domingo, 3 de septiembre de 2017
Las aventuras de J B S Haldane y Juan Negrín
J B S haldane, nacido en Oxford, en 1892, fue hijo de John Scott Haldane, catedrático de Fisiología de Oxford que había conseguido fama por sus trabajos sobre los efectos de los gases en las minas, los cuales salvaron muchas vidas.
Estudió humanidades, pero se decantó por la ciencia, interesándose fundamentalmente por la genética. Fue el primero en calcular la frecuencia de mutación de un gen de un ser humano en 1932, y desempeñó un papel decisivo en la fusión de los principios darwinianos de la evolución con la genética mendeliana. El resultado lo conocen hoy los genetistas como la Síntesis Moderna. También tenía una gran capacidad matemática y un sobresaliente conocimiento de los clásicos griegos y latinos.
Pero la característica que diferenciaba a este hombre era que evitaba el uso de animales en la investigación en favor de los experimentos sobre sujetos humanos, sobre todo, en él mismo. Aprendió la práctica de su padre. Cuando aún era un muchacho, le acompañaba al fondo de las minas (para su padre, la idea de unas vacaciones era irse a Cornualles a estudiar la anquilostoma de los mineros), sirviendo como discípulo, ayudante y, en bastantes ocasiones, como conejillo de indias. Cuando él y su padre fueron bajados en una cubeta grande y se arrastraron por un túnel estrecho sucedió lo que el propio J.B.S. nos relata:
Al cabo de un rato llegamos a un lugar donde el techo estaba aproximadamente a unos dos metros y medio y, por tanto, un hombre podía ponerse de pie. Uno de los del grupo encendió su lámpara de seguridad. Ésta se llenó de una llama azul y a continuación se extinguió con una pequeña explosión. Si hubiera sido una vela hubiera desencadenado una detonación y probablemente habríamos muerto. Pero, por supuesto, la rejilla de la lámpara de seguridad mantuvo la llama en el interior. El aire próximo al techo estaba lleno de metano, o grisú, que es un gas más ligero que el aire, de modo que el aire que había a ras de suelo no era peligroso. Para demostrar los efectos de respirar grisú, mi padre me dijo que me pusiese de pie y recitase el monólogo de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare que empieza: “Amigos, romanos, compatriotas”. Pronto empecé a jadear, y aproximadamente al llegar a “el noble Bruto” mis piernas cedieron y me derrumbé en el suelo donde, por supuesto, el aire era bueno. De esta manera aprendí que el grisú es más ligero que el aire y que respirarlo es peligroso.
Más tarde, siendo aún adolescente, padre e hijo solían probar juntos gases y máscaras antigás, turnándose para hacerlo, con el fin de comprobar el tiempo que tardaban en desmayarse.
J.B.S. adquirió, con fondos del Almirantazgo, una cámara de descompresión a la que llamó la “olla a presión”. Consistía en un cilindro metálico en el que se podía encerrar a tres personas al mismo tiempo y someterlas a diversas pruebas, todas dolorosas y casi todas peligrosas. Podía pedir a los voluntarios que se sentaran en agua helada mientras respiraban “atmósfera aberrante” o se les sometía a rápidos cambios de presión.
Y tal y como él entraba en aquella cámara, tampoco tenía problema para convencer a colegas, seres queridos o cualquiera que tuviese alrededor de que entrasen también en dicha cámara. Su esposa, lanzada a un descenso simulado, sufrió una vez un ataque que duró trece minutos. Cuando al fin dejó de dar saltos en el suelo, la ayudó a levantarse y la mandó a casa a hacer la cena. En otra ocasión memorable, convenció de hacer otro experimento al famoso Juan Negrín, que se quejó después de un leve cosquilleo y “una curiosa sensación aterciopelada en los labios”. Pero, por lo demás, parece que resultó ileso. Debió de considerarse muy afortunado.
Otro aspecto importante en la vida de Haldane son sus ideas políticas. Desde una posición que podríamos catalogar de liberal Haldane se fue moviendo desde mediados de los años 30 hacia el marxismo y a apoyar el partido comunista del que llegó a ser miembro oficial en 1942, pero antes ya escribía en su periódico, el Daily Worker y les apoyaba de múltiples maneras. En este cambio influyeron los acontecimientos históricos de la época: Hitler, el General Franco y el Gobierno de Chamberlain. Pensaba que el comunismo era la única manera de parar el fascismo, aunque no era esta la única explicación, por supuesto, de su cambio. Haldane ayudó a muchos emigrantes científicos de la Alemania nazi a instalarse en Gran Bretaña y estuvo en España en tres ocasiones. Aconsejó al gobierno de la República en cuanto a medidas de protección contra ataques con gas y también en la forma de proteger a civiles de los ataques aéreos. En total estuvo unos meses en España pero la experiencia le impactó mucho y le transformó personalmente (habló y escribió mucho de ella) y aumentó su convencimiento de que solo los comunistas podía parar a los dictadores. También le hizo un experto en ataques aéreos ya que sufrió unos cuantos (los republicanos españoles eran los que más experiencia tenían en ataques aéreos de Occidente) y se dio cuenta de que “eran el futuro”. De hecho, cuando regresó a Londres, aparte de colaborar en el movimiento “Aid Spain”, una de sus preocupaciones obsesivas fue presionar al Gobierno británico para que tomara medidas para proteger a la población de ataques aéreos. Pero no le hicieron caso. En aquella época el Gobierno estaba mucho más preocupado por los ataques con gas, pero el futuro - como la población de Londres pudo comprobar- le dio la razón a Haldane. Hizo campaña, normalmente en actos organizados por el partido comunista, por todo el país hablando de este peligro.
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