El 22 de enero pasado visité con mi hija el templo de la Sagrada Familia en Barcelona. Aun no se ha acabado y llevan más de un siglo construyéndolo. Gaudí era un genio creyente y yo un humilde admirador agnóstico.
Para poder construir esto hay que representarlo, hacer dibujos, croquis, planos y maquetas, y para ello, te tiene que caber una cosa tan grande y tan compleja en la cabeza. Lo dicho, un genio.
La Sagrada Familia es la obra más famosa de Gaudí, a la que dedicó toda su vida hasta el extremo de que vivió dentro del recinto para seguir más de cerca la construcción.
El promotor de la iglesia fue Josep Maria Bocabella i Verdaguer, que en el año 1881 adquirió los terrenos limitados por las calles de Mallorca, Provenza, Marina y Cerdeña, por un precio de 172.000 pesetas de la época. La obra se inició siguiendo un estilo neogótico convencional en el año 1882 por el arquitecto F. Villar y Lozano. Muy pronto se origina un conflicto entre Villar y el arquitecto Martorell que representaba a la Junta y que también intervenía en las obras. Para sustituir a Villar la Junta, a propuesta de Martorell, aceptó a Gaudí, que sólo tenía 31 años, como nuevo arquitecto del templo.
Gaudí asumió la dirección de la obra en 1883 proyectando sobre la cripta ya empezada, a la que añadió un foso alrededor para que pudiera disponer de luz directa y ventilación natural. Todo esto después de abandonar su idea inicial de construir el templo en diagonal al solar, cosa que fue imposible, precisamente porque la cripta ya estaba empezada.
A partir de aquí, Gaudí se replanteó todo el proyecto y desarrolló una idea en la que a partir de los pocos elementos ya construidos, se proponía construir un templo grandioso con planta de cruz latina en el que fue depositando todos sus conocimientos arquitectónicos. Un plano del templo publicado por "El Propagador" en el año 1890, ya muestra como será el templo, con los doce campanarios y el gran cimborio central.
Gaudí se plantea bien pronto cómo tendrá que construir el templo, acaba la cripta, empieza la construcción del ábside y mientras acaba este, empieza la fachada de la Natividad. Gaudí no hacía planos completos sino que partiendo de unas cotas esenciales, iba fijando los diferentes elementos de la construcción en grandes fragmentos.
En el año 1892 se empiezan los cimientos de la fachada de la Natividad, el claustro y el ventanal del crucero norte y en año 1899 se acaba el Portal del Rosario dentro de la fachada de la Natividad. Los estudios que Gaudí hacía de cada fachada eran muy detallados y se plasmaban en maquetas a escalas 1:25 y 1:10.
De la fachada de la Pasión hizo tres estudios, el definitivo del año 1911, publicado en 1917, pero no hizo una maqueta. Hizo también los cálculos de los cimborios, pero no el estudio completo. De la fachada de la Gloria, sólo hizo una maqueta y un estudio detallado de la imaginería. Gaudí dedica los últimos años de su vida al estudio completo del interior del templo con maquetas a escala 1:10, con las columnas, bóvedas, ventanales, cubiertas y fachadas de enlace entre portales.
El 30 de noviembre de 1925 se acaba el campanario de San Bernabé de la fachada del Nacimiento. El 10 de julio de 1926 muere Gaudí que había sido atropellado por un tranvía tres días antes. Es enterrado en la Cripta de la Sagrada Familia el día 12 en un acto multitudinario.
Gaudí menciona numerosas veces que en el templo de la Sagrada Familia desea superar el estilo gótico de las catedrales que necesitan arbotantes y contrafuertes talmente como si fueran unas muletas y que no muestran otra cosa que el complicado recorrido de la bajada de cargas que aquellos hábiles constructores habían llegado a concebir.
Gaudí consigue su objetivo por dos caminos simultáneos. Por un lado estudia con un modelo de pesas y cuerdas el recorrido natural de las cargas y, gracias a este ensayo previo, inclina las columnas-árbol y todas sus ramas según las direcciones que obtiene en su modelo experimental de tal manera que recojan las diferentes cargas directamente del centro de gravedad de cada sección de bóveda.
