La logística de guerra tiene una ley todavía hoy inquebrantable: cada soldado que lucha en el frente necesita a otras cuatro personas trabajando para él, desde miembros del cuerpo sanitario a obreros encargados de
fabricar munición.
Vista de conjunto del taller de ajuste de Mercier desde la garita del maestro.
En el golpe de estado que dio origen a la Guerra Civil, las guarniciones de Zaragoza se pusieron desde el principio al lado de los sublevados. Por esta razón la importante industria zaragozana se puso en marcha para producir la munición que necesitaba el ejército nacionalista.
Una vista del taller, con las pilas de proyectiles y los obreros trabajando.
Una de las claves del éxito de cualquier batalla es precisamente lo rápida y eficiente que sea la red logística que abastece a los soldados. La columna vertebral de esa red es, como era lógico, la producción de armamento y munición. En el caso de la capital aragonesa, factorías como Amado Laguna de Rins, Cardé y Escoriaza, La Industrial Química, La Veneciana,
Maquinista y Fundiciones del Ebro,
Taller Casa Averly o La Montañesa fueron rápidamente militarizadas y puestas al servicio del bando nacionalista, que necesitaba, también y sobre todo, munición.
Nave de tornos con proyectiles apilados.
Mercier, que ya llevaba años produciendo material de guerra de primera calidad, fabricaba proyectiles desde 1910. Fue la primera fábrica de su tipo que fue militarizada en España.
No hay que ver en ello ningún tipo de planteamiento ideológico.
Mercier tenía obreros muy especializados y sus productos eran de primera calidad. Cuando estalló la guerra, el bando que controlaba la ciudad se hizo cargo de la fábrica y la puso al servicio de sus intereses. Si alguien se hubiera negado a colaborar habría sido ejecutado o encarcelado. Se dan casos, como el de Tudor, que tenía una fábrica en Zaragoza, que fue militarizada por el bando nacionalista, y otra en Madrid, que lo fue por el republicano.
Colocación de la banda de rotación a un proyectil de artillería.
La militarización afectó a toda la fábrica, desde los obreros al director técnico, que tenía el grado de capitán. A los jefes de taller se les convirtió en suboficiales; y a los ingenieros, en oficiales. La fábrica hizo lo que se le pedía, e incluso tuvo un papel en cierta medida de coordinadora de otras factorías.
¿Y qué es lo que se fabricó en Mercier? Principalmente granadas de artillería de los calibres 75, 105 y 155 milímetros, y bombas de aviación de 12 y 50 kilogramos de peso, aunque se han encontrado fotos de bombas de dos kilos y de 250 kilos. También, granadas de mano, proyectiles de mortero, espoletas para bombas de aviación y pontones para puentes provisionales. Además, se reparó allí todo tipo de armamento, desde cañones hasta ametralladoras.
Pesado y medición de proyectiles. A la derecha, el ingeniero J. M. Tertre.
La producción de la fábrica fue creciendo en cantidad y calidad a lo largo de los meses, hasta el punto de que el proyectil Mercier se convirtió en el proyectil oficial del bando nacionalista. Ya en agosto de 1936 salieron para el frente muchas columnas de munición y, desde la fábrica, se reclamó el regreso de obreros cualificados que habían sido movilizados y que se consideraron mucho más útiles en la fábrica que en las trincheras.
Pintado a mano de proyectiles, con un color para cada tipo de carga.
El papel que desempeñó Mercier en los primeros meses fue clave, y basta con tener en cuenta que al principio de la guerra los sublevados solo contaban con las fábricas de Zaragoza y Sevilla para hacer frente a las necesidades de su maquinaria bélica. Luego ya se fueron incorporando otras factorías, pero en los primeros meses el papel desempeñado por Mercier fue absolutamente fundamental.
Sala de tornos.
Las fotografías pertenecen al archivo fotográfico de Mercier, que está en proceso de donación a la Diputación Provincial de Zaragoza. El archivo consta de más de 2.000 fotografías en placas de cristal y, aunque hay imágenes de otros periodos, el grueso de la colección es de la Guerra Civil. Ochenta imágenes relatan la actividad de Talleres Mercier como fábrica de municiones en la Guerra Civil. De esta forma, las imágenes muestran la munición, su proceso de elaboración, pero también el trabajo de los operarios y las "incursiones experimentales" de Talleres Mercier en la construcción de vehículos blindados (las series Mercier y Ebro).
