular, también se alquilan aviones ejecutivos o incluso se fletan aviones comerciales enteros para enlazar los diferentes aeropuertos donde Airbus tiene sus factorías e intereses. Lo anterior se hace contratando compañías ya existentes. Lo singular de esta corporación es que una de sus subdivisiones es una linea aérea propia: ATI, que responde a Airbus Transport International, fundada en 1996 y que con cinco aviones muy singulares, los A300-600ST, apodados Beluga por su claro parecido con ese cetáceo, vuela continuamente entre las diferentes plantas del fabricante repartidas por el continente.
Los Beluga tienen un horario regular y vuelan como media seis días por semana realizando unos cinco o seis vuelos cada jornada que siempre acaban en Toulouse o Hamburgo, los dos grandes centros de ensamblaje final de todos los aviones de esta firma. En su desproporcionada bodega transportan grandes componentes como alas, alerones, timones de dirección o incluso fuselajes enteros. Para ello usan un espacio totalmente diáfano y circular que se ha conseguido crear modificando un avión ya existente: el Airbus A300, que fue a su vez el primer aparato fabricado por el consorcio europeo a principios de los años 70 como respuesta al dominio de la industria de Estados Unidos en el sector.
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