La concepción del templo como un bosque de árboles (columnas) con ramas (ramificaciones) y follaje (bóvedas) le permite concebir que cada árbol soporta su follaje sin necesitar de los árboles vecinos. Habiendo visto las desgracias de la primera guerra europea no quería que al hundirse una parte, un contrafuerte por ejemplo, se hundiera todo el templo. Él pensaba que si cae un árbol sólo debe caer aquel árbol y no todo el bosque.
Es pues, gracias a esta concepción de las columnas-árbol que Gaudí consigue superar el gótico y llevar las cargas directamente a los cimientos por la vía más directa. Así, al eliminar los arbotantes y contrafuertes, consigue para las naves una fachada exterior plana, sin las aletas perpendiculares que en el gótico las segmentan.
Por otro lado Gaudí también supera el gótico con las bóvedas. Las bóvedas góticas de crucería se concebían con unos nervios que se ordenaban jerárquicamente para recoger las cargas de la bóveda, que era el último elemento, considerado complementario y sin papel estructural (aun cuando después se demostró que esta piel entre nervios, este caparazón, también era capaz de resistir aunque le fallara algún nervio). Adelantándose en las teorías y en el tiempo, Gaudí concibe la bóveda en su conjunto como piel, como caparazón, sin nervios. Para lograr la máxima resistencia y optimizar el comportamiento mecánico en su última versión de las bóvedas, que tanto estudió y que nos ha llegado gracias a la maqueta de yeso que realizó, utiliza otra vez superficies de doble curvatura, como son los hiperboloides y los paraboloides.
En el punto de la clave, dónde las bóvedas góticas necesitan una concentración de peso para que las arcadas no se abran, las bóvedas de hiperboloides tienen el ojo, el cuello del hiperboloide, un gran vacío por dónde pasará la luz natural desde las buhardillas hacia la nave. Gaudí recuperará la idea plástica del medallón de la clave haciendo un difusor de la luz, ligero, de vidrio y metal, a modo de flor o estrella, pero claro está que esta función ya no es estructural. En las costuras entre los diferentes hiperboloides de las bóvedas, donde se podría adivinar la existencia de nervios, Gaudí vuelve a hacer una colección de pequeños agujeros, pequeños hiperboloides elípticos, para la luz artificial que por la noche deben servir para dar la sensación del cielo estrellado. Parece, pues, talmente como si Gaudí quisiera dejar claro que sus bóvedas no necesitan nervios.
Y otra vez, vienen de la mano la mecánica y la geometría. El dominio total de las superficies regladas y el conocimiento de las rectas generatrices hacen que pueda colocar, siguiendo estas direcciones, la baldosa cerámica, inspirándose en la técnica de la bóveda catalana de ladrillo plano, el material de cobertura más sencillo de aquella época. Así, con el color de la cerámica junto con el vidrio verde y dorado para las juntas que se van abriendo consigue la bóveda más florida que nunca se hubiera visto en una catedral. El dominio de la geometría reglada se pone de manifiesto observando en detalle las costuras entre hiperboloides, donde todas las intersecciones son trabajadas en un grado extremo. En estas intersecciones, en el contacto entre los diferentes elementos geométricos que combina, no aparecen nunca curvas extrañas sino que utiliza siempre las rectas generatrices para hacer todas las transiciones entre los planos que forman biseles, los pequeños paraboloides entrecruzados o los grandes paraboloides que todavía contienen dentro los hiperboloides elípticos de las estrellas de la noche.
Gaudí demuestra su dominio de la geometría en algunos aspectos más que las superficies regladas alabeadas que hemos comentado (Conoides, helicoides o rampas de tornillo, paraboloides y hiperboloides). Entre los mejores ejemplos que podríamos añadir habría el conocimiento y aplicación de las proporciones básicas pitagóricas, su famosa columna de doble giro o el uso de formas poliédricas diversas.
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