Para el
director de exposiciones de la Diputación de Zaragoza, Ricardo Centellas, el Palacio de Sástago expone
una colección "extraordinaria", una selección de imágenes de un fondo integrado por más de 2.000 fotografías captadas desde 1917 hasta los años 60 en los Talleres Mercier. Centellas ha valorado que las imágenes son "extraordinarias" tanto por "su calidad documental y técnica" como por su valor "histórico" y ha explicado que la selección de estas 80 fotos, tomadas entre agosto de 1936 y el verano de 1937, ha conllevado "dos años de trabajo".
Entre las imágenes seleccionadas para esta exposición, Ricardo Centellas ha mencionado la fotografía de unas 'Granadas rompedoras de marina del calibre 37 mm', captada en 1937, al asegurar que es una foto "perfecta que representa muy bien el estilo de la época, el arte máquina", que abogó por "fotografiar los objetos de forma precisa y objetiva". También, la instantánea 'Visión subjetiva del conductor desde la rejilla del parabrisas del camión blindado Mercier II contemplando el patio de ingreso de la fábrica' (1936) o la 'Visión subjetiva del conductor desde la cámara de conducción del tractor blindado Mercier' (1937), que recuerdan "la primera visión subjetiva en el cine" en la película 'La Momia' (1932).
Además, el director de exposiciones de la DPZ ha apuntado que tanto la muestra como toda la colección completa sirven también para reivindicar la figura de fotógrafos zaragozanos como Miguel Marín Chivite y su estudio, comparables en calidad con otros fotoreporteros como Alfonso Sánchez Portela, Agustí Centelles o el propio Robert Capa. Marín Chivite fue uno de los pioneros en la utilización de la cámara Leica y de la llamada "nueva objetividad fotográfica", que revolucionó los medios de comunicación impresos.
La aviación republicana bombardeó las fábricas donde sabía que se estaban confeccionando proyectiles y armas, y por ello se construyeron refugios antiaéreos para los trabajadores.
Según parece ser, la empresa Mercier ve con enorme satisfacción la recuperación y puesta en valor de su fondo documental. Disponen también de algunas máquinas antiguas que cederían encantados a un posible museo de la Ciencia o la Técnica en Aragón.
En los
talleres Mercier también se desarrolló un proyecto de tanque, construido sobre la base de un tractor Caterpillar y armado con dos ametralladoras Hotchkiss de 7 mm. Fue diseñado en 1936, poco después del inicio de la Guerra Civil, aunque el proyecto no prosperó.
En la siguiente imagen se puede ver la fábrica en 1917.
Los
obreros de los Talleres Mercier acabaron su turno como un día más. La producción había cumplido las expectativas y los pedidos cada vez eran superiores. Era julio del 36. La historia es de sobra conocida. Una parte del ejército se sublevó contra la República y empezó una guerra civil fratricida que fragmentó a España en dos partes. Zaragoza quedó en mano nacional y una de las primeras medidas fue la militarización de la fábrica. Los que habían salido obreros la noche anterior pasaron a ser soldados, el jefe de taller, desde aquel día, era teniente y el director, capitán. Todos, sin distinción, tenían que llevar un brazalete de azul claro con el símbolo de artillería y, según el cargo, más o menos estrellas.
A partir de entonces empezó una batalla frenética contra el tiempo para abastecer al ejército nacional. Proyectiles de artillería, bombas de aviación, granadas de mortero, fabricación de morteros, estopines, percutores de cañón, cajas de goniómetro y graduadores de espoletas empezaron a salir de Talleres Mercier, que también empezó a construir blindados de circunstancias con más valor propagandístico y logístico que militar.
Un proceso que queda reflejado en la exposición Fotografía de la Guerra Civil en Zaragoza. Los Talleres Mercier, fábrica de municiones (1936-1939), que se pudo ver en el Palacio de Sástago de Zaragoza.
Ochenta fotografías que reflejan lo que ocurría en Zaragoza en "aquellas fechas tan trágicas" en la que se hace hincapié, siempre desde instantáneas de una calidad indudable, en el proceso de producción de Talleres Mercier. "Esta fábrica tuvo un valor táctico-estratégico vital para el bando sublevado", explicó Fernando Martínez de Baños, comisario de la muestra, que indicó que "Zaragoza y Sevilla fueron al principio las únicas ciudades que tenían fábricas que abastecían de munición a su ejército", aseguró el coronel de artillería en la reserva que, no obstante, desvinculó cualquier posición política de la fábrica: "Abastecían al bando sublevado igual que lo hacían las fábricas que habían caído en el bando leal al gobierno. No había mucha opción".
De hecho, Mercier no fue más que la primera de muchas industrias en la capital aragonesa que abastecieron al bando nacional: "Por cada soldado hay detrás una gran maquinaria logística y la industria es siempre fundamental en la guerra", razonó Martínez de Baños.